Ayer vino un paciente a consulta. Me cuenta que su médico le acaba de decir que necesita controlar su presión arterial. Su expresión mientras me lo contaba era de sorpresa porque si bien reconoce estar un poco “pasado de peso” no entiende bien por qué el médico le dijo que “tiene que comenzar a moderar el consumo de sodio” y me asegura que él jamás le pone sal a lo que come.

Es importante decir que una cosa es la sal de mesa y otra es el sodio. La sal es cloruro de sodio y está compuesta 40% sodio y 60% cloro y es “indispensable” para las funciones del cuerpo y la regulación de fluidos y los humanos no podemos vivir sin ella.

Bueno, en realidad lo que necesitamos es sodio, mineral que está, además, de manera natural, en muchísimos alimentos que consumimos frecuentemente. El tema es cuando excedemos el consumo. Hay quienes al pasar de una cucharadita o 5 g de sal (2 g de sodio) comienzan a tener reacciones adversas, entre ellas, elevada presión arterial, retención de líquidos, etc.

¿Qué es lo que sucede? Que el sodio es de gran utilidad en la industria alimentaria ya que es el principal conservador, lo que significa que un alto porcentaje de alimentos industrializados lo contienen. Además, ayuda como potenciador de sabores y mejora la textura de algunos alimentos.

Es ahí donde está el detalle. Un elevado consumo de productos industrializados, procesados o empaquetados eleva el consumo de sodio en la dieta lo que se traduce, en personas hipertensas o sensibles, en problemas de salud. Así de sencillo pero poco conocido es el tema.

Eso es lo que le pasa a mi paciente de ayer y de lo que no tenía idea. La dieta que lleva no es correcta para la condición que presenta y no está ayudando para nada su control.

Ahora, ¿cuáles recomendaciones le di? Se las comparto:

  1. No poner sal extra a la que contienen los alimentos
  2. Al cocinar no agregar sal, consomé de pollo, salsa de soya, salsa inglesa. Sazonar con especias y hierbas de olor (curry, azafrán, mostaza, laurel, tomillo, cebollín, albahaca, orégano, pimientas, hinojo). Puede usar, con moderación, sustitutos de sal (suelen ser de potasio).
  3. Evitar al máximo “abrir empaques” de comida preparada o precocinada. Los únicos que se valen son verduras crudas o congeladas en su forma original.
  4. Disminuir el consumo de embutidos y carnes frías (salchicha, pechuga de pavo, jamón, salami, etc) y el de quesos, pescados ahumados y alimentos enlatados.
  5. No consumir botanas, aderezos ni frituras comerciales.
  6. Disminuir la cantidad de panes, pastas y repostería industrial.
  7. Evitar agua mineral, bebidas light y refrescos.
  8. Buscar en las etiquetas productos bajos en sodio.

Suena complicado, pero no lo son. La idea es encontrarle el sabor a los alimentos así como son y así como saben. Al principio quizá cueste trabajo, pero vale la pena. Es mucho más peligroso vivir con hipertensión que cocinar sin sal.

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