Por supuesto que se canta al ritmo de “Los marcianos…” que cumplen con mi reciente obsesión por recordar los bailes de vecindad de mi añorado Tepito. ¿Se imaginan ustedes a las decenas, centenares o miles de individuos e individuas coreando y bailando este celebérrimo chachachá del maestrísimo Enrique Jorrín, todos felices detrás de su respectivo candidato?

Pero me temo que la cosa no será tan risueña. Si ahorita ya hay codazos y empujones por hacerse ver o tomarse la selfie con el iluminado o iluminada, imaginen cómo serán las embestidas y las puñaladas traperas para estar junto a los elegidos en la batalla final por la Presidencia de la República en el cada vez más cercano julio de 2018.

Así que desde ahora se intensificará el juego de sumas y restas en que se ha convertido la disputa por Los Pinos. Siguiendo con más recuerdos tepiteños, una lucha libre; una batalla campal de todos contra todos incluyendo los golpes bajos y los piquetes de ojos. Donde las alianzas durarán apenas el tiempo suficiente para ir arrojando a los otros fuera del ring, hasta que quede uno solo reinante en el cuadrilátero manchado de sangre.

Así de encarnizada será la lucha entre los partidos, sus candidatos y sus seguidores. Donde desde ahora han sido puestas en el bote de la basura las estorbosas ideologías y doctrinas. Porque lo único que cuentan son los votos que cada aliado temporal pueda aportar para definir cuál será la cuota de pagos en cargos de todo tipo en caso del triunfo.

Por lo pronto, las ansias oportunistas de ser visto por los probables candidatos se han desatado. Y de ello me constan dos ejemplos recientes: después de una entrevista con Ernesto Cordero, nuevo presidente del Senado de la República, se dio la llegada —inédita por cierto— del encarriladísimo José Antonio Meade para la entrega, no obligada, del Paquete Económico a la llamada Cámara Alta. Nada más les digo que era tal la cantidad de senadores priístas que querían ver y tocar al multimencionado que tuvieron que formarse tres grupos: los que lo recibieron en el estacionamiento, los del elevador y los del pasillo. Ah! pero déjenme decirles que el senador Cordero esperó al señor secretario en su despacho, mientras se fueron colando senadores de todos los partidos: PAN, PRI, PRD y hasta Morena; todos casualmente pasaban por ahí y se metieron a esperar al gran Pepe Toño.

Algo parecido ocurrió durante el primer Informe de Carlos Joaquín González en Chetumal: primero con el Entrevistómetro, a contar cuántas entrevistas les hicieron a personajes como Rafael Moreno Valle y Silvano Aureoles que deambularon por una veintena de stands de medios locales y nacionales antes del acto convocante. Luego el divertimento estaría en el Aplausómetro en el que estuvieron muy parejos en decibeles y duración Ricardo Anaya y Margarita Zavala que, a propósito, se miraron una al otro como si fueran transparentes o no existieran.

Eso sí, todos con sus respectivas cargaditas y cargadotas que, a decir verdad, no son exclusivas del PRI y sus satélites o del nuevo triatrimonio de PAN-PRD-MC. Ahora también, desde algún lugar del planeta, hasta el autoexiliado Marcelo Ebrard está armando su frente de nombre originalísimo: “Con AMLO Unidos Podemos”. Vuelvo al chachachá: “Vacilón, que rico vacilón…”

Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com

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