Even though the greatest boon a poet grants the world is 
to reveal that secret and sacred presence, they will not 
know what he is talking about.

-William Carlos Williams, Paterson

Romántico a su manera inimitable, Jim Jarmusch ha hecho de su filmografía una espaciosa red para capturar las variadas escenas de un mundo muy parecido al nuestro. Escribo parecido porque no es el nuestro. El mundo de Jarmusch está poblado exclusivamente por gente interesantísima: hipsters, taxistas, gángsters, vampiros, un asesino samurái, un casanova envejecido. Los habitantes de su versión de la Tierra son indescriptiblemente cool. Hay que verlos y escucharlos para captar, en su forma de ver y de hablar, de vestirse y de caminar, la precisión encantadora de un cosmos diseñado inteligentemente por un hombre que es todos esos hombres y mujeres.

En Paterson (2016), su más reciente filme, la arquitectura de Jarmusch es más aparente sin que eso signifique obvia. Siempre ha sido difícil entender exactamente qué es lo que él dice con sus películas pero al menos es claro lo que ellas expresan: un inmenso amor por lo subterráneo, por el diálogo entre personas bien leídas y bien vividas, y por la música en todas las sublimes variaciones de su forma. Paterson no modifica las fascinaciones de Jarmusch pero su narración de una semana decisiva en la vida de un poeta sin intenciones de fama o siquiera publicación nos muestra el cine como la posibilidad de hacer de la realidad un poema. En el retrato de ocho días aparentemente ordinarios en la vida de su protagonista, las repeticiones simulan rimas y afirman la idea de Octavio Paz de que la poesía es un símil del universo.

Todos los días Paterson (Adam Driver) despierta al lado de su esposa, Laura (Golshifteh Farahani). Él trae puesta una playera y unos bóxers, ella está desnuda. Paterson mira el reloj y se levanta. Luego se va a la central de autobuses para comenzar su día como chofer en la ciudad de Paterson, Nueva Jersey. Ahí, su colega Donny (Rizwan Manji) le cuenta las nuevas catástrofes que lo persiguen desde casa. Después Paterson maneja por la ciudad y escucha. En su autobús los pasajeros hablan de anarquismo, del boxeador Rubin Carter, o esconden sus inseguridades masculinas. La muchacha guapa de la fiesta invitó a salir a un pasajero feo pero él no quiso porque tenía trabajo al día siguiente. El autobús de Paterson es un zoológico de ideas. En casa, Laura se entretiene decorando o cumpliendo sus sueños horneando pastelillos y aprendiendo a tocar la guitarra para ser una gran cantante de country. A la hora del almuerzo Paterson va a una cascada. Cuando vuelve a casa cena con Laura y después, durante el paseo de su perro, Marvin, Paterson se va a su bar preferido por una cerveza. En los intermedios Paterson escribe poemas sobre cajas de cerillos y la imposibilidad de abandonar a Laura. Su estilo libre y engañosamente ingenuo es herencia de un héroe suyo y de la ciudad: William Carlos Williams.

La rutina de Paterson podría parecer en principio una representación del hastío existencial. Lo mismo todos los días hasta que de repente llega el cambio. Pero la luminosidad de su poesía y los incidentes que colorean el rígido edificio de la cotidianidad nos hacen pensar en la estructura poética. La semana de Paterson sigue el ritmo de una villanelle o un pantoum, formas de la poesía inglesa donde se repiten versos específicos mientras se inventan otros. Si la poesía es un símil del universo, la vida de Paterson es un símil de la poesía. Más que poeta, Paterson es poema. Poema de Jarmusch, que organiza la realidad de su protagonista para que él la exprese en poesía.

Jarmusch ya había representado la coincidencia como el aviso de una simulación artística. Por ejemplo, al contar las extraordinarias noches de cinco taxistas en cinco ciudades de Estados Unidos y Europa en Una noche en la Tierra (Night on Earth, 1991), Jarmusch no intentaba representar el mundo real sino su propia imaginación. La música de Tom Waits y las tomas artificiosas del interior de los taxis, como de película de los años 40, ayudaron a resaltar la caricatura. En Paterson el tono es más sobrio, casi realista. La música de Carter Logan —antes productor de las cintas de Jarmusch— es más seria y la actuación de Adam Driver muestra un carácter que se contiene y se expresa sólo en poemas. La cualidad de inventado se expresa en rimas que sólo se aprecian al ver los patrones: la aparición de una joven poeta que escribe sobre agua que cae como la que ve Paterson al almorzar; la angustia de tres personas que creen que un autobús puede explotar; el pasado militar de Paterson y Driver; el nombre del poeta, de su ciudad y del poema sobre ella; la repetición de las mañanas con Laura. Pero como en los poemas más ingeniosos, el ritmo se descompone lentamente, los patrones se deshacen y el poema mismo se reinicia. Quizá por primera vez Jarmusch nos dice con cierta claridad qué piensa: que la vida es, en el cine, más que sueño, poema.

Si la brillante forma de Jarmusch no fuera suficiente, los espectadores encontrarán mucho que disfrutar en las interacciones entre los personajes y en las actuaciones de quienes los interpretan, incluyendo a Nellie, la bulldog inglesa que hizo el papel del vivaracho Marvin. Driver, en particular, asombra con su forma de controlar su cuerpo. Gracias a él la introversión de Paterson se derrama en gestos que se quedan varados cuando Laura lo interrumpe antes de hablar. La imagen en que Paterson sostiene un libro de William Carlos Williams, su padre en varios sentidos simbólicos, es más impactante cuando sólo vemos sus manos. Gracias al contexto y al talento actoral, el gesto significa a la vez furia, desilusión y abrazo. Un regalo final será recibido con menos énfasis pero la sola acción, planteada por Jarmusch, es el conmovedor testamento de sus ideas, tanto como lo fueron antes un amanecer en Helsinki o varias despedidas de Memphis.

Nota:

Paterson inaugurará el 37 Foro Internacional de la Cineteca Nacional el viernes 14 de julio y tendrá su estreno comercial un par de semanas después. Los invito a que vean también el resto de la programación, que incluye la dolorosa La libertad del diablo, la encantadora Abril y el mundo extraordinario y la desafiante Canción de cuna para el misterio trágico.

No se pierdan , los jueves a las 7:30 pm en Canal Once

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