Por la opulencia frente a la carencia. Por la corrupción institucionalizada. Por el abuso de los que no tienen llenadero. Porque los poderosos creen que los de abajo somos pendejos. Por el robo del futuro a nuestros niños y jóvenes.

A ver:

—Los protagonistas de la clase política traen relojes de miles de salarios mínimos. Discuten el futuro de todos nosotros en restaurantes de lujo con viandas carísimas y vinos no de mesa, sino de meses de nuestros sueldos y todo eso con el dinero que les pagamos con nuestros impuestos, lo mismo si son secretarios de Estado que diputados, senadores, ministros de la Corte y no se diga la caterva de gobernadores rateros. Conciliábulos en los que jamás se habla de los millones de pobres, sino de los millones de pesos que pueden hacer en los grandes negocios al amparo del poder. Nunca de nuestros problemas más apremiantes.

—La inmensa mayoría de los mexicanos vive en la angustia de dos o tres microbuses para ir y venir cada día, los aumentos incesantes en las tarifas del transporte público y los gasolinazos que castigan los bolsillos de los que tienen automóvil; además de la inseguridad como amenaza en cada esquina. En cambio, los políticos truenan los dedos y aparecen como por arte de magia las Suburbans, los carros escolta y por lo menos cuatro o cinco guaruras de un ejército paralelo y patológico. Y cuando hacen falta, helicópteros y aviones hasta para ir de compras al extranjero.

—Los políticos se mueven en la impunidad de las sombras, sin tener que darle cuentas a nadie. A nosotros nos vigilan miles de cámaras fotográficas que te aplican fotomultas instantáneas. Y si te pasas un minuto en el parquímetro ponen la odiosísima araña o te secuestra tu vehículo la grúa. Ríos urbanos de dinero que nadie sabe dónde van a parar.

—Y ni te enfermes del coraje porque tienes que esperar cita en el IMSS o en el ISSSTE o si no estás asegurado irte a una clínica de cuarta a quemarte tus ahorros. En cambio, los poderosos gozan de seguros médicos de amplia cobertura en los hospitales más caros de México y el extranjero, otra vez con los escandalosos presupuestos que dilapidan a cargo de todos nosotros: una clase media cada vez más reducida y golpeada y un creciente número de pobres sexenio tras sexenio.

—Todo un acumulado y pesado fardo de décadas que nos ata al pasado y nos impide acceder al futuro: seis millones de analfabetas, ocho millones de ninis y un aumento de 400% —tan sólo en los diez años recientes— de jóvenes de menos de treinta en nuestras cárceles. En pocas palabras, les cerramos las puertas de las universidades y les abrimos las de las prisiones.

Hasta ahora, yo no he visto u oído que ninguno de nuestros candidatos a la Presidencia se haya pronunciado enérgicamente sobre algunos de estos grandes problemas del país. No importa si el periodo es de precampañas, intercampañas o las campañas que inician a fin de mes. Da exactamente lo mismo. En cambio, en su fastidiosa guerra de lodo se trata de ver quién es el más corrupto o el más inepto. En eso están. Y en eso van a seguir.

Y a propósito, me van a perdonar, pero ya me ganó el hartazgo. Démonos una tregua y retomemos el tema más adelante. ¿Vale?

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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