Un problema frecuente entre analistas del comercio internacional es la confusión de la teoría de libre comercio con la práctica del comercio, mismo que en realidad nunca es cien por ciento libre.

Éste lleva al error, en las negociaciones entre países, de insistir en respetar los principios de la teoría, cuando el péndulo político cambia. El problema lo enfrenta México en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y en la actitud estadounidense de juzgar con otra óptica y como negativos los efectos del comercio en regiones importantes. Este divorcio de visiones pone en riesgo un tratado que México necesita más que Estados Unidos.

La cerrazón estadounidense se basa no en las teorías, sino en sus propias observaciones de los hechos, aunque interpretados por ellos mismos. A diferencia de la negociación del tratado original, a principios de los 90, cuando los equipos negociadores tenían la misma visión de la promesa del comercio, según la teoría, hoy cada uno tiene una visión diferente.

Pero, aun así, las propuestas estadounidenses de cambiar el TLCAN no están disparatadas. Por ejemplo: la exigencia de una mayor regla de origen de contenido nacional y regional en los automóviles y otras manufacturas busca que aumente el valor agregado por los miembros del TLCAN en los productos que se exportan entre sí. Se entiende así que lo prioritario es proteger la producción y el empleo en la región y no simplemente mover componentes y productos entre países.

Un ejemplo es el acero, donde la manufactura estadounidense caía cada año. Hoy las empresas acereras están pasando por un buen momento y aumentan mucho su inversión, animadas además por la reforma fiscal. De ahí que en las áreas hasta hace poco deprimidas del medio-oeste de ese país el empleo haya aumentado en medio millón de obreros en construcción, manufacturas y minería apenas en unos meses.

Esto ha creado un buen ambiente de negocios, ventas en aumento y sobre todo mejores expectativas. Las menores tasas de impuestos a las empresas a partir de este año han potenciado este clima, aunque por el otro lado viene acompañado de proteccionismo contra las importaciones.

En México no se ha reconocido que la mayor regla de origen nos obliga a agregar mayor valor mexicano en los productos de exportación y que eso no es malo, sino bueno, pues nos obligaría a aumentar producción local y con ello empleo y salarios. Por supuesto nos obliga a tener políticas para incorporar componentes nacionales o de la región, y no sólo esperar que el libre comercio lo resuelva todo y al final acabar incorporando componentes chinos en los productos, como se ha venido haciendo.

Es cierto que el déficit comercial entre dos países no debería ser una meta de política comercial. Sin embargo, sí es un indicador de cuál es el país cuya demanda sirve de sustento al comercio y, por lo tanto, a la producción del país superavitario. Si el déficit de un país aumenta sistemáticamente en su comercio con otro país, significa que el crecimiento de la demanda proviene del país deficitario y no del país exportador. Al final la teoría del libre comercio se sustenta en que la demanda debe crecer en los dos países y no sólo en uno.

Como esto, otros planteamientos. Sin hacer de lado que la renegociación del TLCAN hoy tiene un tono proteccionista, mucho se puede negociar adaptándose a la nueva realidad sin dañar la producción y el empleo irremediablemente. En todo caso, lo que México tendría que buscar en la negociación son periodos de tiempo amplios, de varios años, para cumplir con los nuevos planteamientos.

Analista económico. rograo@gmail.com

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