Si en Cloverfield, la exitosa cinta de 2008 dirigida por Matt Reeves, todo era acción, reacción y muchas corretizas en locaciones exteriores mediante una cámara en primera persona (found footage); ocho años después, Av. Cloverfield es justo la otra cara de la moneda: un thriller intenso, opresivo, donde todo sucede en una sola locación y con apenas tres personajes aunque -afortunadamente-  sin la cámara al hombro tan característica de la cinta original y que tantos comentarios negativos le provocara en su momento.

En esta nueva película conviven dos monstruos: la otredad -lo de afuera, lo desconocido- y aquel en quien nos convertimos cuando la paranoia y el miedo a ese otro nos transforma, nos enferma, nos conduce al autoencierro.

Así, la mejor experiencia que pueden tener con 10 Cloverfield Lane es llegar sin tener muchos datos, baste saber que en algún lugar cercano a Nuevo Orleans, en alguna fecha sin determinar (uno supone que todo esto está sucediendo a la par de los hechos narrados en la primera Cloverfield), una chica (Mary Elizabeth Winstead, en la mejor actuación de su carrera) sufre un accidente de auto, pierde el conocimiento y cuando despierta se encuentra encadenada en el sótano de algún lugar. Su captor, un hombre robusto de edad avanzada llamado Howard (impresionante John Goodman) le explica que no la ha secuestrado sino todo lo contrario, la acaba de rescatar.

Resulta que afuera de aquel búnker donde se encuentran, algo ha sucedido y -según Howard- es imposible que nadie salga del lugar si es que quieren seguir vivos. Hombre previsor, Howard tenía tiempo de estar construyendo su búnker para cuando viniera la última gran guerra, por lo que el lugar contiene agua, comida y aire suficiente como para sobrevivir más de dos años, y eso es justo lo que Howard está dispuesto a esperar con tal de no correr el riesgo de salir a la superficie y sufrir una muerte al parecer inminente.

La premisa, en apariencia sencilla, se convierte en un efectivo vehículo de suspenso cuyos guionistas hacen aún más interesante mediante el uso de múltiples interrogantes que no necesariamente encontrarán respuesta, giros constantes e insospechados escenarios de tensión construidos alrededor de silencios, canciones (aquella secuencia con I think We’re Alone Now de Tommy James y los Shondells) y la explosión emocional de un hombre -Goodman- quien representa el mayor de los misterios en la cinta.

La dinámica entre estos tres personajes pasa de la desconfianza a la complicidad y viceversa, una y otra vez. El director y sus guionistas (con la mano invisible pero identificable de J.J. Abrams como productor) arman un escenario que no sólo contagia la paranoia sino que hace las veces de inteligente juego generacional: el hombre viejo, en apariencia sabio, previsor, que nos advierte de un gran peligro por venir, que se arma hasta las cachas para enfrentarlo pero que no termina de convencer a los jóvenes quienes no se tragan la historia tan fácil, no sin pruebas, no sin luchar.

Así, más que jugar a la secuela o coquetear con el blockbuster de verano, el debutante Dan Trachtenberg y sus guionistas (Josh Campbell, Matt Stuecken y Damien Chazelle, este último también director de Whiplash) entregan una estupenda pieza de suspenso que busca decir algo sobre el autoritarismo, la lucha generacional, el poder y la paranoia. El arma secreta en todo este juego se llama John Goodman, de quien no es extraño esperar siempre una buena actuación pero en este caso se vuelve -de nueva cuenta- en un personaje emblemático, oscuro y de cuyo trabajo podríamos esperar (si la desmemoria no juega en contra) una nominación al Oscar.

Es por todo este armado, en apariencia tan exacto pero definitivamente efectivo en la manipulación de nuestras emociones, que la resolución final resulta algo decepcionante. Es en ese tramo donde la cinta finalmente se decide a jugar al cine de acción y, aunque lo hace con gracia, no deja de ser disonante con lo hasta entonces alcanzado. Vamos, esta película merecía un final menos complaciente y tan oscuro como su génesis misma.

Esto último  no le resta gozo; Av. Cloverfield es una estupenda cinta de suspenso, bien armada, mejor actuada y que en definitiva es mucho más interesante que su predecesora.

El escenario político que vive actualmente Estados Unidos, donde otro loco paranoico quiere convencer a toda una nación que allá afuera está el monstruo y que más valdría pertrecharse tras de un muro, hace de esta no sólo una película de su tiempo sino una experiencia tan perturbadora como pertinente.

Twitter: @elsalonrojo

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