La semana pasada dije en este espacio, que las dos preguntas que me parece fundamental plantearse sobre el futuro gobierno de AMLO son: ¿De verdad va a poder cumplir todo lo que le prometió a todos los que le prometió? Y ¿De verdad podemos tener esperanza de que el país va a cambiar como nos prometió y como tantos esperan?

Sobre lo primero, hice mis cuestionamientos en ese artículo y me comprometí a hablar sobre lo segundo hoy. Sin embargo, lo haré hasta la próxima entrega porque no terminé con el tema anterior, al que vuelvo hoy.

Además de los pobres y la pobreza y lo que ellos esperan con las promesas hechas en campaña, hay otros que también esperan que la llamada por él “cuarta revolución” les haga justicia. O como dijo un amigo de Pedro César Carrizales, el chavo banda ahora electo en San Luis Potosí: “Espero que ora que él ya está arriba, no nos deje abajo”.

Allí están grupos corporativos a los que se les hicieron promesas, como los maestros de la CNTE, las guardias comunitarias y los comuneros. Ya los de Atenco avisaron que quieren ser tomados en cuenta para las decisiones sobre el nuevo aeropuerto, los maestros han amenazado con salir a las calles y organizaciones de derechos humanos se han opuesto a los anuncios del próximo secretario de seguridad pública respecto a los migrantes centroamericanos. Y están quienes por el contrario, se niegan a aceptar lo que ha dicho el próximo presidente. Los trabajadores del Estado que no quieren irse de la CDMX y los magistrados de la Suprema Corte que no quieren que les bajen sus sueldos y pensiones.

Están también los campesinos, a quienes se les prometió revivir el campo para producir lo que nos comemos y aquellos a quienes se ofreció amnistía por sembrar lo que termina convirtiéndose en droga. Están los parientes de las víctimas y quienes viven en zonas de enorme inseguridad y delincuencia, a quienes se les aseguró que se acabaría con eso.

Están además los seguidores del líder, los que siempre estuvieron con él y se jugaron por él cuando eso no daba prestigio ni ganancia, a quienes los muchos años de dedicación no les han merecido recompensa. La escritora Elena Poniatowska lamentó que en el cierre de campaña en el estadio Azteca el espectáculo lo hicieran recién llegadas como la cantante Belinda y no Jesusa Rodríguez que desde hace muchos ha apoyado a AMLO. Y Julio Boltvinik escribió: “Estamos muchos descontentos con algunas cosas que hiciste durante la campaña: aliarte con un partido de derecha e incorporar a tu equipo a militantes de la derecha mexicana (les diste espacio en candidaturas o gabinete, desplazando a militantes de izquierda que te han apoyado durante mucho tiempo)”.

Amigos personales de Andrés Manuel también han dicho que esperan que la amistad de tantos años signifique algo a la hora de repartir cargos, pero hasta ahora no saben si eso sucederá porque allí están en curules, alcaldías, gubernaturas y direcciones personajes salidos del oportunismo, como es el caso del panista que va a dirigir el IMSS y de otros varios. Y si estiramos la cuerda, esto vale hasta para los propios hijos del presidente electo, que ven como a los hijos de otros se les otorgan cargos y a ellos se los deja fuera.

Pero sobre todo, me parece a mí, lo están esperando el Ejército y la Marina, que se la han jugado por todos nosotros desde que los mandaron a la batalla contra el narco y la delincuencia y a los que sin embargo, les han cargado la mano acusándolos de ser responsables de la violencia. A ellos López Obrador los maltrató durante la campaña, pero es la hora que aún no se ha reunido con ellos para sellar esa reconciliación que ha insistido en que será el signo de su gobierno y que ha presumido con los empresarios y con sus adversarios políticos, siendo que los militares y marinos lo merecen también y que los ciudadanos lo necesitamos.

Escritora e investigadora en la
UNAM. sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.c om

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