Los rumores eran ciertos. Fantastic Four, el nuevo intento por llevar al cine uno de los conjuntos de superhéroes más famosos de la firma Marvel, no sólo es la peor película del verano, seguramente será la peor del año y da la pelea por los primeros lugares para el deshonroso título de la peor película de la década.

La historia de los Cuatro Fantásticos en el cine no es sino la crónica de un desastre anunciado, provocado ya sea por la incompetencia de sus directores/guionistas o por las infames órdenes de los estudios/dueños de la franquicia, capaces incluso de hacer una película mediocre con el único propósito de cumplir con ciertas condiciones contractuales para no perder el negocio.

Así sucedió en 1994, cuando el estudio propietario de la franquicia ordenó se filmara una película de los Cuatro Fantásticos con Roger Corman como productor y el (aún) desconocido Oley Sassone bajo la dirección. El problema fue que nadie le avisó al director, a los actores, ni al propio Stan Lee, que la idea era hacer la película pero jamás estrenarla, sólo se trataba de cumplir con un trámite para no perder los derechos de la franquicia. Así, la cinta de 1994 jamás llegó a los cines, aún cuando se diseñaron un cartel y un trailer que nunca vio la luz.

Ya para 2005, envalentonados con el éxito de Spider-Man (Raimi, 2002) y X-Men (Singer, 2000), la FOX produce una nueva versión de los 4 Fantásticos, con Chris Evans (el soon to be Captain America) y Jessica Alba como protagónicos. No se lo pensaron demasiado en cuanto al director, encargándole el trabajito a Tim Story, un director a lo más mediocre en cuyo historial figuran comedias raciales como Taxi (2004) y Barbershop (2002). El resultado fue una cinta bastante sosa, pueril, pero que al menos recaudó lo esperado y le dio al director combustible suficiente como para hacer una más, Fantastic Four: Rise of Silver Surfer (2007), que salió aún peor que la primera.

Con ese antecedente había suficientes razones para ser optimistas por esta nueva versión de los Fantásticos. En primera, por la elección del reparto, con nombres como Miles Teller y Kate Mara; y en segunda por la elección de director, Josh Trank, quien en Chronicle (2012) habría demostrado una sensibilidad diferente respecto a las historias de superhéroes. En aquella cinta -con guión de Max Landis- trastocaba una piedra angular del universo Marvel: ¿qué pasaría realmente si un adolescente, retraído y nerd (como Peter Parker) adquiriera poderes?, ¿el resultado sería un amigable Spider-Man o un psicópata acomplejado con mucho poder?

La clave del porqué el Fantastic Four de Josh Trank es un desastre podría explicarse a través de Chronicle y su particular enfoque sobre los superpoderes.

Fantastic Four empieza con la historia de Reed Richards (Miles Teller), niño genio que desde la primaria estaba obsesionado con la teletransportación. Ya como adolescente, es reclutado por el Dr. Franklin Storm (Reg E. Cathley) quien, con otro grupo de genios, trabajará en perfeccionar su máquina teletransportadora.

El armatoste funciona, aunque con un pequeño tema, el aparato no teletransporta gente, sino que la envía a otra dimensión. Los hombres de traje y el dinero no quieren que sus jóvenes inventores (Richards, los hermanos Sue y Johnny Storm, y el pedante Victor Doom) sean quienes hagan el primer viaje a esa dimensión. Jóvenes al fin, lo hacen sin la supervisión de los adultos y el resultado es obvio, todos sufren mutaciones extrañas: Sue Storm (Kate Mara) se vuelve invisible a voluntad, Johnny Storm (Michael B. Jordan) es una antorcha humana, Ben Grimm (Jamie Bell) se convierte en una mole de piedra, Richards se torna elástico y Victor Doom queda atrapado en la otra dimensión.

Hasta aquí, Josh Trank dirige la historia sin muchos aspavientos, sin pizca de humor, tomándose el tema muy en serio, tan en serio que hace del proceso de tener superpoderes no algo deseable, sino un infierno. En el único momento de tensión en la cinta vemos a estos adolescentes, confinados por el gobierno, convalecientes, sufriendo la tortura de sus adquiridos “superpoderes”: un Johnny Storm que grita de dolor cada que se prende en llamas, un Reeds que pareciera crucificado en una cama, un Ben Grimm casi en la demencia al no entender qué le ha pasado.

La visión oscura, casi cruel de Trank va en dirección opuesta a todo lo que ha hecho Marvel hasta el momento. Para Marvel, tener superpoderes debe ser casi una bendición, no una tortura. Si bien hasta ese momento la narrativa de Trank no estaba exenta de tonterías varias, resultaba interesante respecto a su alejamiento a la clásica historia de orígenes: un ritmo casi fúnebre, oscura en la mayoría de sus imágenes, con cierto entusiasmo juvenil que de tajo es arrancado de las personalidades de estos chicos justo al momento de tener poderes para convertirse en títeres del gobierno. Demasiada densidad y tonos negros para una película de superhéroes Marvel.

Después viene el caos. Y es aquí donde cuasi adivino que algún ejecutivo tomó las riendas: han pasado casi dos tercios de la cinta y no hemos visto absolutamente nada de acción, hacen falta los madrazos de rigor, hace falta el villano de caricatura, hace falta la secuencia de acción. Que venga el CGI.

Entonces el pasmo es absoluto. El último tercio de la cinta es un amasijo horrendo de efectos mal hechos por computadora en una secuencia de 15 minutos filmada completamente en pantallazo verde, sin menor sentido del ritmo, asombro ni mucho menos lógica. Los personajes dejan de serlo, son avatares de computadora, con un Doom completamente estéril, sin motivación ni personalidad. Estamos ante un videojuego donde los personajes hacen cosas que no se entienden y en realidad no importan.

Es auténticamente doloroso ver a Miles Teller vuelto botarga, recitando unos diálogos genéricos mientras el CGI hace lo suyo con sus brazos y piernas alargados. Es triste pensar que este tipo, que nos emocionó al éxtasis en Whiplash, sea ahora parte de esta payasada infame. La película enferma a tal grado que uno piensa que ni Michael Bay lo podría haber hecho tan mal. Y es que estamos a niveles de desastre tipo Transformers, probablemente peor.

Fantastic Four podría ser interesante cuando alguien cuente qué es lo que realmente pasó detrás, cuáles fueron las presiones que llevaron al cambio de ruta: ¿acaso los hombres de traje y del dinero se metieron a opinar?, ¿acaso Marvel mismo quiso poner un alto?, ¿o todo es culpa del director? Y es que, haciendo honor, habría que recordar que justo la peor parte de Chronicle es su último acto, donde Trank mostraba su incapacidad total para manejar bien las escenas de acción y el CGI.

El desastre está anunciado. La distribuidora no espera nada, las salas en la función de medianoche (usualmente a reventar en este tipo de estrenos) están vacías. Ojalá los exhibidores traten a esta cinta con el mismo rasero con el que tratan a las películas mexicanas, quitándoles salas a media semana so pretexto de que no venden.

Por último: no se esperen al final de la película, no hay escena extra, yo me quedé esperando que alguien me extendiera una disculpa, o que algún alma caritativa me regresara mi dinero. Eso si hubiese sido fantástico.

Twitter: @elsalonrojo

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