Judd Apatow es un interesante y agudo crítico hollywoodense de la generación millenial. A sus 47 años, Apatow ha sido un testigo esencial de los Estados Unidos de Steve Jobs, George W. Bush y Barack Obama, es decir, los Estados Unidos de la dependencia tecnológica, la paranoia conservadora y el liberalismo frágil. Bastante viejo para condescender con la generación millenial pero aún joven para rechazarla, Apatow se ha convertido en un observador esencial del ahora inusual fenómeno de la maduración. En una sociedad donde el placer es incontestable y la obligación ya no es el rito iniciático de la edad adulta, la maduración se ha convertido en el temible símbolo de los baby boomers y la generación X, que se desvanecieron en empleos basados en la obediencia y la desaparición del individuo. En consecuencia, nuestro tiempo se ha obsesionado con la comodidad y la permanencia de lo adolescente. Si siempre somos jóvenes, nunca seremos responsables; nunca seremos ni aburridos ni insignificantes. El cine de Apatow encuentra en esta nueva realidad un paraíso inexistente de felicidad absoluta y sugiere la construcción de ese mundo inasible desde las posibilidades a la mano.

En Ligeramente embarazada (Knocked Up, 2007), Ben Stone (Seth Rogen) y sus colegas/cuates/cohabitantes crean un sitio web que se convertirá en la enciclopedia de la desnudez hollywoodense. Su empresa se encuentra en el mismo plano idealista que la utopía infantil de Andy Stitzer (Steve Carell), que planea vivir eternamente solo en su oasis de figuras de acción y videojuegos en Virgen a los 40 (The 40 Year-Old Virgin, 2005). Pero en la conclusión de ambas películas el mundo rapta a los protagonistas de sus ingenuas ambiciones y los regresa mediante el amor a un mundo diverso donde la felicidad es posible pero no inmediata ni mucho menos fácil. Para Apatow, la infancia es un sueño que se comienza a terminar con la desilusión y se disipa en la comunión de dos soledades que deberán comprenderse y responsabilizarse. Amy Townsend (Amy Schumer), la protagonista de Esta chica es un desastre (Trainwreck, 2015), también vive en esta dimensión de niñez sin fin. Su rutina a la búsqueda del orgasmo y en constante alerta por esquivar el compromiso se rompe cuando siente por primera vez una atracción que no se cronometra, no se mide en centímetros ni se califica como hazaña; no se siente en el sexo: se siente en todas partes. El amor erótico, inexplicable para esta mujer que jamás lo ha sentido, es una experiencia que la transforma.

Pero Amy no cambiará sin antes pasar por dificultades cómicas que la desprendan de su inmadurez. Menos niña que la asexual protagonista de Frances Ha (2012), de Noah Baumbach, pero más que la compleja Debbie (Leslie Mann), en Bienvenido a los 40 (This Is 40, 2012), de Apatow, Amy es un punto medio entre una infancia inacabada y una adultez plena: una adolescente. Si antes las mujeres y los hombres culminaban su desarrollo aun antes de egresar de la universidad, ahora el mundo fabricado por los deseos del sector económico más grande, los jóvenes, determina que nadie crezca. Sin embargo, en nuestro tiempo de corrección política Amy resulta también un residuo de la vida antes del 9/11. Al igual que su padre, Amy hace chistes racistas, desprecia al hijastro de su hermana por parecerle ñoño y su sexualidad se asemeja a la de un patriarca anterior al ideal del siglo XXI: nomás llega al orgasmo, se esfuma. Parecería insignificante, pero Amy nunca se desviste durante el sexo sino hasta que conoce a Aaron Conners (Bill Hader), un médico del deporte que la desafía y la avergüenza, a diferencia del resto de los hombres que, dada su promiscuidad, la ven como blanco fácil. Pero en su caricatura Apatow no nos muestra a este grupo; prefiere concentrarse en los pretendientes serios.

Los hombres en Esta chica es un desastre han heredado la sensibilidad de las románticas chicas de los años 50. Princesas barbadas en espera del beso de amor verdadero, los hombres de Esta chica es un desastre jamás utilizan el verbo coger; ellos hacen el amor y su miedo a ser lastimados se inspira en los abominables súcubos de Kanye West. El basquetbolista LeBron James, en particular, con sus dos metros de altura y su figura atlética, o el luchador John Cena, a pesar de sus músculos a punto de romperle la piel, actúan con un patetismo atípico en los hombres que suelen poblar las películas de Apatow. Steven (Cena) incluso llega a pensar en pedirle matrimonio a la dominante Amy, que lo obliga a hablarle sucio durante el sexo pero termina frustrada cuando él sólo puede decir frases en chino o sacadas de un comercial. LeBron le da consejos a Aaron para que no salga lastimado y le pregunta a Amy sobre sus intenciones con su amigo. Apatow siempre se ha acercado en tono y ritmo a la caricatura que dibujan los comediantes de stand-up, pero en este caso Amy Schumer, que escribió la película, empuja las barreras de la realidad hacia un mundo inventado por su personaje, Amy.

De alguna manera, Esta chica es un desastre pareciera una rutina de stand-up de Schumer en la que su personalidad agresiva y demandante modifica su percepción del mundo y hace de los hombres un grupo difícilmente viril, en el sentido más tradicional, y de ella una figura aparentemente empoderada. Amy inventa el mundo en el que anda. Sin embargo, el desarrollo de la rutina, o en este caso la narración, nos muestra a una mujer egoísta, insegura y superflua. Su trabajo en una revista de estilo de vida refleja a Amy y su círculo social, formado por caricaturas de la prensa sensacionalista que incluyen a una jefa altanera (Tilda Swinton), emocionada ante una propuesta de artículo llamada: “¿A eso le llamas tetas?”, y un afeminado pasante (Ezra Miller) con extraños fetiches. El humor se encamina a ridiculizar al mundo entero a partir de la percepción de Amy, para finalmente obligarla a ella al ridículo.

La incomodidad y lo vergonzoso definen los gags, que en sus mejores momentos reflejan la consciencia de su protagonista y sus necesidades superficiales y profundas, pero en los peores carecen de ingenio y de relación a las circunstancias de Amy. Si en Bienvenido a los 40 Apatow forcejeó por mantener unida la narrativa que en ocasiones parecía construida a partir de viñetas, en Esta chica es un desastre las conversaciones, aparentemente improvisadas, tienden a dañar la estructura de las escenas, de manera que el ritmo cambia de velocidad de manera notoria. Quizás, a la búsqueda de una nueva forma de narrar, Apatow ya no cuenta: muestra, pero su error está en hacerlo dentro de las fórmulas de Hollywood. Tal vez en una próxima cinta logre consolidar un estilo nuevo que resalte lo poético de escenas como la reconciliación de Amy con su familia, que se abrazan acariciados por la luz. El poeta Apatow no resalta en el resto del filme, que le pertenece al comediante, pero éste quizá baste por ahora.

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