Pocos directores han ido en picada de manera tan dramática como Oliver Stone. Su cine solía provocar polémica, generar plática y discusión, poner a la defensiva al establishment. Cintas como JFK (1991) - al que considero su mejor filme-, o Born on the Fourth of July (1989) se volvieron más que simples películas, se convirtieron en referente mismo de dos de los peores momentos de la historia norteamericana, al grado que hoy día no nos creemos la versión oficial del asesinato de John F. Kennedy (esa infame bala mágica) gracias al cine de Oliver Stone.
Desde la muy subvaluada W. (2008), el director no había tenido una película digna de nuestra memoria. La racha pareciera romperse con Snowden (2016), especie de biopic sobre el ex-agente de la CIA y la NSA que reveló al mundo algo que ya sospechábamos: el gobierno de EU nos espía, en nuestros teléfonos, nuestras laptops, nuestros correos y nuestros chats. Esa cámara al frente de tu celular, o en la pantalla de tu computadora, es potencialmente el ojo del gobierno que atento mira y registra.

Pero decir que esta es su mejor película en casi una década es hacerle un chico favor a Stone, es pecar de condescendencia con un autor que en su momento podía entregar películas que estaban más allá de la media, que siempre se sintieron personales, que golpeaban con firmeza en la mesa de nuestras convicciones.

No hay nada de eso en Snowden. Estamos frente a una biopic de la manufactura más básica y convencional que puede haber, que incluso peca de los clichés más gastados del cine que habla de “genios incomprendidos”.
Edward Snowden es interpretado por Joseph Gordon-Levitt, cuya construcción del personaje se limita a ponerse unos lentes, cortarse el pelo y hablar con voz profunda (tal y como le hacía Christian Bale al ponerse el traje de Batman). La historia, aunque con saltos constantes en el tiempo, se cuenta de manera casi cronológica con un Snowden que, idealista, busca entrar a la CIA luego de quedar físicamente inhabilitado para ser soldado (tiene piernas frágiles). Ya dentro, demuestra ser uno de los mejores completando una prueba que usualmente toma horas, en minutos (¿cuántas veces hemos visto escenas similares para mostrar el genio de un personaje?).
De inmediato se muestra el interés amoroso del joven, la fotógrafa amateur Lindsay Mills (Shailene Woodley), quien sabemos que terminará siendo un simple vehículo melodramático y no un personaje que aporte a la historia (tara clásica de un Stone que jamás ha sabido manejar bien los personajes femeninos en su cine).

Se agradece la sorpresiva presencia de Nicolas Cage como uno de los maestros de Snowden, aquel que le sembrará la semilla de la sospecha sobre lo que realmente puede hacer la NSA, la CIA, y lo “flexibles” que suelen ser las leyes en el caso de la llamada guerra contra el terrorismo. En contraparte está su mentor, Corbin O’Brian (Rhys Ifans), el hombre del sistema que explica (nos explica) este doble juego entre leyes y acciones. De nuevo, Stone no puede evitar el cliché, haciendo de este su personaje con gabardina y sombrero que confesará las verdades incómodas (como el Mr X, en JFK).

Nada de lo que se ve en pantalla resulta revelador, al menos no para aquellos que mínimante hayan estado vivos y con el ojo en Twitter en los últimos años. Alguien diría que el valor de esta película es que la historia quede registrada en un filme y no en simples tuitazos, y tendría razón, pero el mérito no recaerá en Stone sino en la documentalista  Laura Poitras y su oscareado Citizenfour (2014). De hecho, Snowden parece por momentos un detrás de cámaras extendido de la filmación de aquel documental (Poitras aparece a cuadro, interpretada por Melissa Leo), que a la postre resulta mucho más revelador y mejor logrado que esta película.

Los únicos momentos notables (y no mucho, la verdad) de esta cinta es cuando Stone abandona la narrativa y se vuelve casi un documental, en un montaje a media cinta donde la voz de Gordon-Levitt explica cómo es que el gobierno espía a la población mediante sus celulares y laptops. El internet vuelto en el enorme ojo del Big Brother que te mira, incesantemente a ti, a mi, a todos.

Snowden es una película correcta que en manos de cualquier otro director sería pasable pero en el caso de Stone cae en el terreno de los trabajos menores. No es una película que perturbe, que sacuda, que te haga salir enojado (como JFK), probablemente no tiene otra intención más que sembrar dudas. Por lo pronto en mi funcionó: yo cada vez dudo más en la grandeza de Stone como cineasta.



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