El peso se estabilizó en 2017 con las medidas tomadas por las autoridades en 2016, incluyendo aumentos acelerados de tasa de interés, un esquema de coberturas, y el compromiso de frenar el déficit fiscal. Pero esa estabilización sólo era temporal, porque las causas del debilitamiento son mayores.

Por eso su recaída contra el dólar a fines de 2017. Tres eventos para empezar: el cambio de gobernador del Banco de México, la renegociación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y el continuo aumento de tasa de interés por la Reserva Federal estadounidense.

En el caso del Banco de México, el aumento de la inflación en noviembre y el reconocimiento anticipado por el Banco de que la tasa anual de diciembre sería superior a la de noviembre, además de numerosas referencias a riesgos en su más reciente comunicado, sólo confirmaron que la variable de ajuste sería el peso.

Que la inflación vaya a aproximarse a 7% en diciembre y que a estas alturas de la reforma de energía el Banco tenga duda sobre cuánto puede aumentar el precio del gas LP, entre otros, sugiere que su control sobre la inflación es casi nulo, porque la mayor parte de la inflación son costos de energía.

En el TLCAN, el gobierno se puso en una postura que no le ayuda a sacar adelante la negociación. Nunca quiso reconocer que no se trata de “modernizar” el TLCAN, sino de defender su supervivencia. Al no reconocerlo, insistió en que no aceptaría propuestas que limitaran el libre comercio, cuando éste ya estaba más que rebasado.

Así, cuando llegaron las propuestas estadounidenses de aumentar la regla de origen y sujetar la exportación agrícola a ciertos aranceles, entre otros, México no pudo, por lo menos hasta ahora, hacer contrapropuestas que agilicen la negociación. La falta de línea estratégica de toma de decisiones desde el más alto nivel hasta el nivel de los negociadores es evidente y lamentable.

Resultado, paralización de toda inversión de gran tamaño y castigo al peso.

Y la Reserva Federal aumentó su tasa de interés en 25 puntos base. Con la actividad económica reanimada en Estados Unidos, podría tener que subir las tasas más aprisa de lo que hoy espera el mercado.

Para colmo, un nuevo evento es que la reforma fiscal de Estados Unidos salió adelante con velocidad sorprendente. México queda en desventaja con la tasa de impuestos a empresas en 21%, otro golpe al peso.

No parece factible que México hoy replique los anuncios de principios de año que frenaron la depreciación del peso. Primero, porque el recorte de gasto público y aumento de impuestos de gasolina que fueron lo importante de la corrección en 2017, no pueden repetirse ahora. Y, segundo, porque ya anunció la meta de reducción de deuda a PIB a 46% el próximo año. Esto, lo más importante, ya lo sabe el mercado y después de ello es poco lo que puede anunciar.

Por lo tanto, cualquier intervención tendría que tener algún nuevo ingrediente, pero lo más probable es que será necesaria una mayor tasa de interés y más coberturas. Estas últimas, al final, son una burbuja de pesos que puede convertirse en demanda de dólares o reinvertirse en México, si las cosas se tranquilizan.

La escasa oportunidad de fortalecer al peso requeriría medidas fiscales de corto plazo que congelarían aun más la inversión del gobierno de manera visible, congelando también la economía. También se requerirían mayores tasas y más coberturas cambiarias. Una milagrosa negociación rápida del TLCAN, concediendo mucho de las demandas estadounidenses, también podría . Pero no hay muchas alternativas.

Analista económico. rro@gmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses