Las cifras

El número que presentan en es alarmante: 7 países en América Latina concentran cerca del 34% de los homicidios del mundo. Estos son Brasil, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Venezuela y México, por supuesto. De hecho: de las 50 ciudades con más asesinatos en todo el mundo, 43 están en América Latina. Si nada cambia, según el Observatorio de Homicidios del Instituto Igarapé, la tasa regional de homicidios podría incrementarse de 21 a 35 por 100 mil habitantes en el 2030, 7 veces más que la media mundial.

Las víctimas, por supuesto, no son aleatorias. De lo que pudieron analizar en #InstintoDeVida, el 90% de las víctimas entre el 2003 y 2014 fueron hombres jóvenes. Más específico aún: hombres jóvenes pobres y no blancos. El color de piel y la condición social son –¿a quién le sorprende?– un factor de riesgo para la violencia letal.

Si bien el mayor número de víctimas son hombres, la violencia que toma las vidas de las mujeres no deja de ser preocupante. “De acuerdo con el Observatorio de Igualdad de Género en América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas,” sostienen, “en 25 países de la región, cada día mueren en promedio al menos 12 latinoamericanas por el solo hecho de ser mujer. Las más altas tasas de feminicidios las tienen Honduras, El Salvador y República Dominicana.”

Las causas

No existe una explicación simple para los altos índices de violencia en la región. “La violencia”, sostienen en #InstintoDeVida, “tiene un carácter marcadamente local, por lo que sus causas no son uniformes y dependen del lugar donde se originan.” Eso no significa, sin embargo, que no se puedan señalar ciertos factores como relevantes para entender el fenómeno.

Para empezar, están, por supuesto, las instituciones, que son incapaces de esclarecer los homicidios. “Mientras que en Asia y en Europa se resuelven el 80 y 85 por ciento de los homicidios, en las Américas esta proporción baja al 50 por ciento.” De hecho, leí particularmente alarmante para México: las personas sentenciadas por homicidio doloso no cambia con los años. Son, en promedio, 5 mil al año.[1] No importa el número de homicidios, el número de sentencias permanece casi igual. Si son 10 mil homicidios, son 5 mil sentenciados. Si son 7 mil homicidios, son 5 mil sentenciados. Una posible hipótesis de esto es que las instituciones de justicia simplemente no tienen la capacidad de procesar más estos delitos. Y no se les puede pedir más, hasta que no se cambie esa capacidad institucional.

Además de la capacidad de las instituciones para procesar los homicidios, está el control de armas. “En el mundo, aproximadamente el 41 por ciento de todos los homicidios ocurren con armas de fuego. En América del Sur, la proporción aumenta a 59 por ciento, mientras que en Centroamérica es del 73 por ciento.”

Luego está la pobreza y la desigualdad. Y el desempleo: “la evidencia indica que la desocupación juvenil y la falta de calidad del trabajo, tienen relación con las altas tasas de homicidio en algunos países. Adicionalmente, la insuficiente movilidad social está vinculada con el crecimiento del crimen en general y también de las muertes violentas en algunos contextos.”

Es un fenómeno complejo. Uno que no se va a resolver con el aumento de penas y el populismo punitivo. La apuesta, más bien, tendría que estar en otro tipo de políticas.

El cambio

#InstintoDeVida es una campaña impulsada por organizaciones civiles de los 7 países más violentos en América Latina, con el apoyo de Open Society Foundation (OSF), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco de Desarrollo para América Latina-CAF y la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Lo más importante de esta campaña no es solamente que apunta a lo alarmante que es la violencia en la región, sino que busca también proponer soluciones. Según quienes están detrás de esta campaña, si quisiéramos, podríamos reducir los homicidios a la mitad en 10 años.

¿Cómo? Cito de manera extensa:

“La reducción del homicidio requiere de medidas concretas, basadas en evidencias y adaptadas a la necesidades y capacidades del contexto local. Si bien no hay una única fórmula para producir descensos en los niveles de violencia, tampoco es necesario reinventar la rueda. Contamos con información rigurosa sobre intervenciones que funcionan y las mejores prácticas alrededor del mundo. No se trata de replicar al pie de la letra estas acciones, sino identificar y desarrollar aquellas alternativas que mejor se ajusten a los desafíos locales, sin perder aquello que hizo que fueran efectivas.”

En concreto, intervenciones dirigidas a personas, a facilitadores, a instituciones, a lugares y al entorno. Van desde la focalización de los recursos humanos en los barrios, calles y direcciones específicas donde más hayan ocurrido los homicidios (o puedan ocurrir) a la regulación de armas y municiones al fortalecimiento de las capacidades de las comunidades para responder a la violencia. Son más de 15 intervenciones que cualquier persona interesada en trabajar en la violencia debería conocer, para ver cuáles se podrían impulsar en su contexto.

Hay mucho que ya se podría estar haciendo, que no pasa por el populismo punitivo. La pregunta es si lo vamos a hacer.

[1] Escriben José Merino y Víctor Gómez Ayala en “” (Nexos, 2012): “En 2007, por cada homicida sentenciado había 1.6 homicidios; para 2011, por cada homicida hubo 4.9 homicidios. […Una] lectura [posible] implicaría que el sistema de justicia penal tiene una capacidad constante de investigación y procesamiento de homicidas, independientemente del número total de homicidios y/o la productividad de los homicidas. Si vemos en los datos de [Pablo] Picatto que el número de homicidas sentenciados en 1955 fue cinco mil 430; y por otro lado vemos en el informe presidencial de 2011 que hubo cinco mil 528 homicidas sentenciados, es difícil apostar por” una hipótesis alternativa.

Escriben Guillermo Lecuona & Paola Jiménez en “”: “A pesar de que entre 2006 y 2012 se duplicó el número de homicidios, la capacidad instalada para el esclarecimiento y sanción del homicidio en el sistema de justicia penal del país se ha mantenido estable entre 2003 y 2012, en alrededor de 4,300 casos resueltos y concluidos con una sentencia condenatoria. Es decir, independientemente de si en el país se registraron 10,253 homicidios (2007) o 22,852 (2011), el número de condenas por homicidio doloso se mantuvo en un rango entre 4,357 (2012) y 4,803 (2005).”

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