Por @yatzirizepeda de @Proy_Alimente

Hace algunos días el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) dio a conocer el estado de la pobreza en 2014. Los principales resultados muestran que, en comparación con 2012, en 2014 hubieron 2 millones más de pobres y que si bien, en general, se redujeron las carencias por calidad de  vivienda, rezago educativo, acceso a servicios de salud y acceso a seguridad social, la carencia por acceso a la alimentación aumentó: para 2014 habían en México 600 mil personas más en estado de carencia alimentaria.

Pero para su sorpresa, no son los mexicanos más pobres los que se vieron afectados. Fueron los hogares con ingresos promedio mensuales más altos ($45,000, $20,000, $15,000, y $12,000 pesos) los que por falta de dinero o recursos tuvieron una dieta basada en muy poca variedad de alimentos, o dejaron de desayunar, comer o cenar, o comieron menos de lo que pensaban que debían comer, o se quedaron sin comida, o sintieron hambre pero no comieron, o comieron sólo una vez al día o dejaron de comer todo un día (así se define carencia alimentaria).

Evidentemente, personajes como Carlos Slim, Alberto Bailléres o Eva Gonda Rivera- por cierto, accionista de Coca-Cola FEMSA y la mujer más rica de México- quedan fuera de toda encuesta. De ellos no sabemos, al menos oficialmente, su ingreso, su gasto y/o las características de sus hogares, etc. Sería ridículo pensar que ellos no comen lo que quieren (que no necesariamente significa que se alimenten bien).

Es verdad que el ingreso de los grupos de clase media-alta, aquellos afectados por carencia alimentaria, es el que ha caído más en los últimos dos años, pero ¿será posible que ante el urgente pago de colegiaturas, hipotecas, tarjetas de crédito o autos el mecanismo de ajuste hayan sido los alimentos? ¿Será que por falta de “recursos” como el tiempo las personas de estos grupos se están “saltando” comidas o perciben que sus dietas son menos diversas?

Usted puede pensar que el aumento de la población en situación de carencia alimentaria del 23.3 al 23.4% (600 mil mexicanos) en dos años es insignificante pero recuerde que estos números nos indican tendencias y las tendencias nos dicen que en materia de pobreza y derecho a la alimentación no hay nada que celebrar. El artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice: "Toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. El estado lo garantizará”. Pero el CONEVAL nos informa que 24.6 millones de mexicanos no tienen los recursos (estimados en $1276 en zonas urbanas y $896 en zonas rurales) para acceder a los nutrientes y las calorías mínimas necesarias para estar bien.

¿Quiénes y cómo rendirán cuentas de esta violación de los derechos constitucionales de millones de personas por parte del Estado? Estamos lejos de contar con ese derecho nuestro y debemos exigir su cumplimiento. Mientras los hijos de los vecinos no vivan plenos, los nuestros, de alguna forma u otra, tampoco podrán hacerlo.

Nota: si el ingreso de su hogar se encuentra dentro de los grupos “privilegiados” que mencionamos, por favor no se salte comidas, compre menos cantidad y más calidad, evite la chatarra –aunque sea más barata-, cocine sus alimentos, compre a granel, consuma más plantas, no desperdicie alimentos. Recuerde que las enfermedades salen caras y que el tiempo que no dedicamos a cuidar la salud lo tendremos que dedicar a cuidar la enfermedad. Ya nos decía hace unos días la Secretaria de Salud, Mercedes Juan “No hay recursos que alcancen ni en el sector público ni en el sector privado para poder atender las enfermedades crónicas no transmisibles. Solamente el tema de la obesidad nos lleva más de la mitad de los recursos del sector pública en materia de salud”.

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