La mano del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) no sólo alcanzó un helicóptero del Ejército mexicano, sino a universitarios tapatíos que durante la última década han desaparecido por reclutamientos forzosos. De pronto dejan de acudir a clases y las lonas con sus rostros aparecen colgadas por las calles. Algunos compañeros comparten en redes sociales la noticia y otros fingen nunca haberlos conocido para no declarar ante las autoridades.

Esa fue la historia de los hermanos Plancarte, que desaparecieron el 2 de febrero de 2012. Aquella noche, al filo de las 20:00 horas, entraron al fraccionamiento Jardines de Guadalupe seis elementos policiacos de Zapopan y un comando de la organización criminal. Su encomienda era llevarse a cinco estudiantes universitarios de la casa 1427. Hubo testimonios y las grabaciones de la tienda Oxxo de la esquina, pero nadie proporcionó nada por miedo. Todo consta en las carpetas 139/2012 y 63/2015.

Los privaron de su libertad a todos en un primer momento, pero dos días después liberaron a tres de ellos. Sólo se quedaron con los hermanos Omar y Miguel Plancarte Ramírez, de 24 y 22 años, respectivamente.

La operación fue instruida por el entonces jefe de plaza de Guadalajara, Daniel Quintero, alias El Danny, uno de los personajes involucrados en el asesinato del secretario de Turismo local, Juan José Gallegos, en el año 2013, y detenido casi dos años después. El interés del narco surgió a partir del apellido paterno de los jóvenes, similar al de su enemigo, el ex líder de Los Caballeros Templarios, Enrique Kike Plancarte. Supieron de los jóvenes, puesto que según su padre, familiares de Nemesio El Mencho Oseguera estudiaban en las mismas universidades.

Sólo que ese apellido es común en Zamora, Michoacán, lugar de donde proceden los veinteañeros, de una familia de aguacateros formada desde hace 50 años.

Los sicarios se equivocaron, pero decidieron no devolverlos. En cambio, para que fueran rentables, los mandaron a un laboratorio para producir metanfetamina, una droga muy controlada por el grupo en la entidad; se aseguraron en el estado más de 200 en la última década, según el oficio PGR/UTAG/02108/2016.

Su padre, Omar Plancarte, ahora miembro de la Red Eslabones por los Derechos Humanos, tomó desde ese día la investigación luego de toparse con omisiones perpetradas por las autoridades, quienes le dijeron al escuchar su apellido: “Salte de aquí. Eres un templario”.

La historia de sus hijos revela una modalidad del CJNG en las desapariciones, donde los jóvenes son reclutados para elaborar drogas sintéticas. “Las desapariciones se deben a que ellos reclutan para que trabajen en sus laboratorios (…) ¿A cuánta gente no la tienen trabajando? ¿Cuántos estudiantes? (…) El Mencho está utilizando como mano de obra a los jóvenes”, dice Plancarte basado en sus investigaciones apoyadas en la contratación de detectives privados, ex policías e informantes.

Silvano Cantú, director ejecutivo del Laboratorio de Innovación para la Paz (LIPP), señala: “Jalisco es el estado con el primer lugar nacional en desaparición de estudiantes dentro de los campus de Guadalajara. Las motivaciones que puede tener este grupo son muy variadas, controlar territorio, a veces no sólo eso, cooptar talento o personas que sirvan para el trasiego, son redes muy complejas de criminalidad. No sólo hay desaparición, es un caso de reclutamiento forzoso”.

Debido a la gravedad de las desapariciones de estudiantes tapatíos, el abogado señala que junto con un grupo del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad crearon en la Universidad de Guadalajara un programa para atender a víctimas de desaparición.

El fiscal de Jalisco, Eduardo Almaguer, no respondió a la petición de una entrevista para abordar el tema.

Operativo militar ante omisión de PGR

Tres meses después de la desaparición de los hermanos, Omar fue contactado por un sujeto que, según su versión, escapó de un narcolaboratorio del cártel donde tenían a dos hermanos atrapados. Los llevaban cada semana a bañarse en un lavado de carros, por eso los identificó. El informante fijó un lugar para encontrarse con el padre de las víctimas. No lo extorsionó, aunque el padre sospechó que se trataba de algún sicario que decidió salirse de las filas.

Omar elaboró las localizaciones, imprimió mapas, resumió la información de los probables responsables y se fue a la Procuraduría General de la República (PGR). “Lo presenté como prueba a la SEIDO: quiénes trabajaban, quiénes operaban. Miguel Ángel González El Capote es el jefe de plaza entre Yahualica y Conquiu, trabaja para El Mencho".

La respuesta fue el silencio. De acuerdo con su testimonio y los documentos obtenidos por EL UNIVERSAL sobre su proceso judicial, posteriormente el aguacatero recurrió a la Secretaría de la Defensa Nacional, quienes accedieron sin dinero a cambio, pero con el informante como guía para la búsqueda de los jóvenes. Según el testigo, los tenían en cuartos contiguos donde no podían hablar.

A las 10:00 horas tres unidades militares se encontraron con el informante, le dieron un uniforme militar para que se vistiera y abordó una de las camionetas, recorrieron 135 kilómetros de distancia hasta que entraron al pueblo. Se detuvieron en El Gallo, una tienda del jefe de plaza, donde había subalternos de la organización criminal. Los militares inspeccionaron aquel lugar, pero perdieron tiempo.

Minutos después se dirigieron cerca de las granjas de pollos, ahí encontraron el laboratorio donde estuvo el informante, una estructura llena de alambrado. Ingresaron y sólo encontraron un cuerpo descuartizado, bolsas con 30 kilos de la droga sintética cristal y precursores químicos en tambos. Al parecer habían llegado tarde.

Por las barrancas habían huido, lugar por donde era complejo seguirlos en las camionetas. Según la PGR, esa entidad es la tercera a nivel nacional con 218 laboratorios asegurados, tan sólo por debajo de Michoacán y Sinaloa, según el oficio PGR/UTAG/02108/2016. De lo hallado en el operativo de búsqueda de los jóvenes nunca hubo parte oficial.

Reclutados en Jalisco terminan en narcolaboratorios
Reclutados en Jalisco terminan en narcolaboratorios

El cártel y la ley de la desaparición

Los presuntos ejecutores de la desaparición de los hermanos Plancarte fueron Omar Espejo Flores El Toro, Ramón Álvarez Ayala R1 y Rafael Álvarez Ayala R2. El primero detenido en 2014 y los otros dos en 2016. Aparecen como supuestos responsables en las averiguaciones previas 139/2012 y 33/2012, por órdenes de Danny Quintero.

“No han dicho nada. Ni siquiera de algunas de sus víctimas. No les conviene a ellos. Están detenidos nada más por delincuencia organizada (…) no tienen ni de asesinato ni desaparición cuando hay indicios”, explica el padre de las víctimas.

El entrevistado acusa a la funcionaria del Ministerio Público, Guadalupe Reyes, a quien dice haberle entregado información y dinero que ella solicitó para las investigaciones.

“Llegó el momento donde se le hizo fácil tenerme bien agarradito y pedirme el dinero, nada más le di 40 mil pesos, junto con su amigo y comandante Gabriel Naranjo, para gastos personales de investigaciones de sus hijos, cosa que nunca hicieron”.

De estos detenidos, El Toro fue relacionado en 2014 con la desaparición de los agentes federales René Rojas y Gabriel Quijadas, de acuerdo con el entonces director de la Agencia de Investigación Criminal, Tomás Zerón.

Esta búsqueda llevó al hallazgo de la fosa en La Barca con 75 cuerpos.

“A partir de las declaraciones de algunos de ellos se desprendió ministerialmente que Omar Espejo Flores participó activamente en la desaparición de los elementos federales”, dijo Zerón de Lucio en diciembre de 2014.

Una fuente de la fiscalía comenta que el capo experto en desaparecer personas fue clave central en el evento de La Barca y de otras fosas clandestinas.

Este personaje junto con otros de la estructura del CJNG, explican, se llegó a coordinar con El Enterrador, un hombre con aspecto de ranchero que trabaja para la organización delictiva. “A él le llevan los cuerpos y los entierra”.

“Están en el Lago de Chapala, pegado a la isla de Los Alacranes, tengo conocimiento de que al muchacho que le llaman El Enterrador, es el que se encarga de enterrarlos y tiene conocimientos de muchas fosas.

“Todo lo que es riviera de Chapala, es más fácil enterrarlos en las orillas de la riviera para que se pudran rápido los cuerpos, vieras cuando los zopilotes llegan ahí”, añade.

Omar Plancarte, padre de Miguel y Omar, indica que hasta el momento Espejo Flores, alias El Toro, no ha sido interrogado porque “el gobierno le tiene mucho miedo al Cártel de Jalisco”.

Los 129 operativos realizados en territorio jalisciense en casi una década —como documentó EL UNIVERSAL—, no registran como una constante las áreas donde se da el mayor número de desapariciones y hallazgos de fosas clandestinas, la región de la ciénega es un ejemplo de ello.

 

Todo el día pienso en ellos…

La casa de Omar Plancarte padre se encuentra vacía y desordenada como si tuvieran una mudanza. Lo único que se escucha de fondo es un goteo constante por una fuga en la cocina.

En la mesa del comedor se sienta, saca las fotos de sus hijos, las observa con esa mirada que tienen todas las familias que buscan a sus seres queridos. Esa mirada viva y muerta.

En Jalisco están desaparecidos 2 mil 390 personas desde 2007 a la fecha, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y Extraviadas, mientras la fiscalía del estado registró más de 19 mil reportes desde 2006.

El empresario aguacatero oriundo de Michoacán ha dedicado cuatro años enteros de su vida a buscar a sus hijos.

Sus avances en la investigación lo ha hecho llegar a funcionarios de la Comisión Nacional de Seguridad, a pesar de ser coadyuvante oficial de acuerdo con el oficio PF/DGAJ/5503/2013.

De igual modo hizo llegar cartas al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y al presidente Enrique Peña Nieto.

Estas fueron fechadas el 18 de enero de 2013, a las cuales tuvo acceso este medio. Hasta el momento, dos veces atentaron contra su vida y aunque ha solicitado medidas precautorias, de acuerdo con documentos que entregó a este diario, no se las han proporcionado.

La vida del padre de los dos jóvenes desaparecidos pende de un hilo, está por salir al extranjero junto con su familia. Quiere seguir los pasos de Guerrero, por lo que Omar Plancarte padre, como otros familiares de desaparecidos en Jalisco, quiere seguir los pasos de Guerrero: “Uno como padre investiga al 100% y el gobierno en lugar de ayudar nos echa todo para atrás. Lo que deberían hacer es que nos entregaran comisiones especializadas con permiso de portación de arma por las ubicaciones [para buscar] donde se encuentran las fosas […]. Todo el día pienso en mis hijos. Mi objetivo para estar descansando es encontrarlos y darles cristiana sepultura”.

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