¿Por qué nos fascina la nota roja? Vamos viajando en automóvil, hay mucho tráfico, adelante un choque, y lo que hacemos es voltear, bajar la velocidad, azuzar la mirada, sabemos que no deberíamos detenernos, pero así sea por instantes, el morbo nos domina.

Pasan las décadas, cambian las tecnologías, los periódicos (dicen) están muriendo, pero la nota roja sigue viva. Nos llega, por correo o en un tweet, el video del pobre tonto que destrozó su BMW sobre Reforma. Sin dudarlo damos click.

Enrique Metinides es una anomalía dentro del oficio de la nota roja. Fotógrafo desde la infancia, el hombre posee un ojo privilegiado para tomar fotos de desastres como ningún otro. Sus placas más celebradas han sido exhibidas alrededor del mundo, galerías enteras llenas de sus fotos sobre choques, muertos, incendios, apuñalados, electrocutados. Metinides retrata la muerte de frente, pero lo hace con una belleza abrumadora e irresistible.

Hijo de inmigrantes griegos asentados en México, Enrique recibió de manos de su padre su primera cámara a los diez años de edad. Lo primero que fotografió fue un choque sucedido cerca de su casa y a partir de ahí nació la obsesión. El pequeño Enrique salía todas las tardes a buscar más accidentes que fotografiar. La policía y algunos reporteros lo empezaron a reconocer, uno de ellos incluso le ofrece trabajo. Ahí nació el oficio. A los doce, Enrique llevaba a la escuela un ejemplar de La Prensa para presumirle a sus amigos las fotos que le publicaban.

Metinides, quien nunca estudió fotografía ni periodismo, es sin duda el fotógrafo de nota roja más importante del país. En su carrera de casi 60 años, ha visto miles de accidentes, cientos de muertos, e incluso ha rescatado a otros tantos. Todas las noches, con su cámara al hombro, sale a buscar a la muerte para retratarla, para verla a la cara una y otra vez. La oscuridad a veces contesta de regreso: ha estado a punto de morir en muchas ocasiones, pero Enrique se encomienda a la virgen de Guadalupe, que nunca le ha fallado.

A diferencia de la nota roja actual, el estilo de Metinides es diferente, evita el registro morboso, lo suyo es contar lo más posible en una sola placa: toma el accidente y a la víctima, pero también a los rescatistas y a las decenas de curiosos que por momentos parece que posan para la foto. Se trata de un macabro estilo de fotoperiodismo que encuentra la belleza innata en la tragedia más atroz.

En El Hombre Que Vio Demasiado (México, USA, 2015) la directora Trisha Ziff cuenta la historia de Enrique a partir de sus propios relatos. Gustoso, el fotógrafo comparte sus anécdotas frente a la cámara. Es un hombre risueño, nervioso pero articulado, elegante (a veces sale a tomar fotos de traje y corbata) y hasta simpático.

Pero ante la mirada afable de Metinides, la duda persiste, ¿cómo afecta a un hombre el ver, desde los 10 años, tanta sangre, tanta muerte? A la directora Trisha Ziff -como a Metinides mismo- no le interesa el close-up, prefiere la foto más amplia, entender al artista en su contexto. Por eso la directora lo muestra tal cual, un hombre lleno de obsesiones, sumamente meticuloso, padre de tres hijas, divorciado, que ha logrado que su trabajo se exhiba en galerías de todo el mundo a pesar de que jamás se ha subido a un avión: le da pavor volar.

Un hombre extraordinario, un artista inusual, un obsesionado por salir en las noches y retratar a la muerte. Nietzsche estaba equivocado: existen personas que pueden mirar diariamente hacia el abismo sin dejarse perder en él. Metinides es de esos.

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