El Presidente de México pidió perdón. Pero para muchos no es todavía claro de qué. ¿Por qué Peña Nieto pidió perdón si, en sus propias palabras, él actuó “conforme a la ley” y con “total integridad”? El presidente se disculpó porque le cayó el veinte de que los servidores públicos deben hacerse responsables de la percepción que generan sus acciones y es ahí donde, reconoce, cometió un error. El presidente se disculpó por haber caído en algo que no pudo nombrar, algo de lo que poco hablamos, algo que permea en las instituciones mexicanas y que nos daña profundamente a muchos niveles: el conflicto de interés.

Tratemos de responder estas preguntas: ¿Debería un árbitro de futbol recibir un pago por alguno de los contrincantes? ¿Sería conveniente que un juez juzgara a su esposa? ¿Es correcto que el encargado de recursos humanos de una empresa evalúe el currículum de su hija? La respuesta a estas preguntas es universal y no depende de los marcos legales. Todos, absolutamente todos estamos expuestos al conflicto de interés y aunque, en efecto, corrupción y conflicto de interés (CDI) no es lo mismo, el CDI incrementa sustancialmente el riesgo de corrupción o pone en duda el buen juicio, la integridad y la independencia de los involucrados. Las buenas prácticas gerenciales y de política deben siempre eliminar por completo los CDI. El presidente habrá actuado “conforme a la ley” pero su integridad sigue y seguirá en duda.

Pero ¿qué es el conflicto de interés? El CDI se define como las condiciones que crean el riesgo de que los juicios o acciones de un profesional respecto de su interés primario tiendan a ser influenciados por un interés secundario. Piense en un médico cuyo interés primario, por definición, es el bienestar de los pacientes. Piense que este médico recibe regalitos de una farmacéutica que van desde plumas hasta invitaciones a congresos en lujosos hoteles todo pagado o bien pagos por prescribir una droga específica. Es altamente probable que el interés primario del médico se vea influenciado por su interés secundario en seguir recibiendo estos beneficios, grandes o pequeños, a cambio de la prescripción de productos que probablemente impactan negativamente a un paciente, por ejemplo, por haber alternativas más económicas, por no ser necesarios o, incluso, por desconocer los efectos a la salud. Piense en un centro de investigación que realiza estudios sobre el impacto del consumo de refrescos en la salud que recibe financiamiento de una refresquera. Es altamente probable que su interés primario, el de generar investigación independiente y objetiva, se vea influenciado por el interés secundario de mantener contento a su financiador produciendo resultados sesgados. No nos debería sorprender que meta-análisis (estudios de estudios) demuestren que las investigaciones financiadas por la industria tienen entre cuatro y ocho veces mayor probabilidad de concluir que las bebidas endulzadas no impactan negativamente la salud, comparadas con los estudios independientes. Imagínese una corporación que produce fórmula láctea -y cuyos ingresos billonarios dependen de las ventas de este producto- capacitando a miles de profesionales de la salud para promover la lactancia materna. Es altamente probable que el interés primario de estas corporaciones, incrementar sus ganancias, se vea reflejado directa o indirectamente en la capacitación de estos especialistas en perjuicio de la lactancia materna y de la infancia.

Usted seguro pensará “yo no; yo jamás”. Lo más probable es que sea sincero en esa idea. Sin embargo, por el principio de reciprocidad, cada vez que se recibe un favor o un regalo se genera un sentido de deuda, una obligación de devolverlo. Desafortunadamente, o más bien, afortunadamente, los seres humanos somos empáticos y la reciprocidad es una norma social muy poderosa, arraigada en todas las culturas, pues esta facilita la confianza, el compartir, la cooperación y el progreso social. Las personas que no desarrollan la reciprocidad son sancionadas socialmente. Tal vez usted insiste “yo soy demasiado inteligente como para ser influenciado”. Lo que muestra la evidencia es que eso es falso pues una mayor habilidad cognitiva nos hace percibirnos menos sesgado que los demás. En pocas palabras, tendemos a pensar que los otros son más propensos a caer en actos corruptos a partir de conflictos de interés que nosotros, pero todos pensamos lo mismo. Más allá de la evidencia científica, el universo completo sabe que el que paga manda. Si en México decimos que “con dinero baila el perro”, los alemanes dicen “Wes Brot ich ess, des Lied ich sing” (canto al tono del que me da pan), y los Estadounidenses apoyan: “nunca muerdas la mano del que te da de comer” (Don't bite the hand that feeds you).

Y hablando de la mano que nos da de comer, los constantes casos de conflicto de interés en el área de la salud pública y la alimentación son alarmantes en México y en el mundo. Ahí tienen a SEDESOL firmando una con Nestlé en el marco de la Cruzada Nacional contra el Hambre. Sí, con la misma empresa a la que, como a todas las corporaciones productoras de fórmula, deberá regular en cuanto a sus prácticas de publicidad  y mercadotecnia y así cumplir con el de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna, como lo recomendó recientemente el de los Derechos de los Niños de las Naciones Unidas durante la examinación del gobierno mexicano. Qué incomodidad regular y sancionar al que “nos ayuda” en nuestros programas públicos, entonces mejor desarrollar monitoreos voluntarios y autoregulación, como es el caso en el cumplimiento del Código actualmente. Ahí está el Gobierno del Distrito Federal en alianza con Cocacola FEMSA para instalar bebederos en las escuelas de la CDMX () y organizar eventos deportivos. Al lado están el ITAM, la UANL y el COLMEX haciendo estudios sobre el impacto del impuesto al refresco financiados por consejos y asociaciones de la industria de alimentos y bebidas. Sin quedarse atrás, APROLAM, el “organismo líder en la promoción de la lactancia materna” recibiendo capacitaciones por parte de Nestlé para más de 22 mil profesionales de la salud (por cierto, información removida del sitio de Nestlé hace unos días) o la Fundación Mexicana para la Salud (FUNSALUD) recibiendo financiamiento, también de Nestlé, mediante un fondo para investigación nutricional, o México en alianza con Pepsico, por supuesto para el desarrollo de programas hacia una mejor alimentación. La lista es larga y el espacio se me acaba… En el mejor de los casos estas instituciones pierden credibilidad. Su integridad se pone en duda aunque, como el presidente, tarden en darse cuenta. En el peor de los casos, ponen en riesgo nuestra salud.

Si usted piensa que es imposible que gobiernos, organismos internacionales y organizaciones de la sociedad civil obtengan financiamiento libre de conflictos de interés, verá que está equivocado: Es tan posible como urgente. El congreso anual de la Asociación Mundial de Nutrición en Salud Pública se llevará a cabo este agosto en Sudáfrica y, ejemplarmente, será de los primeros libre del financiamiento de la industria de alimentos; la decidió a principios de este año terminar su relación con Coca Cola, igual que la Universidad de Colorado, la cual decidió regresar el financiamiento, también de esta empresa, para una iniciativa sobre alimentario.

El sector privado tiene un rol fundamental en el desarrollo del país, de eso nadie tiene duda, pero el lugar de la industria de alimentos y bebidas procesados no está en el desarrollo de políticas públicas y programas para asegurar la buena nutrición y la salud pública.

 

Thompson DF. 2008. The concept of conflicts of interest. In: Emanuel E, Grady C, Crouch R, Lie R, Miller F, Wendler D, editors. The Oxford Textbook of Clinical Research Ethics. New York: Oxford University Press; 2008.

 

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Bes-Rastrollo M et al. 2013 Financial conflicts of interest and reporting bias regarding the association between sugar-sweetened beverages and weight gain: a systematic review of systematic reviews. PLOS Med 10(12)

 

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