El acuerdo final entre Irán y las potencias

Con todo lo que ha sucedido en torno a Grecia, el asunto de Irán ha estado relativamente ocluido los últimos días. Sin embargo, nos encontramos en momentos cruciales para la firma de un acuerdo nuclear definitivo entre ese país y varias potencias. La fecha límite para alcanzar este acuerdo, 30 de junio, fue ya pospuesta una vez. Teóricamente el nuevo plazo vencería este miércoles 8 de julio. Sin embargo, es probable que ese límite también tenga que ser pospuesto ya que hasta el momento, las partes siguen bastante separadas, al menos en tres temas clave: (a) el régimen de inspecciones internacionales, (b) el sistema de retorno a las sanciones en caso de violaciones, y (c) los huecos que han quedado acerca de la remoción del material radioactivo con el que Irán ya cuenta. Por si fuera poco, los negociadores de ambos lados se enfrentan a importantes opositores al interior de sus respectivos países. Así que en los pocos días que quedan, las partes deben ofrecer un esquema que pueda venderse a la mayor cantidad posible de actores internos y externos interesados. Hoy en el blog, algunos comentarios al respecto.

Oposición interna en Irán y en EU

Recordemos que parte del problema que enfrenta tanto el equipo negociador iraní, como el estadounidense –las dos principales partes que se encuentran negociando, a pesar de que en realidad se trata de un proceso entre seis potencias e Irán- es la necesidad de alcanzar un acuerdo que pueda ser percibido como lo suficientemente positivo por los actores internos en sus respectivos países. Dos ejemplos al respecto:

  • En fechas recientes, varios expertos estadounidenses, incluidos algunos de quienes han participado anteriormente en negociaciones con Irán, publicaron una carta abierta a Obama que manifiesta serias preocupaciones y dudas acerca del acuerdo que está siendo negociado. Este factor eleva la presión sobre la Casa Blanca, entre otras cosas debido a que para entrar en vigor, el acuerdo tendrá que ser aprobado por el Congreso. Varios actores en Estados Unidos están empujando a Kerry en estos mismos instantes para que se mantenga firme y no ofrezca concesiones de último minuto con tal de sacar adelante las negociaciones.
  • Hace unos días el parlamento iraní aprobó un documento que obliga a su gobierno a poner límites estrictos a las inspecciones internacionales de instalaciones nucleares, medida que  pone en tela de juicio uno de los aspectos que habían sido pre-acordados en Lausana hace unos meses. Paralelamente, El Ayatola Alí Khamenei, líder supremo de Irán y quien tiene la última palabra en estos temas, pareció rechazar varios de los puntos que ya habían sido acordados en la carta de principios de Lausana en Abril. Por ejemplo, señaló la exigencia de que las sanciones económicas sean levantadas antes de que Irán proceda al desmantelamiento parcial de sus instalaciones nucleares. También rechazó el congelar el trabajo nuclear iraní durante un período “tan largo” como una década.

La salida: un acuerdo escalonado por fases

  • Por lo pronto, según se informa, la salida que están encontrando los negociadores en Viena, es la implementación de una serie de pasos paulatinos y escalonados, antes de la firma de un acuerdo final y definitivo.
  • Irán empezaría a cumplir con los requisitos que el pacto le impone, tales como el desmantelamiento parcial de las instalaciones nucleares. Los inspectores internacionales podrían efectuar las verificaciones correspondientes y así, se avanzaría a las siguientes fases de este acuerdo escalonado.
  • En una última etapa, probablemente dentro de algunos meses, asumiendo que todos hubiesen cumplido con su parte del trato, se podría firmar el acuerdo definitivo, y solo entonces se levantarían las sanciones contra Irán. Esto, en teoría, no estaría violando las exigencias del Ayatola Khamenei, porque las sanciones serían levantadas en su totalidad al momento de la firma del acuerdo definitivo, cosa que no ocurrirá de inmediato.
  • Adicionalmente, el que este acuerdo pueda ser implementado por etapas, permite a los negociadores un tiempo suficiente para acallar las aguas en sus respectivas casas, intentando vender el acuerdo como algo positivo para sus países, y argumentando que este acuerdo no ha sido aún firmado.

Temas de conflicto que hay que observar

Rescato tres de los temas esenciales sobre los que las partes aún no han podido alcanzar acuerdos definitivos y sobre los que tendremos que estar pendientes estos días:

  • Un sistema de verificación internacional lo suficientemente sólido como para garantizar que Irán cumpla de manera efectiva con su parte del trato. En este tema hay avances, pero hay huecos que no pueden quedar en el limbo antes de una firma final. Por ejemplo, Irán no parece estar obligado a responder ciertas preguntas que han expresado los inspectores internacionales acerca de los posibles fines militares del proyecto nuclear, preguntas que en el pasado quedaron sin respuesta. Aparentemente Irán no está obligado a responder esas preguntas. Tampoco queda claro qué sucedería si Irán se niega a conceder el acceso a determinadas inspecciones en determinados momentos, como sugirió el decreto aprobado por el parlamento iraní hace una semana.
  • Un sistema de fácil y pronto retorno al esquema de sanciones internacionales en caso de que Irán decidiese violar el acuerdo, o se detectase que hubiese mentido a los inspectores internacionales como ya ha sucedido en el pasado. Este es en realidad el único mecanismo disuasivo y de coerción para desincentivar a Teherán de violar los acuerdos, incluso en el caso de que Rouhani, el actual presidente, no estuviese ya en el cargo. Las sanciones son en buena medida el factor que orilló a la sociedad iraní a elegir a un presidente más moderado y lo que ha empujado hasta ahora a Khamenei, líder supremo del país, a respaldar el proceso de negociaciones. El levantamiento de esas sanciones es, al final, lo que Rouhani y el Ayatola buscan y lo que se presentará como el mayor logro. Si no se consigue encontrar un sistema bajo el que esas sanciones pudiesen ser reimpuestas de ser necesario, o si el proceso para hacerlo permanece con huecos o se torna largo y complicado, entonces el acuerdo encontrará fuerte oposición en Washington.
  • El famoso breakout time, es decir, el lapso de tiempo que a Irán llevaría el armar una bomba atómica en caso de que el liderazgo de ese país tomase la decisión de violar los acuerdos. Como lo hemos visto en los últimos meses, este es un tema muy técnico. Algunos, incluido Obama, explican que tras implementar el acuerdo, Irán estará a un año de armar su bomba en caso de querer hacerlo, pero otros expertos refutan los argumentos e indican que mediante tal o cual método, Irán podría esquivar los tiempos previstos. Lo que al final de las negociaciones debe quedar claro, y hasta ahora, no he leído señales que así lo indiquen, es lo siguiente: El material enriquecido que será “removido” (10 toneladas) aparentemente no será destruido y no se ha explicado si será sacado de Irán como Washington lo exigía o si ese material se queda en el país. No se ha definido en términos precisos en qué consiste esa “remoción”, quizás porque no se ha acordado, lo que deja el riesgo latente de que si el acuerdo se llegase a romper, Irán podría armar unas 7 u 8 bombas en muy poco tiempo.

Los riesgos de un no-acuerdo

El escenario de no-acuerdo sigue siendo una posibilidad. Ese no es, evidentemente, el mejor de los escenarios posibles. No lo es para Irán; tampoco lo es para Occidente. Es necesario considerar que Teherán hoy está a tres meses de construir su bomba y que el 100% de sus cerca de 20 mil centrífugas se encuentran operando.

En un escenario de ruptura, los duros habrían triunfado, y a pesar de que las sanciones permanecerían vigentes asfixiando a la economía iraní, no deberíamos descartar la posibilidad de la “coreanización” del programa nuclear de Teherán. Es decir, la posibilidad de que como sucedió con Norcorea, a pesar de todas las sanciones económicas existentes, y a pesar de todos los costos sociales que ello implique, el programa nuclear sigue avanzando en pleno. Si esto llegase a suceder, se desplegaría toda otra serie de posibilidades, una más complicada que la otra.

Teóricamente, Irán no se atrevería dar los pasos finales en el ensamblaje de su bomba atómica, pues existe una advertencia concreta por parte de Washington al respecto de que eso sería cruzar una “línea roja” que se enfrentaría a una respuesta militar por parte de la Casa Blanca. Sin embargo, hoy nadie cree ya a las “líneas rojas” de Obama. Washington se ha encargado de vulnerar la credibilidad de sus amenazas, de modo que la posibilidad de que EU ataque a Teherán, se antoja francamente remota. Y el Ayatola lo sabe.

La cuestión entonces es si Israel se atrevería a efectuar un ataque en solitario. Las probabilidades indican que no. De acuerdo con fuentes militares y de inteligencia, y según nos lo dijo el propio Ehud Barak, exministro de defensa israelí, en la cumbre de seguridad de Halifax hace unos meses, Israel no cuenta con la capacidad de destruir por sí solo el 100% de las instalaciones nucleares iraníes, sino únicamente un porcentaje de ellas (los estimados varían del 10 al 30%). De modo que un ataque israelí no haría otra cosa que retrasar el proyecto, y, a cambio, la respuesta de Irán sería enormemente violenta. A pesar de ello, sin embargo, en un escenario de ruptura y asumiendo que Irán procediese al armado de su bomba, no podemos descartar del todo el que quizás en un momento de desesperación, algún líder israelí pudiese dar la orden del ataque buscando arrastrar a Washington en el camino (en diversos modelos de predicción, si Israel atacase a Irán, ello terminaría involucrando a Washington en los combates).

Sin embargo, debido a que todos los actores involucrados prefieren, hasta donde sabemos, evitar todas esas posibilidades de guerra, en el caso de no alcanzar acuerdos en los próximos días, restarían entonces dos alternativas: (a) la extensión de las negociaciones actuales hacia nuevos plazos, o en el peor de los casos (b) una ruptura de las negociaciones actuales pero con un plan hacia el mediano plazo para reanudarlas.

El que un acuerdo sea “mejor” o “peor” depende siempre del ángulo desde el que sea observado, y normalmente esto se explica en términos de la parte interesada. La realidad es que el mejor acuerdo sería aquél que ofreciera ganancias a todos los involucrados de modo que el propio incentivo para cumplirlo fuese el acuerdo mismo. Un mal acuerdo sería, en cambio, aquél que por ser poco benéfico para alguna de las partes, incentivara su violación en automático, y/o que no arrojase consecuencias suficientes si esta violación se materializara. Eso es lo que tendremos que estar evaluando en los días que siguen

¿Usted cómo lo ve?

Twitter: @maurimm

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