Si promediamos los más recientes sondeos como los de Mitofsky, Parametría, El Financiero e incluso las síntesis de encuestas de Oraculus y El País y en espera de la próxima de EL UNIVERSAL, todo apunta a que Andrés Manuel López Obrador ganará la elección presidencial del próximo domingo 1º de julio en solo 24 días.

Una percepción que se ha venido fortaleciendo de manera consistente y hasta insólita sobre todo en las semanas recientes. Principalmente porque rompiendo esquemas de comportamiento a estas alturas del proceso, el candidato de Morena, PT, PES no solo quebró el techo que los especialistas le asignaron, sino que increíblemente sigue subiendo en cada encuesta; un puntito o dos, pero siempre hacia arriba, ahora hasta el 50 por ciento de las preferencias. En cambio, su perseguidor Ricardo Anaya parece haber perdido piernas, sobre todo después de aquel inesperado gancho al hígado de la respuesta de la cartera en el segundo debate, seguido del implacable uppercut del Riqui Riquin Canallín; desde luego antecedidos por las revelaciones sobre su patrimonio y la ya célebre nave industrial millonaria que lo han bajado al 24 por ciento. En paralelo, el relanzamiento de su campaña y la renovación de la dirigencia del PRI con la llegada de René Juárez, han revitalizado las aspiraciones de José Antonio Meade, candidato de PRI-Verde-Panal, al grado de que algunas mediciones ya prácticamente lo empatan con Anaya al llegar al 22 por ciento. Así que ahora su estrategia es probar en apenas una semana que se posiciónó en un segundo lugar indiscutible; que el candidato del PAN-PRD-MC está ya fuera de la contienda. Y que en las dos semanas últimas a partir del 15 de junio la feroz disputa por la Presidencia de la República será un pleito de solo dos: López Obrador contra Meade.

Pero más allá de las frases hechas de que “todavía puede pasar cualquier cosa”; que “no se puede descartar una sorpresa” o que “esto no se acaba hasta que se acaba”, parece que la distancia es insalvable y que la suerte está echada en favor del porfiado candidato que lo intenta por tercera vez.

Un análisis elemental de las motivaciones del voto coloca en el centro el tema de la corrupción, frente a la cual la honestidad de Andrés Manuel es su mayor fortaleza. Mientras que en sentido contrario ha sido una pesadísima losa priísta sobre Meade y ahora también una carga insostenible para Anaya.

Sin embargo, hay que reconocer que pese a su creciente legión de seguidores reflejada en las encuestas, sigue habiendo un rabioso antilopezobradorismo que continúa masticando si de verdad no hay algún modo de evitar su llegada a la Presidencia. Y con una mal fingida preocupación hablan de la posibilidad de aberraciones como un fraude patriótico y hasta de un crimen de Estado; ambos supuestos igualmente inadmisibles porque implicarían un gigantesco incendio en el país, que nadie podría sofocar.

Por ello, resulta urgente detener la peligrosísima configuración de un escenario donde se nos está haciendo cotidiana la violencia política en la que, por lo pronto, la estadística es ya aterradora: más de un centenar de ejecutados tan solo en lo que va del año si sumamos candidatos, funcionarios, ex funcionarios y periodistas, todos de una u otra manera vinculados al proceso electoral; un aterrador caldo de cultivo que no podemos ni debemos aceptar como premonitorio.

Periodista

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