A doña Cristina que lleva 30 años discapacitada

Meses atrás viví la experiencia de ser discapacitada temporal, descubrí en ese momento que hay cerca de seis millones de discapacitados permanentes en el país, según datos del INEGI; esta cifra se incrementa en 269 mil 400 más al año.

El grueso de los discapacitados son adultos y según se informa a mayor edad mayor probabilidad de discapacidad.

Se preguntarán que tiene que ver este tema con las historias de sabor de este blog, cualquiera diría que ninguno, sin embrago fui descubriendo con el trascurrir de los días y de los meses que es un tema relevante para aquellos que sufren alguna incapacidad.

Resulta que frecuentemente camino por la colonia Roma de la Ciudad de México, por el centro histórico, la condesa y un poco menos por Polanco; como les decía el año pasado tuve que enfrentarme a una silla de ruedas durante un tiempo y posteriormente a una andadera; entonces descubrí que la ciudad es muy injusta para los discapacitados, que los accesos son malos en todas partes, que los restaurantes y hoteles no cuentan con instalaciones adecuadas, aunque la ley supuestamente exige una serie de infraestructuras para esta parte de la población.

Según la norma los restaurantes y los hoteles deben de tener con cartas en braille para débiles visuales y ciegos; la mayoría no cuentan con ellos.

A simple vista podemos observar que dichos establecimientos, en su mayoría, carecen  con instalaciones para que la gente con muletas, andaderas y sillas de ruedas ingresen cómodamente a los establecimientos, no hay rampas de acceso, no hay elevadores y mucho menos se puede instalar cómodamente las sillas en las mesas.

Como si eso fuera poco a los dependientes generalmente les molesta la llegada del cliente en silla de ruedas porque hay que pedir a otros comensales que se muevan.

Debo confesar que todas las veces que salí en silla de ruedas me sentí incomoda, segregada e incluso insultada; esos sentimientos me duraron varios meses, ya que pensaba en lo injusto del trato.

Pero la cosa no acaba ahí, de verdad no quería escribir esta experiencia enojada, pero cada vez que me acuerdo de esto me molesta, sobre todo porque se supone que se ha avanzado en este tema en la ciudad más cosmopolita de nuestro país, pero eso son solo cifras que dan las autoridades, la realidad es otra.

Hay restaurantes catalogados como gourmets como el caso de la Maison de Famille, el Huse, Nudo Negro y la Fonda Fina, a los que las sillas de ruedas no pueden acceder fácilmente, no tiene rampas, ni elevadores, ni baños adecuados y mucho menos espacios para colocar las sillas. Por cierto, de estos restaurantes al único que pude entrar, con mucha dificultad fue al Huse, gracias a la buena atención del personal del lugar; a los demás decidimos no hacer el intento, por las escaleras, lo inaccesible del terreno o por la desatención del personal.

Las autoridades han permitido esto sin tomar en cuenta a discapacitados, la norma señala que los prestadores de servicios restauranteros y hoteleros deben de contar con instalaciones adecuadas, pero esto no sucede. La cosa ha cambiado poco en los últimos treinta años, pregúnteles a todos los que llevan años en esta condición de incapacidad.

La mala experiencia no quedo ahí, en Polanco, amén de que la Avenida Masarik fue renovada para todos, menos para los discapacitados; la experiencia en el restaurante el Rincón Argentino, fue sorprendente, nos metieron por la puerta de atrás, pasamos por cocinas, por bodegas y estacionamiento, porque el acceso a los discapacitados es por la puerta de atrás.

Sirva esta experiencia para poner en la mesa la discusión sobre la inconsistencia en el trabajo que la autoridad hace en la materia. Rampas bloqueadas en las calles, calles llenas de baches, grietas en las banquetas que no permiten la libre circulación, autobuses sin elevadores, sin asientos, restaurantes y centros comerciales sin instalaciones adecuadas, etc, en fin que los discapacitados son los marginados y en general nadie habla de ello.

Qué pena que este segmento de la población no pueda tener experiencias gastronómicas, ni turísticas solidarias ¡Qué pena que nadie los vea!

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