Por Liliana Ruiz, investigadora del área de presupuestos y políticas públicas.

El paquete económico se presenta por ley antes del 8 de septiembre de cada año, esto quiere decir que estamos a un mes de conocer el presupuesto de 2016. Ahí podremos ver qué programas públicos son los que van a recibir más recursos, y eso nos dice mucho. Objetivamente, el presupuesto es el instrumento de política pública más importante, porque no puede haber política pública sin recursos, y por eso, estamos a unas semanas de conocer a los ganadores y los perdedores del presupuesto. Siempre los hay y así es cada año.

Es verdad que el dinero que hay no alcanza para todos, así como lo vimos desde inicios de 2015. El 2016 no será un año común y corriente: el gobierno tendrá menos recursos, menos ingresos y eso lo convierte en un año crucial. Por eso, en el futuro, la visión sobre la responsabilidad y sostenibilidad de las finanzas públicas de nuestro país debe cambiar, sobre todo  en el contexto de la caída tanto de los precios, como de la producción del petróleo.

Hay una palabra que lo resume todo: S.O.S. Ahora más que nunca debe pensarse en mejorar la forma en la que se toman las decisiones. Gastar por gastar, ya lo vimos, no nos ha llevado a ningún lado. Los controles sobre el gasto y su seguimiento deberán aumentarse y esto tendrá que realizarse en tres etapas: antes, durante y después de gastarse.

Primero, como me comentó recientemente Guillermo Cejudo, secretario académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE): “antes de gastar se tiene que analizar el proyecto y para tomar la decisión, se tienen que estudiar sus beneficios y debe ser estratégico. Ya no podemos seguir construyendo calles y caminos por todo el país. Caminos que no necesariamente son la mejor decisión para combatir y disminuir los grandes problemas nacionales como la pobreza, la corrupción y la impunidad. Una cosa es construir un camino y otra cosa muy distinta es que no lleve algún lado.”

En esta etapa entran la formulación del presupuesto y también las asignaciones que hacen los diputados del gasto. Asignaciones sin estudio de costo-beneficio y sólo para que el presidente municipal quede bien, deben dejar de ser la regla.

Segundo, durante el ejercicio del gasto, es necesario seguir trabajando en dar explicaciones y justificar lo que pasa con el gasto público. Todavía no queda bien claro por qué el gobierno y el congreso aprueban un monto para gastar en un rubro y al final se gasta más, se gasta menos o se gasta en algo diferente. Eso tiene que dejar de pasar.

Las explicaciones de las adecuaciones presupuestarias deben estar ahí, hacerse en tiempo real y deben ser exhaustivas. .

Tercero, después de gastar los recursos, debe quedar muy claro en qué se gastó el dinero y qué beneficios se lograron con eso. Y si hubo malos manejos o desvíos, deben ser sancionados. La falta de consecuencias a las actuaciones deshonestas y cínicas, nos tienen sumergidos en una crisis de desconfianza y de injusticia que cansa y lastima a los mexicanos. Hay servidores púbicos honestos y trabajadores, sin duda que sí. Eso debe continuar así. Pero trabajar en el sector público debe dejar de verse como la oportunidad de abusar, de hacer uso de privilegios indebidos y de acumular fortunas millonarias.

En este sentido, el Presupuesto Base Cero consiste en analizar el gasto público con detalle. Se trata de una revisión y posible reingeniería del gasto. Estudiar los programas públicos e identificar aquellos en los que hay duplicidades y complementariedades. Ver si es posible fusionar programas y lograr más o lo mismo, ya de pérdida, con menos recursos. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que el hecho de fusionar programas, por sí mismo y por sí solo, no garantiza mejores resultados en el gasto.

Tampoco garantiza mayor transparencia y rendición de cuentas. Por ejemplo, fusionar dos programas para la educación no garantiza que ya no va a haber deserción escolar en la secundaria. La situación actual de menores ingresos requiere de mejores decisiones en el gasto, pero no basta con el presupuesto base cero anunciado por la Secretaría de Hacienda.

Si realmente se desea un cambio permanente, no se trata sólo de fusionar programas ni de reducir gastos no prioritarios, se trata también de fortalecer y afianzar a las instituciones que colaboran para que se gaste mejor. No sólo se trata de la Secretaria de Hacienda, se trata de seguir impulsando la transparencia presupuestaria, tanto a nivel federal como estatal, y municipal y de todos los entes públicos.

Se trata también de fortalecer a la Auditoría Superior de la Federación y de entrarle con todo al Sistema Nacional Anti-Corrupción. Es momento de cerrar los espacios oscuros, pero también de generar las condiciones propicias para que no haya más impunidad y para que se puedan ver claramente los impactos del gasto público: el presupuesto 2016 no debe cortar o eliminar recursos para aumentar y mejorar la fiscalización.

Al contrario, en este contexto es momento de darle independencia por ejemplo, a las entidades de fiscalización local y pensar en mecanismos para que sus recomendaciones y las irregularidades que se encuentran en el gasto, sean atendidas. Por otro lado y ya para finalizar, si bien en el presupuesto siempre hay perdedores y ganadores, debe quedar claro que los programas para combatir los grandes problemas nacionales no pueden ser de los perdedores.

El tema de gastar mejor es una estrategia de corto, mediano y largo plazo, pero debe ser un compromiso real de todos los entes públicos, no sólo a nivel federal, también en los estados y los municipios.


 

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