En el próximo Periodo Ordinario de Sesiones habrá un dictamen de la Comisión de Puntos Constitucionales sobre diversos proyectos de reformas relativos a la condición de la mujer en México. Por mi parte, presenté el pasado 23 de octubre de 2018 una iniciativa de reforma constitucional en materia de género que recoge y compendia mis propuestas al respecto. Estoy cierto de que en caso de aprobarse, estos cambios serían la mejor herencia de nuestra generación en la conquista de un país igualitario.

Provengo de una familia de maestros. Dos salarios: equilibrio de género. La vocación intelectual y el deporte: un microcosmos sustentado en la igualdad. Ingresé a la escuela en la época de la educación socialista, siendo mi madre maestra y después directora. Se llamaba Rosa Luxemburgo. La mojigata segregación de los géneros en las escuelas —ocurrida años después— me privó de la compañía de las mujeres hasta llegar a la Facultad de Derecho, donde encontré pocas pero empeñosas, inteligentes y solidarias. Desde entonces no ha dejado de crecer la participación de las mujeres en la vida pública.

Si bien todos los procesos constituyentes estuvieron integrados exclusivamente por varones. Destacan las ideas del revolucionario radical Tomás Garrido Canabal que desembocaron en la instauración del voto femenino en Yucatán (1923), en San Luis Potosí (1924) y Chiapas (1925). En 1937 el presidente Lázaro Cárdenas presentó una iniciativa de reforma aprobada por el Congreso de la Unión y las legislaturas de los estados. No obstante, la declaratoria nunca se expidió porque el PNR argumentó que el voto de las mujeres “podría verse influenciado por los curas”. Afirmación que el tiempo ha refutado. En 1953 el presidente Ruiz Cortines recuperó esa iniciativa. Cronistas de la época aseguran que lo hizo porque en su contienda electoral contra el general Enríquez Guzmán fue en extremo violenta. Pensó que el voto de las mujeres propiciaría la presencia familiar en las urnas, con lo que se erradicarían las confrontaciones físicas.

Reformas electorales sucesivas desde 1994 han promovido el acceso de las mujeres a los cargos de representación, particularmente por la vía plurinominal. El primer congreso paritario fue el Constituyente de la Ciudad de México. La actual Cámara de Diputados ha superado esa relación, toda vez que tiene 48.2% de mujeres frente al 51.8% de varones. Esa ecuación será capital para el remozamiento de la Constitución y leyes federales. Se dice sin embargo que el sexo femenino ha incrementado su representación política, pero no su poder real. Hago llamado a todas mis amigas y compañeras para que asuman plenamente su independencia.

Subsiste un enorme déficit en la paridad de los cargos públicos. Contamos con sólo dos ministras, sobre once en la Suprema Corte; hay solamente una titular de los nueve organismos constitucionales autónomos; dos mujeres —sobre 32— en las gubernaturas de las entidades federativas y el 25% de los ayuntamientos son presididos por mujeres. En las fuerzas armadas sólo hay tres generalas y en la armada ninguna almiranta. La presencia femenina es muy escasa en las dirigencias sindicales y en los consejos empresariales. Abuso de género en un país de iguales.

Hoy buscamos una reforma constitucional orientada a reducir esas brechas e instaurar la igualdad sustantiva en los ámbitos públicos y privados. La agenda crecerá conforme se establezcan mayores equilibrios. Incluye la obligación del Estado para combatir con todo su poder los feminicidios y la violencia de género, así como las reformas sustantivas en la cultura, la educación, la comunicación, la salud y la política con perspectiva de género. Tenemos la oportunidad histórica de construir, más allá de las ideologías, un movimiento por la igualdad sustantiva. El feminismo no es una moda “totalmente palacio”, sino el reflejo de una lucha social ajena al exhibicionismo mediocre. Como siempre la categoría conceptual sobre la ridiculez anecdótica.


Presidente de la
Cámara de Diputados

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