Nuestro trabajo y nuestras acciones reflejan nuestras capacidades internas y enarbolan nuestras facetas de personalidad, muestran nuestro pasado y encaminan la forma en que actuamos. Somos lo que creamos” y la forma en cómo vivimos la vida es la consecuencia de lo que hemos aprehendido de ella. El padre de Lee Iacocca sabía esto y desempeñó un papel fundamental durante la formación de su hijo.

Las principales características de nuestra adultez vienen de las experiencias que tenemos cuando somos niños, el padre de Lee Iacocca formó a un individuo no solo capaz de enfrentarse a las vicisitudes de la vida, sino que además le inyecto un alto sentido de responsabilidad y el deber cumplido, nunca se rendía y siempre mostraba un rostro positivo a la adversidad, así como una gran ambición y una perspicacia que le permitió posicionarse en un mundo competitivo.

Pero el padre de Lee nunca aleccionó o dio sermones a su hijo, más bien le mostraba mediante el ejemplo la forma en que debía enfrentarse a las adversidades. Con esto como punto de partida y basado en una relación de amor y comprensión Lee Iacocca se convertiría en uno de los empresarios más exitosos de la historia. Una niñez productiva sin duda forma humanos productivos. Si la juventud de Iacocca hubiese sido diferente, nos hubiéramos enfrentado a un hombre diferente. La excelente relación con su padre le dio esa capacidad de explotar sus talentos y lo que más adelante le resultaría imprescindible: su capacidad para identificar y aprovechar las oportunidades.

Como estudiante Lee Iacocca siempre destacó obteniendo siempre las más altas calificaciones en la Universidad, pero las características que hacen triunfar a un individuo no solo radican en la información que se pueda abarcar, sino en la forma en que se aprovecha esa información y en la medida en que se utiliza para convertirse en conocimiento. Graduado de Ingeniería, sorprendía al supervisor del departamento de planeación de personal en la Ford Motor Company, no por sus excelentes calificaciones o por la beca que Princeton le ofrecía para una maestría, si no por su capacidad de convencimiento y la gran visión empresarial y de negocio que poseía.

La Ford Motor Company conocía perfectamente los riesgos que podían afectar a las empresas al contratar egresados mediocres de las Universidades, por eso no solo buscaba a los mejores promedios, sino que se enfocaba a la búsqueda de los prodigios que tuvieran el talento que la Ford tanto necesitaba.

Al entrar en la compañía y desempeñar un papel de intenso entrenamiento nunca permitió que el “status” de una maestría inflara su ego. Al mantener los pies en la tierra aprendió una de las lecciones más trascendentales del ser humano: “Para mandar es necesario y en cierta medida haber estado bajo el mando de alguien más”. Esto no solo ofrecía la invaluable experiencia práctica sino que además le confería al joven Iacocca ese sentido directo y práctico que siempre lo caracterizó en su carrera profesional.

Una muestra de que Iacocca tenía la capacidad de ser líder fue su talento natural para ser convincente en todo momento. Se decidió por el área de mercadotecnia y ventas, siempre buscando lograr sus objetivos y rodeándose de gente clave que le ayudara a mejorar sus talentos de dirección. Siempre sensible a escuchar con atención las necesidades de la gente que lo rodeaba. Así poco a poco lograba su gradual ascenso, manteniéndose fiel a los valores de lealtad y aprovechando todas las oportunidades que se le presentaban.

Lo que hacía triunfar a Iacocca no era el crear cosas absolutamente nuevas o manipular con falsas actitudes a sus jefes. La verdadera fortaleza de Iacocca se desprendía de su habilidad para escuchar las necesidades de los clientes. Fue el primero en tener la suficiente visión como para desarrollar una reacción rápida y precisa  ante dichas exigencias. Siempre conocer el medio, esta fue la forma de vida de Lee, no solo creaba para satisfacer sus sueños y su ego, desarrollaba sus planes para que sus productos fueran el sueño de todos sus compradores, construyéndolos a partir de las preferencias del mercado.

El ambiente interno de la Ford Motor Company en particular  y el mundo empresarial en general exigían que se fuese agresivo y que se tuviese una dureza sin temor a aplastar a la competencia, con tal de sobresalir. Es “Ley de vida”: el débil se convierte en alimento del fuerte, Iacocca comprendía esta realidad y nunca dudo en aprovechar las oportunidades cuando se le presentaban.

Lee Iacocca se posicionó rápidamente como el mejor hombre de negocios. Las evaluaciones continuas para ajustar todo lo que se necesitara y las encuestas para empaparse de las preferencias del mercado fueron siempre su sello. Con esto en mente no trato de adivinar o suponer lo que al público le podría gustar o no. Por el contrario, supo escuchar y leer entre líneas los deseos del mismo y de ahí surgió un 17 de Abril de 1964 su obra maestra: el Ford Mustang 1965.

Iacocca sabía que el nombre era lo más importante de un producto, , un nombre pegajoso que fuese reconocido y que se asociara a un símbolo que le diera a la gente ese ímpetu y esa energía que deseaba se uniera al producto. Así eligió a un caballo y una hermosa raza: el Mustang. Más allá de la calidad del producto y del nombre y símbolo ideales, la campaña de “Tú eres lo que el Mustang necesita” tuvo un efecto mágico sobre el auto. Nunca olvidó los objetivos que se había impuesto y fue siempre fiel a sus ideales. Innovar fue siempre su filosofía de negocio.

Humano y con errores permitió que el poder lo embriagara, haciendo que su ego creciera y provocándole la toma de decisiones equivocadas. Ése fue el momento que sus enemigos esperaban para sacarlo de la jugada, sabía manipular sus cartas y se arriesgó: “La Presidencia o la renuncia”. Ford Motor Company no se podía dar el lujo de perderlo, él pensó.

En 1970 se convierte en Presidente de Ford cumpliendo su mayor sueño. Su forma de mantenerse al tanto del público, de la inmejorable calidad y de las campañas publicitarias que acertaban sorprendentemente, las ganancias eran excelentes.

Cinco años después la crisis financiera provocó números rojos que afectaron gradualmente la fortaleza de la compañía. Henry Ford II como dueño de la compañía presionaba para que Lee Iacocca abandonara el puesto. Los despidos injustificados y el trato déspota de Henry Ford II lo caracterizaban y por lo mismo Iacocca no dudaba de su pronto despido. En 1978 es despedido, pero en lugar de rendirse aceptó la oferta de dirigir a la empresa Chrysler, rescatándola de la bancarrota.

NACE EL MUSTANG 

El éxito más grande de Lee Iacocca en cuanto a productos en Ford, fue el Mustang 1964, que en realidad se comercializó como año modelo 1965, puesto que se convirtió en un campeón de ventas y un nuevo automóvil con el que Lee Iacocca perdura indeleblemente relacionado hasta la fecha.

El Mustang fue fruto de la minuciosa valorización del consumidor del auto económico, que se presentó a principios de los años sesentas. A través de la investigación de mercado que hizo junto con su equipo de trabajo, siendo Iacocca ya el Jefe de la División Ford. Se dio cuenta que el mercado buscaba motores más potentes y transmisiones automáticas,  llantas cara blanca y aire acondicionado. Le tomó dos años y medio para que el Mustang fuera una realidad, a tiempo para una presentación espectacular  “tipo Iacocca”, en la Feria Mundial de Nueva York de 1964.

El nuevo Mustang recibió una aceptación inmediata, con ventas sin precedentes. Había sido tan inteligentemente  promovido por Iacocca y su equipo que casi 4 millones de personas visitaron a los concesionarios Ford para contemplarlo de cerca. En abril de 1964 y el retrato de Iacocca adornaba las portadas tanto del Time como del Newsweek a lo largo de USA.

Las ventas del debut del Mustang siguieron ascendiendo vertiginosamente a medida que pasaban las semanas y los meses, y Iacocca pronto descartó su cautelosa meta de 75 mil entregas, montando plantas de ensamble con tanta rapidez como le fue posible hasta llegar a un volumen récord de ventas el primer año, de 417,174 unidades para mediados de 1965.

En sus dos primeros años en el mercado el popular y llamativo Mustang generó utilidades netas para Ford de mil cien millones de dólares. De frente largo y corto interior se convirtió en el “Ícono de Oro” de Iacocca, símbolo de su éxito y su derecho a la fama, aunque fue severamente criticado por el supuesto hecho de no haber compartido dicho reconocimiento con todos aquellos compañeros de la Ford que habían contribuido de manera significativa al triunfo pleno del Mustang.

Henry Ford II se había mostrado siempre escéptico con relación al nuevo Mustang, no por razones de costo sino porque en muchos sentidos el auto no era una verdadera novedad desde su punto de vista. Usaba la plataforma y el motor del Ford Falcon y requería una inversión relativamente baja de 75 millones de dólares para reequipar la planta y producirlo. Ford II, había manifestado durante el proyecto que no quería hablar del nuevo Mustang. Iacocca evitó a toda costa  enfrentarse directamente a Henry Ford II, lo manejó de un modo gradual e informal, fuera de los canales de la compañía que podrían crear asperezas y fricciones entre los ejecutivos de finanzas.

Le mostró primeramente un modelo en arcilla, le dio algunas buenas proyecciones de ventas y se concentró por despertar en él las sus preferencias por las utilidades. Empezó a sembrar también comentarios positivos sobre el éxito potencial del Mustang en diferentes de la compañía, inclusive dentro de la prensa especializada, sabedor de que lo que se dijera favorablemente sobre el Mustang, volvería con mayor fuerza a los oídos de Henry Ford II.

En cierta ocasión le dijo el dueño del imperio Ford en forma despectiva a Lee Iaicocca: “¿Crees tú que podrás vender esta cosa?”, Iacocca le aseguró que sí y Henry II le contestó: “Pues más te vale..!”  Y así sucedió desde que hizo su debut el 17 de abril de 1964 en la Feria Mundial de Nueva York. Pero para quienes conocían a Henry Ford II fijaron ese hecho como el principio del final de la carrera de Lee Iaicocca en Ford Motor Company. “El único riesgo que puede llegar a ser mayor que el fracaso es el éxito”, pensó Iacocca. Y aumentó sagazmente su riesgo, atribuyéndose a sí mismo todo el éxito conseguido con el Mustang.

El resto, es historia…

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