Al inicio de Star Trek: Beyond, la tercera entrega de la saga a la que J.J. Abrams le inyectara nueva vida en 2009, el capitán Kirk reflexiona sobre el tiempo que lleva a bordo del mítico Enterprise y confiesa: “Las cosas se han vuelto repetitivas”.

El hombre tiene razón en más de un sentido: Star Trek ha cumplido 50 años de existencia y aunque los fans alrededor del mundo se han encargado de mantener vivo el mito, lo cierto es que a la franquicia le empieza a pesar la edad. No deja de ser sintomático que esta tercera entrega haya pasado sin pena ni gloria en Estados Unidos y que aquí en México se estrene un mes y medio después sin mayor consecuencia.

A eso habría que agregarle cierto síndrome de “abandono”. Me refiero por supuesto a que el padre de esta nuevo reboot decidió dejar la casa para irse con el vecino de enfrente: J.J. Abrams solo funge aquí como productor dado que estaba muy ocupado haciendo Star Wars. Máxima traición.

Ante la ausencia de Abrams, la producción se dio a la tarea de buscar al mejor hombre para reemplazarlo, pero como no lo encontraron entonces decidieron dejar todo en manos de Justin Lin, director taiwanés completamente hollywoodizado que básicamente ha dedicado su vida a hacer películas de Rápidos y Furiosos (tiene cuatro en su haber), cosa que probablemente no suene demasiado excitante en términos de cine pero sí en términos de facturación (la cuenta bancaria de este hombre agradece esas decisiones laborales).

Así, Star Trek: Beyond no es más que la ejecución, a pies juntillas, de una fórmula probada. Es Star Trek en su forma más pura: acción, humor, algo de suspenso, peligro y mucha aventura. A diferencia de las dos entregas previas, esta se siente más como un episodio extendido de la serie de televisión.

Hay algo que hace bien Justin Lin (aunque me temo que el responsable directo es Simon Pegg, quien no sólo interpreta a Scotty sino que ahora funge también como guionista) y es que sabe impregnar cierta sensación de peligro a la cinta. No han pasado ni 20 minutos cuando toda la tripulación del Enterprise se encuentra ya al borde de una situación extrema y la nave misma recibe castigo como probablemente no se haya visto antes en la historia de la saga.

Lin no tiene problema en dirigir un reparto con gran variedad de personajes, tenemos al Capitán Kirk con ciertos problemas existenciales pero siempre con ese dejo de humor y valentía que Chris Pine le impregna. Tenemos a Spock (Zachary Quinto) en una de sus participaciones más desabridas: sus problemas se reducen a ciertos conflictos maritales con Uhura (Zoe Saldana, quien se limita a verse bien en ese uniforme con faldita), y un nuevo rapport cómico con Bones (Karl Urban) de donde emanan los momentos más divertidos de la cinta.

Hay también algunos personajes nuevos, como Jaylah (Sofía Boutella) una mujer ruda, independiente, completamente maquillada de blanco, con tatuajes en la cara que la hacen parecer la novia de Darth Maul y cuyo rol en la cinta la hace sospechosamente similar a Rey (Daisy Ridley) de The Force Awakens.

Para completar el cuadro está el villano cuyo plan de venganza, aunque predecible, al menos no implica un rayo que cae del cielo con edificios destruidos y escombros flotando (como ha sucedido en prácticamente todas las películas de verano). Se trata de Krall, que no es sino Idris Elba, irreconocible bajo capas y capas de maquillaje y con la voz distorsionada por computadora. ¿Para qué tener a Idris Elba si le vas a poner una máscara y le vas a cambiar voz?, ¿no hubiera sido más económico poner a cualquier actor y la bajábamos a la nómina de la cinta? Sepa la bola, supongo que por eso no me dedico a producir cine.

No obstante su experiencia, Justin Lin resulta torpe en las escenas de acción: ritmo frenético en cortes abruptos que la más de las veces confunden al espectador. Al parecer el hombre no sabe dirigir cosas que no tengan ruedas, por lo que se las ingenia para que en una secuencia clave de la película, Kirk se trepe a una moto (?). Es ahí donde el director se siente en pleno elemento: los caminos y los vehículos en ruedas son lo suyo, no las naves y el espacio.

La cinta exige no tomarse demasiado en serio. Plena en diálogos pseudo técnicos con los cuales se pretende explicar la trama, el mensaje que transmiten es: “no hagan caso, disfruten y sigan comiendo palomitas”.

Y al final eso es Star Trek: Beyond, una película que no soporta el análisis más básico pero que a cambio entrega una buen rato en el cine, con buenos momentos de humor, algunas escenas de acción bien logradas (aquella con cierta canción de los Beastie Boys de fondo) y con la convicción de que una fórmula, bien ejecutada, puede seguir funcionando, aunque tenga 50 años a cuestas.

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