Si la pieza fundamental de una película es tener una buena anécdota, entonces es entendible que una biopic de armado tan convencional como Hidden Figures (apenas segundo largometraje de Theodore Melfi) haya alcanzado la nominación a Mejor Película en los Oscar y además se hiciera del premio a mejor ensamble de actores el los SAG Awards.

Hidden Figures narra la historia de Katherine G. Johnson (Taraji P. Henson), Dorothy Vaughan (Octavia Spencer) y Mary Jackson (Janelle Monae), tres mujeres de color, brillantes matemáticas, que trabajaban en la NASA. Es el año 1961 y por increíble que parezca, la segregación racial -extendida por toda norteamérica como una práctica común- también era habitual en la NASA. ¿Cómo es posible que una agencia que era el epítome de la investigación científica permitiera tal práctica? Esa es la primera gran revelación (al menos para quien esto escribe) de esta cinta. Así, estas tres chicas y mejores amigas luchaban contra una doble discriminación: no sólo por su color de piel sino por el hecho de ser mujeres.

Estamos en una época donde la palabra computadora ya existía, pero no se aplicaba a máquinas sino a personas. Ellas tres eran ese tipo de “computadoras”, gente con habilidades superiores en las matemáticas y como tal su trabajo era sumergirse en los números para resolver toda una serie de cálculos lo más rápido y exacto posible. Por supuesto, ya existían los grandes mainframes, enormes computadoras que ocupaban largos espacios pero cuya programación era todo un misterio, incluso para la NASA. Hoy día un celular tiene más poder de cómputo, pero en aquella época una IBM podía hacer la diferencia entre llegar a la Luna o quedarse en el intento.

Y ese era justo el gran reto, para ese entonces los rusos ya habían puesto un satélite, un perro y un astronauta en órbita, mientras la NASA seguía rompiéndose la cabeza para intentar lanzar algo, aunque sea un cohete, al espacio. La diferencia fueron justo estas mujeres, que poco a poco, en una mezcla de suerte y perseverancia, se fueron abriendo espacios para salir de sus tareas habituales (de su segregación habitual) y convertirse en las matemáticas que hicieran posible no sólo el primer lanzamiento de un astronauta norteamericano al espacio, sino la llegada de los Estados Unidos a la Luna.

La estructura de Hidden Figures es la de un clásico biopic pero la diferencia es que, mientras la mayoría de las cintas del género suelen perderse en los excesos de la cursilería, el director Theodore Melfi sabe apretar los botones necesarios para generar emociones sin abusar de la sacarina. Muy por arriba del palomazo de fin de semana, Hidden Figures no es una película que engañe a nadie, todo el tiempo sabemos lo que vendrá y la película entrega eso, no más ni menos, pero siempre haciéndolo de la forma correcta: grandes one liners, personajes entrañables, un reparto sin tacha alguna (Kevin Costner, Kirsten Dunst, Jim Parsons) y escenas conmovedoras en una historia no sólo sobre perseverancia y reconocimiento al esfuerzo, sino donde la ciencia y el progreso triunfan sobre la misoginia y el racismo. Es la ciencia ganando sobre la estupidez humana.

Y aunque la película no esté exenta de cierto “mensaje”, la moraleja no puede ser más prudente para estos días: Estados Unidos llegó a la Luna gracias a la suma de sus talentos ocultos: migrantes, afroamericanos, mujeres cuyo trabajo hizo de aquella nación una superpotencia mundial.

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