Por Luis Wertman Zaslav

Tristemente, estos son tiempos de indignación. La desconfianza, alimentada por años de engaño e impunidad, es una brecha que se amplía cada vez que somos testigos de hechos que nos enfrentan con la injusticia que priva en la vida de muchas instituciones públicas y privadas sin que, como ciudadanos, pareciera que podamos hacer mucho para erradicarla. Igual que la mayoría, me impactó la noticia del homicidio múltiple de cuatro personas en un departamento de la Colonia Narvarte. Más aún cuando el Consejo Ciudadano da seguimiento de las condiciones de seguridad de ésa y otras colonias en la Capital. El impulso para exigir resultados inmediatos, casi por arte de magia, es una tentación grande; pero en este tiempo en el que nos despertamos diariamente con algún hecho de violencia ocurrido en el país, es necesario hacer un alto y emplear con inteligencia nuestro derecho a conocer la verdad.

Porque en la urgencia de encontrar una explicación que nos permita entender un crimen atroz (y en este caso cuatro feminicidios) podemos perder la verdad en medio de ese mar de desconfianza e incredulidad que nos domina. Luego de una semana, aprecio una investigación rápida y que arroja elementos lógicos para reconstruir una historia de terribles consecuencias. Sin embargo, observé también una ola de especulaciones y detalles que se buscaron acomodar con calzador para presentar una versión distinta a lo que sucedió en realidad.

El ejercicio de la libertad de expresión y del periodismo debe darse en condiciones de seguridad, democracia y transparencia en cualquier supuesto. No hay duda ahí. Es un requisito de una sociedad libre y moderna. Encauzar la justificada irritación por la pérdida de cuatro personas (no sólo una), para que las autoridades presenten conclusiones sólidas que lleven al castigo de los responsables es nuestro deber como sociedad.

Queremos la verdad, por dolorosa que sea y por alejada que esté del escenario en el que nos gustaría enmarcar la pérdida de estas cuatro vidas. De lo contrario, sólo estamos alimentando la ira, el desconcierto y la apatía, todas, condiciones que la delincuencia recibe con los brazos abiertos. Ya lo vimos.

Toda crisis es una oportunidad para mejorar. Estemos pendientes de lo que ocurra más adelante, pero demos oportunidad a las autoridades de hacer su trabajo para llegar a la verdad. Es lo único que queremos los ciudadanos. Sólo la verdad.

Dos elementos que llaman la atención: podemos vivir con otras personas y ni siquiera saber sus nombres completos. Compartimos cuatro paredes y no tenemos los datos básicos de quienes conviven con nosotros. Segundo: nuestras redes vecinales no funcionan como debieran (nadie escuchó o denunció nada antes ni después) y las medidas de seguridad que tomamos en los edificios todavía son débiles. Las cámaras de “seguridad” del inmueble no funcionaban.

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