Una de las razones más sobadas para explicar el actual vaivén del peso -entre bajos precios del petróleo y una economía débil- es la incertidumbre ante ese anuncio que nada más no llega sobre el aumento de las tasas por parte de la FED.

Pero veamos... ¿qué es la FED? Mejor conocida como Reserva Federal es el banco central de Estados Unidos, esto es el homólogo del Banco de México (Banxico) en nuestro país. Casi todas las naciones tienen su banco central, el banco para los bancos, ya que las instituciones bancarias -así como nosotros los mortales- tienen la opción de pedir prestado pagando igual una tasa de interés.

Esa tasa de interés "de referencia" también es el rendimiento que se le paga a los inversionistas que compran instrumentos de deuda del gobierno: en EU son los bonos del tesoro y en México los Certificados de la Tesorería (los famosos CETES). Por eso cuando un banco central sube la tasa, ofrece mayor ganancia a quien invierte, pero lo compensa encareciendo el crédito a la banca.

Ahora bien ¿qué tendría qué ver la FED con el dólar? Todo empezó con la crisis gringa de 2008 cuando bajó la tasa casi a cero, un incentivo para que la banca diera créditos más accesibles y empujar así a su economía, aunque con la desventaja de ofrecer menor rendimiento a sus inversionistas.

Entonces sucedió lo inesperado: los ahorradores corrieron hacia los países emergentes (que se suponen en vías de crecimiento) para invertir mejor ahí su dinero. México fue uno de los beneficiados, pero cuando finalmente Estados Unidos se recuperó, la FED advirtió que subiría de nuevo la tasa, provocando que esos inversionistas retiraran su dinero para regresarlo a EU.

Esos dólares se fueron así de nuestro país: convertidos en pesos al llegar aquí, se cambiaron otra vez por el billete verde, y ante la menor demanda de nuestra moneda el tipo de cambio la depreció. Primero en $15 (anuncio de la FED), luego en $16 (ya mero viene el anuncio de la FED) y ahora en $17 (no tiene para cuando la FED). Unos inversionistas se quedan, otros no saben qué hacer.

Y aunque para septiembre se espera que por fin llegue el mentado anuncio, las apuestas ya señalan a enero de 2016 como la fecha definitiva. A final de cuentas, Estados Unidos vela por sus intereses, llevándose entre las patas al resto de las monedas del planeta.

Para el caso mexicano valdría preguntarnos ¿la estabilidad del peso de antaño fue entonces un espejismo por los inversionistas huyendo de EU? o más aún ¿qué tanto han funcionado las subastas de Banxico para estabilizar la moneda? ¿qué tanto han disminuido nuestras reservas para justo atacar la demanda de dólares con mayor oferta?

Apenas esta semana, analistas del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas -entre ellos el reconocido economista Jonathan Heath- de plano le sugirieron al gobernador de nuestro banco central, Agustín Carstens, no depender ya de la FED y adelantarse a subir sus propias tasas.

Heath advirtió que si bien no ha visto un traslado de la depreciación del peso hacia los precios, esto no es para siempre y en algún momento podría presionar la inflación. Carstens de hecho no ha descartado ese ajuste en la tasa de referencia -según declaró para el Wall Street Journal- si las cosas se ponen más feas con el tipo de cambio.

La FED no tiene por qué quitarnos el sueño... las autoridades también deben actuar.

* (Fotografía de la fachada de la Reserva Federal, tomada por la agencia Reuters)

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