En alguna entrevista que Woody Allen otorgó en Cannes, en la presentación de su cinta Irrational Man, el director respondió algunas preguntas sobre la serie de televisión que preparaba para Amazon: “No veo series de televisión, así que no sé qué estoy haciendo, estoy indeciso… ha sido muy difícil y espero no decepcionar a Amazon… espero no sea esto una vergüenza cósmica”.

En ese momento parecía que el ya legendario director estaba exagerando la nota, pero al ver el resultado final de lo que ahora conocemos como Crisis in Six Scenes, queda claro que, una de dos: o Allen engañó a Amazon o ambos nos engañaron a nosotros.

Lo anterior es porque Crisis in Six Scenes, que es promocionada como la primera serie (en realidad miniserie) dirigida por Woody Allen (en exclusiva para el servicio de streaming de Amazon) no es sino una película más del octogenario director, partida en cortes de 20 minutos para dar la impresión de estar armada por “episodios”.

Así pues, no esperen que cada episodio se contenga dentro de sí mismo, no esperen que cada capítulo termine en un cliffhanger, ni mucho menos. Allen no parece estar siguiendo ninguna de las “reglas” de las series de televisión, simplemente está filmando una película más.

Esto por supuesto debe ser una pésima noticia para todos aquellos odiadores de Woody Allen: el obsesivo y al parecer hiperactivo director, no sólo estrenó su clásica película anual (la extraordinaria Café Society, aún no proyectada en nuestro país) sino que además se dió su tiempo para entregar otra película para Amazon.

En esta “serie”, Sidney Munsinger (Allen mismo) es un publicista con ínfulas de escritor (ha publicado dos novelas, poco exitosas), que sueña con ser como Salinger pero cuyo siguiente proyecto es justamente escribir una serie cómica para la televisión. Está casado con Kay (Elaine May), una psicoterapeuta de parejas que además organiza en la lujosa casa de ambos un Club de Libros con sus amigas.

Mientras la acomodada vida de ambos sucede sin contratiempos, allá afuera son los años 60, la juventud protesta contra la Guerra de Vietnam, se politiza y lucha contra el gobierno que los manda a morir.

La rutina de ambos se desmorona cuando, de la nada, llega Lennie (Miley Cyrus), una activista radical que está a la fuga luego de haber puesto unas bombas como forma de protesta contra el sistema. Como la chica es hija de unos amigos de Kay, no le queda de otra al pobre de Sidney más que apechugar y soportar que la nueva inquilina vacíe el refrigerador, ponga pósters del Ché Guevara (¡Quitó mi poster de Raquel Welch!) y se la pase todos los días criticando a Sidney por ser un cerdo capitalista (aunque claro, sigue comiendo de su refrigerador todos los días).

La cinta (o serie, como quieran) está filmada al estilo de las comedias de enredos de los años 30, con un Allen instalado en el humor de sus primeros filmes: chistes rápidos, ingeniosos, pero que alguien tildaría de básicos o anticuados. Si son entusiastas (me declaro culpable) del humor tipo Bananas (1971) o Scoop (2006), entonces les encantará ver de regreso a Allen en esos registros, con su clásico personaje hipocondríaco y paranoide.

Eventualmente, el ímpetu revolucionario de Lennie terminará permeando a todos: Kay llevará libros de Mao a su club de lectura donde las viejitas (en una gran secuencia) empezarán a planear una protesta donde irían desnudas, Alan (John Magaro) un huésped de la casa y que está a punto de casarse con una guapa rubia (consagrando así su vida burguesa) comienza a dudar de sus planes cuando se engancha con Lennie quien le enseña sobre Marx y los poderes relajantes de la marihuana.

Todos se dejan seducir menos Sidney, quien se niega a sentir pena ni mucho menos por su modo de vida (que su buen trabajo le ha costado). Para él, no es necesaria la violencia ni las bombas, el cambio está en las urnas… aunque lleva más de tres elecciones en las que no ha votado.

Interesante que Allen se preste a esta crítica (si quieren básica, pero crítica al fin) sobre el liberalismo de derecha, cómodo y desentendido, contra el activismo de izquierda, aguerrido y contestatario pero que al final sigue comiéndose lo que encuentra en el refrigerador del primero.

No estamos ante una de las peores cintas de Woody Allen ni tampoco ante una obra maestra. Se trata en todo caso de un ejercicio de nostalgia del propio Allen a sus inicios como cineasta y comediante.

Siempre nos quedará la duda: ¿Allen engañó a Amazon?, ¿ambos nos engañaron a nosotros? Como sea -y en auto homenaje a una de sus propias cintas- Allen ya tomó el dinero y huyó.

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