Sucede que el poder de un país se manifiesta de muchas maneras. Unas son, sin duda, las materiales, las cuales van desde lo económico hasta la capacidad militar real. Pero otras son no-materiales y tienen que ver con un mundo paralelo, no por ello menos importante. En este otro mundo, es posible hacer que otros le perciban a uno como poderoso, aunque esto no se corresponda exactamente con la realidad material. O viceversa, es posible también proyectar debilidad, aunque sea de manera involuntaria. Este no es un tema menor, puesto que las percepciones se traducen en decisiones concretas.

Cada vez que Putin habla de la grandeza rusa y la confrontación con Occidente, produce al menos dos efectos simultáneos: De un lado, a pesar de los pésimos datos que muestra la economía de su país, su popularidad repunta entre la ciudadanía rusa. Del otro lado, se produce una percepción en Occidente de que la expansión de Moscú y la amenaza que ello representa para muchos, son riesgos reales. Esto se debe a que Putin ha sido capaz de proyectar un mensaje de credibilidad y poder, tarea en la que por contraste, Obama parece estar fallando.

Lo anterior resulta relevante ya que Rusia no tiene hoy, ni cerca, la capacidad material que tuvo en su momento la URSS. Casas de análisis como Stratfor entre otras, no han parado de escribir desde hace años –y más ahora- acerca de cómo el poder que parece desplegar Moscú no se corresponde con la realidad. Indican que Putin juega a hacer creer a otros que Rusia sigue contando con las mismas fortalezas que las que tenía la URSS hace décadas, siendo que actualmente su poder militar y económico son muy inferiores, y no es rival para Estados Unidos. Sin embargo, la verdad es que hasta ahora, Putin ha sido enormemente eficaz en lograr sus objetivos, al menos en el corto plazo. Desde haber evitado una intervención estadounidense en Siria contra Assad, territorio que forma parte de la esfera de influencia de Moscú, hasta consumar la anexión de Crimea. Desde mantener una amenaza latente sobre Ucrania y con ello garantizar la conservación de su peso e influencia en ese país, hasta el afianzamiento su relación con Beijing.

En cambio, en la opinión de militares y analistas, tanto en Washington como en otras partes, la Casa Blanca parece estar constantemente enviando el mensaje de que no se encuentra dispuesta a ejercer su fuerza, porque no está preparada para pagar los costos –políticos y económicos- que supone el ejercerla. Por lo tanto, está perdiendo toda capacidad disuasiva.  Aunque esa percepción procede de algunos años atrás, quizás uno de los momentos clave en la construcción de esa imagen fue el evento del casi-ataque a Siria en 2013. Desde el 2012, Obama había trazado una “línea roja” que consistía en el uso de armas químicas por parte de Assad, como el “game changer”, es decir, como esa condición que ocasionaría que Washington finalmente se involucrara en aquél conflicto con el objetivo de “proteger a los civiles”. Hubo quien dijo que el haber dibujado esa línea roja había sido un grave error, pero el punto es que la amenaza había sido externada. Assad, como muchos otros, no creyó a Obama. El uso de armas químicas por parte del ejército sirio fue posteriormente documentado varias veces por la ONU y confirmado por la inteligencia estadounidense. A Obama no quedaba alternativa que cumplir su amenaza. Todo estaba ya dispuesto para el ataque en contra de Assad, incluso si éste sería un ataque limitado.

Entonces, entró Rusia a la escena y ofreció una atractiva alternativa que Obama no pudo rechazar: Assad destruiría su arsenal químico ante la supervisión de organismos internacionales. Ello permitía al presidente demócrata afirmar que su amenaza había cumplido con su objetivo y a la vez, le evitaba involucrarse en un conflicto en el que claramente no quería meterse. Sin embargo, su negativa a actuar fue percibida como una señal más de su reticencia a ejercer la fuerza. Pasados los años, Assad sigue en el poder, se mantiene cometiendo crímenes contra civiles –aunque ya no use las armas químicas para ello- y Washington se ha tenido que involucrar –siempre sí- en la guerra civil siria, salvo que ahora lucha contra el “Estado Islámico” (ISIS), nada menos que el enemigo más fuerte de Assad, reforzando con ello, sin desearlo, la posición del presidente sirio.

Más recientemente, para evitar que el presidente sirio se beneficiara de los ataques de EU a ISIS, la Casa Blanca preparó una estrategia que consistía en combatir a ISIS y a Assad a la vez a través de milicias “rebeldes moderadas” entrenadas por EU. Pero la estrategia no solo fue enormemente modesta y mal diseñada, sino que reflejaba, una vez más, la indisposición de Obama a involucrarse en el conflicto más allá de lo estrictamente indispensable.

Putin efectuó una cuidadosa lectura de estos eventos. Desde su óptica, Estados Unidos podrá tener toda la capacidad militar del mundo, pero no se encuentra en condiciones ni tiene la voluntad de hacer uso del poder con el que cuenta. Robert Gates, exsecretario de defensa estadounidense, en una entrevista para CNN lo puso de esta manera hace varios meses: “…la percepción ha crecido alrededor del mundo de que EU está replegándose de las responsabilidades globales que ha asumido por muchas décadas…Creo que Rusia y China, entre otros, ven ese vacío, y se están movilizando para ver qué ventajas pueden obtener de ello.”

El efecto actual de la intervención rusa en Siria

La escalada rusa en Siria de los últimos días no es solo importante por los efectos que tiene en cuanto a esa guerra civil, sino por todo lo que las acciones del Kremlin proyectan.  Estos son algunos elementos:

  • En lo inmediato, lo que está sucediendo es que Rusia se encuentra operando ya de manera directa y con enorme fuerza en un espacio aéreo en el que hasta hace unas semanas, además de Assad, solo operaba la coalición liderada por Washington. Por si fuera poco, además de la intervención aérea se espera que Rusia irá paulatinamente introduciendo “combatientes irregulares” (del estilo de los ciudadanos rusos que combaten en Ucrania del Este). Se piensa que estamos por ver al menos dos grandes ofensivas de Assad para recuperar territorio en Siria, con el nuevo respaldo que Rusia le otorga.
  • Esto, a su vez, genera las siguientes consecuencias: (a) Las milicias que son apoyadas por Washington y/o aliados de Washington están siendo ya atacadas de manera directa por el Kremlin; se estima que al menos 90% de los bombardeos rusos han sido contra estas milicias y no contra ISIS,  (b) Los bombardeos de EU y su coalición contra ISIS, ahora tienen que ejercerse bajo un nivel de coordinación con Moscú, para evitar incidentes, roces o errores, lo que hace que Washington no pueda ya estar operando a sus anchas en el espacio aéreo sirio como lo estaba haciendo,  (c) Parece ser que la estrategia coordinada de Washington con Turquía, es la que más sufrirá. Ankara buscaba establecer una franja de territorio sirio controlado por Turquía, que fuera “libre de ISIS” (y por tanto, también “libre de Assad”), la cual iba a ser acompañada de su respectiva zona de exclusión aérea. Todo ello suena impensable  cuando quien sobrevuela ese país son aviones rusos, ¿quién va a ejercer la coerción de esta “zona de exclusión aérea” sobre Moscú?, (d) Además, hay un efecto político relevante: Varios países de la Unión Europea hoy prefieren llegar a un acomodo con Moscú (como lo están haciendo en Ucrania), para lo cual están dispuestos a aceptar una solución en Siria que contemple los intereses del Kremlin.
  • El tema no se queda en Siria. Irak –donde actualmente EU también combate a ISIS- está solicitando formalmente al Kremlin que le apoye militarmente en el combate a esa organización islámica, lo cual Moscú indica estar evaluando. Hoy mismo, militares iraquíes se encuentran visitando Rusia para tal efecto. Si esto se materializa, lo que estaríamos viendo sería el desplazamiento material de Washington a manos de Moscú en ese país. Es decir, en este caso, no se estaría ya tratando exclusivamente de Rusia defendiendo su histórica esfera de influencia, como lo es Siria, sino de una expansión de esa zona de influencia hacia Irak, potencialmente deslizando de ella a Washington y su capacidad de influir los eventos en ese otro país.

Efecto percibido: dos potencias de “capacidades militares” en competencia

El resultado de las acciones anteriores entonces es una percepción generalizada de dos superpotencias de “capacidades similares” compitiendo por el poder e influencia no solo en Medio Oriente sino en el planeta entero. En esa competencia, una de las dos superpotencias parece estar mucho más dispuesta a usar su fuerza que la otra. La cuestión es que en la realidad, esas dos superpotencias no tienen capacidades “similares” en la actualidad, y a pesar de ello, es la menos fuerte de ellas la que parece estar “venciendo” en dicha competencia.

No puedo terminar sin embargo, sin la advertencia siguiente: si el poder proyectado por parte de Rusia no se termina correspondiendo con un poder material real, sustentado en una economía sana y revigorizada, eventualmente el Kremlin no podrá sostener sus demostraciones de fuerza. Mientras tanto, en lo inmediato, las cosas le salen a Putin según lo planeado, y Rusia consigue una vez más resultados geopolíticos que provocan sorpresa y shock en sus rivales.

¿Usted qué piensa?

Twitter: @maurimm

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