En México hay preocupación por la inminente reforma fiscal de Estados Unidos, por lo menos en la reducción de la tasa de impuesto sobre la renta (ISR) a empresas, de 35% a 20%. Preocupa que, con la tasa mexicana de 35%, los 15 puntos de diferencia harían que grandes empresas mexicanas se domicilien fiscalmente en aquel país y reduzcan sus contribuciones en México.

Si México perdiera esa base gravable sería muy grande, sobre todo porque la contribución de las empresas está muy concentrada en un número muy corto de grandes contribuyentes.

Algunos líderes consideran que este impacto sería aun más fuerte que el de perder el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Y, así, proponen una “respuesta inmediata”, pues alguien estima que México perdería 210 mil millones de pesos, con un análisis meramente mecánico de los 15 puntos de diferencia.

Pero no hay que ir tan rápido de un razonamiento al siguiente. Primero, porque la versión final de la reforma estadounidense está aun por definirse. Lo que falta es tan importante que haría gran diferencia en el grado de impacto.

Segundo, aun si la tasa de ISR bajara a 20%, no hay que suponer que el gobierno y el Congreso de ese país son tan ingenuos como para regalar 15 puntos porcentuales de tasa nada más porque sí. Lo que harían sería eliminar ciertas deducciones que hoy tienen los contribuyentes y que les permite reducir el ingreso gravable, como pagos de impuestos a estados, gastos médicos, gastos de educación y otros. Eso reducirá el costo fiscal de la reducción.

Tercero, como los regímenes de impuestos son diferentes entre México y Estados Unidos, lo que hay que comparar son las tasas y las deducciones que se permiten en cada uno. Como el sistema mexicano permite más deducciones y tratamientos especiales y preferenciales que el estadounidense, lo relevante es comparar la tasa efectiva, una vez consideradas las deducciones.

De todas maneras, hay que admitir que la reducción y algunas innovaciones del proyecto estadounidense, como una tasa reducida para pequeños negocios manejados por sus dueños y gastos de investigación y desarrollo, harían ver la inversión en ese país como más atractiva de lo que hoy es. Y combinados con una tasa de 20% que es mucho menor a las de Europa y el resto del mundo no asiático (excepto Reino Unido e Irlanda), da un mensaje muy positivo a los empresarios.

Lo anterior, porque siempre va a ser más atractivo para un contribuyente una tasa baja con menos deducibles y excepciones que una tasa alta con muchos deducibles y excepciones. Esto, porque da mayor certidumbre y es menos costosa de administrar para el contribuyente.

Es en el punto anterior en donde la reforma fiscal estadounidense tendría un impacto significativo en México, más que nada por el ambiente que crea alrededor de una menor tasa, menores escalones de ingreso, menores excepciones y un trato preferentemente claro para negocios pequeños. Lo anterior, aun cuando la tasa efectiva en la práctica no resultara mucho menor a la de México.

Una vez que se conozca el nuevo sistema, en México se debe estimar el impacto de igualar la tasa y equiparar las deducibilidades con el sistema estadounidense. Y ese es el impacto del cual hay que partir, más que el de los 15 puntos porcentuales de diferencia.

La Oficina de Presupuesto del Congreso estadounidense estima que el proyecto fiscal elevaría el déficit fiscal. Esto es probable, pero no necesariamente ocurriría, si Estados Unidos logra producir más internamente y atraer mayor inversión y actividad que la que hoy tiene.

Analista económico.
rograo@gmail.com

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