En los últimos días en nuestro país han ocurrido dos asuntos públicos, de naturaleza diferente pero que llaman la atención por un ingrediente común y que me parece aterrador: las amenazas de muerte a través de las redes sociales. Y digo públicos porque a través de una brevísima búsqueda en twitter pude constatar que no sólo se dan contra figuras públicas sino también contra particulares.

El primer caso fue el llevado y traído asunto de la conductora de televisión Andrea Legarreta, quien opinó acerca de asuntos de economía y por ello fue atacada desde distintos flancos. No voy a entrar en el debate de calificar sus dichos. Lo que en realidad me resulta grave es el despliegue cínico de amenazas de muerte que recibió desde el anonimato que proporcionan las redes sociales.

Cabe decir que no se trata sólo de dichos o palabras escritas sino que a ellas se adjuntan fotografías de sujetos portando armas de grueso calibre que, teóricamente, sólo podrían ser portadas por los miembros del ejército.

El segundo caso, más reciente, es el del periodista de la revista Proceso, Alvaro Delgado, quien desde ayer ha estado recibiendo amenazas que van desde “cuidado con lo que publicas”, hasta un “Ya estás sentenciado”. Alvaro Delgado denunció que ha recibido amenazas en donde aparecen también sujetos sosteniendo armas para que “se ande con cuidado”.

Si echamos un vistazo rápido a las cuentas de los sujetos que han hecho las amenazas encontramos que la mayoría son de creación reciente, y la mayor parte de sus mensajes en la red social son amenazas, burlas a la muerte de otros, acoso a artistas y pornografía. Un vistazo un poco más a fondo nos permitirá ver que las fotografías de hombres armados que utilizan son “recicladas”. También encontraremos que otros muchos personajes de distinta ideología han recibido amenazas de estos mismos usuarios, desde Gerardo Fernandez Noroña, Federico Arreola Lydia Cacho hasta periodistas locales en distintos Estados: Veracruz, Quintana Roo.

Por supuesto Twitter nos dirá que existen normas claras que prohiben el uso de la red para amenazar o acosar. Sin embargo para que las amenazas dejen de darse la cuenta debe reportarse constantemente. Incluso hoy, luego de más de 24 horas de las amenazas a Alvaro Delgado, las cuentas desde las que recibió los mensajes violentos siguen activas amedrentando no sólo al periodista sino a quienes han escrito mensajes de respaldo y apoyo para él.

El asunto aquí, nos dirán es que la cuenta se puede dar de baja y luego el mismo usuario podrá abrir una nueva con un nombre distinto, sin embargo, quizá podría ser de ayuda la IP del ordenador desde el que se emiten los mensajes y así (aunque en México estamos a años luz de eso) esa misma IP podría servir para geolocalizar al emisor y poner fin al acoso.

El tema es que habrá quien señale que esto atenta contra la libertad de expresión. Sin lugar a dudas las redes sociales se han convertido en un medio de libre expresión que se agradece en un México que durante años estuvo carente de esa libertad. Sin embargo, esa libertad escondida en el anonimato, está amedrentando y creando un clima de miedo donde ya no se puede más. La muerte de la periodista Anabel Flores Salazar de Veracruz no fue una broma y hace más creíble la intimidación a otros periodistas como la ocurrida con Alvaro Delgado.

El punto aquí es que probar que una amenaza es creíble resulta muy complicado por lo que los periodistas y otros usuarios de las redes sociales se encuentran sumamente vulnerables. En un país donde priva la impunidad ¿quién debería hacerse cargo de esto?

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