A Juan Felipe Herrera lo conocimos tocando la guitarra en su despacho. Dice que acariciar las cuerdas es como escribir un poema. “A la guitarra la abrazas. A diferencia de otros instrumentos, a la guitarra la abrazas y sientes sus vibraciones en el corazón. Así es la poesía,” me dijo.

Nos ofreció un agua fresca de limón para soportar el calor del desierto en California, que alcanzaba los 40 grados centígrados, y comenzamos la entrevista.

Juan Felipe Herrera sonríe antes, durante y después de cada oración que pronuncia. Ha sido nombrado el nuevo Poeta Laureado de Estados Unidos y la distinción lo convierte en el primer hispano en recibir este título.

La tradición de nombrar a un Poeta Laureado viene desde las primeras civilizaciones. En la antigua Grecia el laurel estaba consagrado a Apolo y se usaba para formar una corona y con ella honrar a poetas y héroes. De esta manera el poeta obtenía fama perdurable. Al paso del tiempo, Inglaterra se convirtió en el país en el que mayor éxito ha tenido la práctica de designar durante siglos al poeta oficial del monarca.

En Estados Unidos el título de Poeta Laureado fue creado en 1936 y desde entonces ha sido ocupado por algunos de los más destacados compositores de versos. La Biblioteca del Congreso en Washington, la más antigua del país y la más grande del mundo, está a cargo de otorgar el título y hace dos semanas anunció que el cargo sería esta vez para un hombre de origen mexicano: Juan Felipe Herrera.

“Es como un arco iris,” me explicó en la entrevista. “Hay tanto que se puede hacer con esto, que si yo logro sacar unos cuantos tonos de esa gran gama de colores que me ofrece, me doy por bien servido”.

El nombramiento cobra aún mayor relevancia por la historia del laureado. Herrera es hijo de padres mexicanos que emigraron en tren, cada uno por separado, antes y después de la Revolución de 1910. Llegaron a Estados Unidos y trabajaron los campos, como tantos hombres y mujeres más, para labrarse un futuro. Juan Felipe nació en ese entorno: cerca de la tierra, del sol y las cosechas.

En ocasiones su familia vivió en carpas y remolques en carreteras, mudándose de campo en campo. Su padre aprendió inglés pagando un centavo por cada nueva palabra que otros trabajadores le enseñaran. Y su madre le habló a Juan Felipe siempre en español.

“Ella, sin darse cuenta, fue siempre la primer poeta. Ella me cantaba, me decía sus adivinanzas, sus refranes, jugaba siempre con las palabras, siempre jugando con palabras, como es la cultura mexicana”.

Herrera ha escrito 28 libros de poemas, la mayoría de ellos en inglés. En los años 60 y 70 se sumergió de lleno en el movimiento político-cultural Chicano que invadió California, y su obra ha sido la voz de los que no la tienen: los campesinos, los inmigrantes, las comunidades hispanas.

Al hacer el anuncio del nombramiento, el bibliotecario del Congreso, James Billington, dijo que los versos de Herrera “defienden voces, tradiciones e historias, así como una perspectiva cultural. Eso es una parte vital de nuestra amplia identidad americana”.

¿En qué idioma piensa usted, en inglés o en español?, le pregunto a Juan Felipe en su despacho. “Yo pienso en nopales,” responde y explota una carcajada. “Pienso en nopales con las raíces en la tierra y las tunas rasguñando el cielo”. Su poesía está llena de imágenes y connotaciones mexicanas como ésta. Nos reímos y después contesta en serio: “Yo siento en español, pero mi que hacer hacia el exterior es en inglés. Casi todo lo he escrito en inglés, es un idioma muy suave. Pero cuando escribo en español se me abre un mundo de posibilidades. Es como estar en mar abierto, con las olas embistiendo en todas direcciones”.

He ahí la importancia de la noticia: el nuevo poeta laureado de los Estados Unidos es un hombre mexicano que piensa, que siente, y que sueña en español. Conversar con él fue una de esas suerte que a veces uno tiene. Hay días así.

Twitter: @JulioVaqueiro

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