Uno de los grandes cambios que el mundo actual reclama es la construcción de una sociedad más abierta, tolerante e incluyente. En nuestra realidad compleja y polarizada circulan flujos materiales y económicos prácticamente sin restricciones; vivimos una explosión de interconexiones a través de las redes sociales, mientras que en otros ámbitos se construyen muros que refuerzan las diferencias y acentúan la exclusión.

En su Informe mundial sobre la discapacidad, la Organización Mundial de la Salud revela datos importantes, como el hecho de que 15% de la población mundial —es decir, más de mil millones de personas— tiene alguna forma de discapacidad. Es necesario diseñar prácticas, infraestructuras y protocolos que incorporen las diferentes capacidades.

En cuestiones de equidad de género, ONU México señala que la participación económica de las mexicanas es de 43%; de ese total, 56.6% de las trabajadoras lo hacen en la informalidad; 55% de las adolescentes no estudian ni trabajan. Si queremos imaginar otro México posible, urge transformar esta realidad. Según el Foro Económico Mundial, el talento es uno de los factores fundamentales para el crecimiento y la competitividad, y cuando las mujeres y las niñas no están incluidas perdemos habilidades, ideas y perspectivas que son fundamentales para enfrentar los retos globales y aprovechar oportunidades.

En el Tecnológico de Monterrey compartimos con nuestra comunidad el objetivo de mantener y procurar el respeto a la dignidad de las personas por encima de todo. Hoy nos comprometemos en lograr una profunda transformación cultural. La columna vertebral de este compromiso es el recién creado Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana. Su propósito es fomentar una cultura de respeto a los derechos humanos, trato digno y valoración de la diversidad en todos nuestros espacios.

Nuestra agenda se fundamenta en la valoración y el respeto de la persona, independientemente de sus capacidades físicas, edad, género, preferencia sexual, condición de salud, nivel de ingreso y origen étnico; así como en propiciar ambientes de estudio, trabajo y convivencia seguros y libres de acoso y violencia. Se trata de que la diversidad no se perciba como una amenaza que nos detenga, sino como una oportunidad de encuentro y diálogo que nos enriquezca. Queremos apoyar el empoderamiento de todas nuestras alumnas y alumnos, profesores y colaboradores con una cultura que nos haga mejores seres humanos y ciudadanos productivos.

En nuestro Reporte de Diversidad e Inclusión 2018, damos cuenta detallada de los avances en programas y proyectos destinados a este fin. Nuestros esfuerzos requieren de la planeación y acción conjunta y decidida de quienes conformamos el Tec de Monterrey. Es una labor que abarca todos nuestros campus y entidades, con un enfoque transdisciplinar.

Algunos ejemplos de nuestras tareas son: la actualización y publicación de protocolos de actuación, incluyendo el de prevención y atención de violencia de género, inspirado en el Programa HeforShe de la ONU; la implementación de una cultura de cero tolerancia; la creación de sistemas de denuncia y seguimiento a situaciones o conductas que atenten contra la dignidad humana; el diseño de infraestructuras que se adecúen a las necesidades de todos las que las utilizamos; el fomento y respeto a la libre expresión y la creación de grupos estudiantiles que representen nuestras diferencias.

Las sociedades más innovadoras del mundo han entendido que la diversidad suma. Para transformarse, México requiere de ciudadanos dotados de una cultura incluyente que posibilite ambientes plurales y de respeto a la diversidad. Sólo en esas condiciones surgirá la creatividad necesaria para la innovación.

Hoy celebramos con orgullo los 75 años de vida de la institución, con el compromiso no sólo de alcanzar altos estándares académicos, sino de que éstos tengan un espíritu incluyente y un profundo sentido humano.

Presidente del Tec de Monterrey.
@Salvador

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