Un espacio como este blog, normalmente busca poner énfasis en grandes tendencias y corrientes, más allá de las personas. Por supuesto que los líderes siempre cuentan, pero no es lo mismo ser un líder en 1960 que ser un líder en el año 2000 o en el 2010. Se trata de contextos radicalmente diferentes. Aún así, en el caso de Fidel, por la trascendencia del personaje y del cómo se trata de alguien que supo emplear sus circunstancias globales siempre al servicio de su proyecto revolucionario, es imposible minimizar el papel del líder. El texto de hoy no busca demonizar ni alabar, ni siquiera estoy tratando de hacer un balance de la persona, el movimiento que condujo o sus décadas en el poder. De esos textos hay ya una gran cantidad, y seguramente se seguirán escribiendo más a lo largo de los años que siguen. Lo que busco hoy es simplemente aportar unos apuntes que intentan mostrar la geografía como uno de los factores determinantes –antes y ahora-, así como ubicar el entorno internacional, pasado y presente, que rodeaba y rodea a la Cuba revolucionaria y a la Cuba que deja Fidel tras su muerte.

1. En primera instancia, es imposible entender el rol de Fidel Castro sin comprender la Guerra Fría y el espacio geopolítico que Cuba ocupó durante ese conflicto. Cuba no está ubicada en algún sitio lejano de Washington como pueden ser el continente africano, Medio Oriente o Asia. Cuba, por tanto, no era considerada como una mera “zona de influencia” para la superpotencia, sino como una zona de seguridad.

2. Es decir, para Washington, Cuba no era importante, sino vital. Lo era por su ubicación geográfica, y lo era también por la capacidad que un régimen comunista en la isla tendría para exportar esa ideología hacia otros territorios considerados también por EU como vitales como lo eran otros países del continente americano.

3. No solo eso. La misma idea de que un país geográficamente tan próximo a Estados Unidos estuviese afiliado al bando contrario durante la Guerra Fría, provocaba toda clase de nervios y tensiones también desde el punto de vista militar. Si bien la URSS fue desarrollando capacidad de enviar misiles balísticos de largo alcance y no necesitaba posicionarse en un territorio cercano para atacar a Washington, el potencial despliegue de misiles de corto o mediano alcance (como sucedió en 1962, situación que provocó la crisis de los misiles), incrementaba enormemente la precisión de un potencial ataque enemigo, además de que psicológicamente daba a Moscú ventajas difíciles de medir.

4. La suma de esa serie de factores explica, por supuesto, la cantidad de recursos militares, económicos y políticos que Washington desplegó durante décadas para intentar terminar con el régimen castrista.

5. El hecho de que Castro y la revolución que dirigió hayan podido sobrevivir a toda la embestida de la superpotencia, tiene que ver, entonces, no solo con las circunstancias y el entorno, sino con la forma como el líder cubano utilizaba esas circunstancias y entornos al servicio de los intereses de su régimen. Es decir, entender la Cuba del siglo pasado, supone entender cómo es que Fidel aprovecha las grandes tendencias que en aquél entonces marcaban el enfrentamiento bipolar, para ganar espacios políticos, geopolíticos, económicos y militares que fueron, cada uno de ellos, empleados con una alta eficacia para poder sobrevivir.

6. Bajo esa racionalidad, todo lo que ocurría dentro o alrededor de la isla se podía insertar dentro del mismo marco de enfrentamiento bipolar. El embargo económico, por ejemplo, no solo fue incapaz de derrocar al régimen, sino que termina legitimando y alimentando su retórica. La falta de progreso en temas de libertades y derechos humanos, son temas que también serán incrustados dentro de la misma lógica en la que Washington tenía toda una serie de planes e implementaba estrategias para terminar con lo que en esa capital era percibido como la mayor amenaza de la Guerra Fría. Cualquier disidencia, cualquier oposición a Castro, cualquier voz, podría ser parte del “gran plan”, así que silenciarles era siempre justificable desde la óptica de la defensa de un régimen que se encontraba bajo ataque perpetuo.

7. Cuando cayó el muro de Berlín, despareció la URSS y terminó la Guerra Fría, la mayoría de los análisis predecían el fin del régimen castrista del mismo modo en que habían terminado regímenes similares en muchas otras partes del mundo. Y eso no sucedió. Y no sucedió porque a lo largo de los años que siguieron, Fidel supo adaptarse a los nuevos entornos, las nuevas circunstancias. Claro, en estos tiempos diferentes, ya sin la URSS soportando a La Habana, el costo –económico y político- para la población cubana fue mucho más elevado. Pero con todo, incluso hasta el día de hoy, el régimen sigue ahí.

8. Parte de ello se explica por las nuevas alianzas que Castro fue tejiendo con otros países, marcadamente Venezuela, pero no nada más, y cómo supo utilizar esas alianzas tanto en lo económico como en lo político, para adquirir oxígeno fresco, una y otra vez. Otra parte tiene que ver con algunas reformas que han permitido ir paulatinamente abriendo la economía cubana en determinados sectores. En general, la capacidad de adaptabilidad del sistema cubano a las nuevas realidades, han generado ciertos satisfactores en su población que no son siempre aquilatados. Por ejemplo, además de los multicitados avances en educación, salud, ciencia o deportes, el producto per cápita cubano ha mantenido una tasa sostenida de crecimiento, y si éste se mide por su poder de paridad de compra (20,000 dólares per cápita aproximadamente), su valor es incluso mayor que el de un país como México (16,500), con índices de desigualdad inferiores en Cuba que en nuestro país. Aún así, la disparidad ha ido creciendo en la isla durante los últimos años, además de que las medidas de relativa apertura económica no se han correspondido con medidas de apertura política.

9. Hoy en día, quizás podríamos entender el contexto de Cuba a partir de al menos cuatro factores: (a) La salud de Fidel Castro ya desde hace algunos años se iba, de manera natural, deteriorando. Nadie, ni siquiera él, somos eternos. En ese sentido, Fidel supo no solamente ceder el poder a su hermano, sino planear junto con él las cosas para que el régimen sobreviviera a su muerte. Esto le orilló a tener que aceptar algunas medidas en las que incluso él mismo no estaba de acuerdo, o no del todo. Eso es algo que va caminando desde hace años y va a seguir caminando tras su fallecimiento. Por ejemplo, la cesión del poder en 2018 a la cúpula civil; (b) El desplome de Venezuela. Era ya imposible seguir anclando parte de la supervivencia económica del régimen en el apoyo de un país que está al borde del colapso; (c) El resurgimiento en el enfrentamiento Rusia-Estados Unidos; y (d) La emergencia de China como superpotencia global. Sin tratarse de una reedición ideológica de la Guerra Fría, o de una bipolaridad como la que se gestó el siglo pasado, la Casa Blanca entendió que, de no intentar un acercamiento con la isla, ahora que Castro había cedido el mando, se iba a producir un vacío que quizás Moscú o Beijing podrían tratar de llenar. Ante esa posibilidad y comprendiendo lo ineficaz que había sido el aislamiento –económico y político- de la isla a lo largo de décadas, Obama ensayó otra alternativa.

10. Es verdad que Trump ha amenazado con dar marcha atrás a las medidas ejecutivas que el aún presidente implementó para con la isla. Bajo la retórica de Trump, se dieron demasiadas concesiones a La Habana. Sin embargo, en este tema como en muchos otros, seguramente habrá quien ya esté aconsejando al próximo presidente estadounidense que los vacíos que su política exterior podría dejar, pueden muy peligrosos para los intereses estadounidenses. Y no hay mejor ejemplo que Cuba. Así que es posible que veamos a un Trump mucho más exigente que Obama en cuanto a sus exigencias con el régimen, pero no necesariamente se va a dar marcha atrás a todos los pasos que la Casa Blanca implementó, como, por ejemplo, el establecimiento de embajadas y relaciones diplomáticas entre ambos países.

11. La idea de este texto era señalar las tendencias y el contexto. La muerte de Castro no cambia en lo esencial este contexto. De hecho, lo que he tratado de explicar es que el propio líder revolucionario supo entender, al menos en parte, estas tendencias, y él mismo formó parte de la preparación de las circunstancias en las que hoy deja a Cuba.  La gran pregunta es si su partida podría ser funcionar como catalizador de esas tendencias, o si todo estaba ya calculado para seguir avanzando al ritmo que el régimen ha decidido avanzar.

¿Usted qué piensa?

Twitter: @maurimm

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