El segundo sismo grave en un 19 de septiembre, 32 años después del anterior, ha impactado fuertemente la Ciudad de México de manera sorpresiva, tanto por su repetición, como por sus características. En un principio parecería que por su magnitud de 7.1 no debería haber causado daños severos. Sin embargo, esto no fue así. Hasta el miércoles por la noche se habían reportado 38 edificios que colapsaron, 101 muertos, cientos de heridos e incontables daños materiales, tan sólo en la Ciudad de México. Haciéndolo el segundo terremoto más catastrófico desde 1985.

El daño que causó se puede explicar por dos razones de fondo. La primera es que el sismo sucedió a sólo 120 kilómetros al sur de la Ciudad de México, en Axochiapan, Morelos. Esto hace que sea mucho más intenso que si hubiese pasado en las costas del Pacifico mexicano. Por ejemplo, tan sólo hace unos días, el 7 de septiembre, sucedió un temblor de magnitud 8.2 en las costas de Chiapas, a más de 700 kilómetros de la Ciudad de México. El temblor más grande registrado en un siglo, pero por su distancia los daños en la ciudad fueron mínimos. De igual forma, el sismo del 19 de septiembre de 1985 fue de intensidad 8.1, a sólo 300 kilómetros de distancia de la capital. El cual fue cinco veces más intenso que el registrado el 7 de septiembre, lo que explica los enormes daños que causó, como los 412 edificios destruidos (10 veces más que en el actual sismo).

Además, la cercanía del epicentro del temblor y en un lugar en el que se registran pocos sismos de dicha intensidad, también explica el porqué no sonaron las alarmas sísmicas con tiempo suficiente. En esta ocasión, la alarma sonó sólo entre 11 y 19 segundos de anticipación. Las alarmas sísmicas están colocadas en la costa del Pacífico, en Guerrero y Oaxaca, previniendo sismos intensos que se originan regularmente en esta zona, lo que permite alertar con tiempo suficiente a la población ante un evento y ponerse a salvo.

La segunda razón de fondo tiene que ver con el mismo desarrollo de la Ciudad de México, que igualmente explica el porqué son tan intensos los sismos en la ciudad. A simple vista existe un patrón de los edificios que colapsaron y están dañados. Recorren en diagonal desde Xochimilco hasta la Reforma, como si se localizaran alrededor de avenida División del Norte, recorriendo Coapa, Culhuacán, Tlalpan, la Del Valle, Narvarte, Roma y Condesa, entre otras zonas afectadas.

Este patrón no es en lo más mínimo fortuito. De hecho, corresponde al antiguo lago de Xochimilco. Hay que recordar, que existían cinco lagos en la zona que hoy ocupa la metrópoli: Zumpango, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco (aquí se puede ver su localización). Siendo Xochimilco uno de los más grandes, que abarcaba desde la actual delegación Xochimilco hasta Azcapotzalco, recorriendo justo en una diagonal el valle de México.

Entonces, después de haber sido desecados en su mayor parte estos lagos, se urbanizaron con el pasar de los siglos. Esta situación es bien conocida e implica que el subsuelo en muchas zonas urbanizadas de la metrópoli no es blando. Es un subsuelo arcilloso que amplifica y alarga las ondas de los sismos, lo que hace que sean mucho más intensos que una zona firme y los vuele más peligrosos.

A esto hay que agregarle que los acuíferos subterráneos, de los que se abastece de agua a parte la ciudad, se encuentran sobreexplotados. Al respecto, esta sobre explotación genera hundimientos de la ciudad, lo que altera el subsuelo y también causa diversos daños en edificaciones, lo que las hace más frágiles a los sismos.

Estas razones son sólo una parte de la explicación del patrón de daños en edificaciones en la ciudad. Habrá que esperar para conocer todas las características de los edificios colapsados y dañados, así como el contexto en el qué fueron construidos (como bajo corrupción), lo que contribuirá a explicar con detalles la actual tragedia y a prevenir que se repita algo así en el futuro.

Finalmente, el sismo nos recuerda de nueva cuenta la fragilidad de la Ciudad de México por haber sido construida sobre un lago y por la pésima administración del agua que se tiene. Paradójicamente, se sobreexplota el agua a la vez que se hunde la ciudad y hay escases del vital líquido, mientras que ante la primera lluvia severa se inundan muchas zonas de la ciudad (como ha sucedido varias veces este año). Situación que se agravará en el futuro, aunque suene totalmente catastrófico, debido al cambio climático que generará mayor escases del agua e incrementará la intensidad de las precipitaciones en la metrópoli. Una ciudad que hoy es frágil ante sismos… y ante las lluvias, una ciudad proclive a las tragedias. Esto tiene que cambiar.

Salvador Medina Ramírez es economista con maestría en urbanismo.

Google News

Noticias según tus intereses