El cambio de partido en las gubernaturas de ocho estados del país, derivado del proceso electoral del pasado 5 de junio, completa un total de 52 alternancias locales registradas desde hace casi tres décadas. La nueva era inició en 1989, cuando el Partido Acción Nacional (PAN) arrebató al Partido Revolucionario Institucional (PRI) el gobierno de Baja California, primera de 27 entidades que en adelante eligieron relevos de origen partidista opositor al del mandatario en ejercicio.

Tras 27 años, el panista Ernesto Ruffo Appel, gobernador resultante de aquel debut, comenta, en entrevista con EL UNIVERSAL, que aun con las cifras del triunfo en las manos, consideró seriamente la posibilidad de que el poder central le negara la entrega de la administración californiana: “Lo que más me agobió fue precisamente el asunto democrático, yo nunca sentí tanto temor como aquel día de mi elección, ante la posibilidad de que se la robaran”.

La incertidumbre duró ocho días más, al cabo de los cuales se efectuó la declaración oficial del triunfo. “Nos costó muchísimo trabajo”, recuerda el senador Ruffo Appel, quien considera que las transiciones emanadas de los comicios recientes “son el reflejo de la búsqueda de la verdadera ciudadanía por tener gobiernos leales, que respeten a las instituciones y la ley”.

Sin embargo, el hecho de que el partido gobernante sea distinto no es por fuerza indicio de cambio, destaca Orlando Espinosa, investigador del Centro de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico (Cegop) de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). “No porque llegue el PAN o el PRD, necesariamente significa que hay una gran transformación de las relaciones de poder y ejercicios de gobierno, pese a las grandes expectativas que generan”.

Consultado por EL UNIVERSAL, el también autor del libro La alternancia política de las gubernaturas en México, advierte: “Eso que parece pequeño, en realidad en muchos lugares hoy no se puede lograr. Si uno revisa la historia africana o de países de Europa del Este, justamente por tratar de cambiar ese gobierno hay golpes de Estado, mayor represión. Entonces es el primer paso que más o menos hemos logrado institucionalizar: se ganó el cambio de partido y que la gente acepte ganar y perder”.

Las entidades top

De acuerdo con una compilación de datos efectuada por EL UNIVERSAL sobre las 52 alternancias locales, son siete las entidades que más han cambiado de partido en sus gubernaturas.

Con tres casos cada una: Chihuahua (1992, 1998 y 2016); Nuevo León (1995, 2003 y 2015); Querétaro (1997, 2009 y 2015); Aguascalientes (1998, 2010 y 2016); Tlaxcala (1999, 2005 y 2011); Michoacán (2002, 2012 y 2015) y Chiapas (2000, 2006 y 2012).

Once han tenido dos alternancias: Baja California Sur (1999 y 2011); Jalisco (1995 y 2013); Zacatecas (1998 y 2010); Nayarit (1999 y 2005); Morelos (2000 y 2012); Yucatán (2001 y 2007); San Luis Potosí (2003 y 2009); Guerrero (2005 y 2015); Sonora (2009 y 2015); Oaxaca (2010 y 2016) y Sinaloa (2010 y 2016).

Han registrado sólo una: Baja California (1989), Guanajuato (1991), CDMX (1997), Tabasco (2012), Puebla (2011), Tamaulipas (2016), Veracruz (2016), Durango (2016) y Quintana Roo (2016).

A pesar de que la mayoría de las entidades ha recurrido a la rotación de partido (81.25%), cinco presentan resistencia a una fuerza distinta al PRI: Estado de México, Hidalgo, Coahuila, Campeche y Colima. El primero, de donde proviene la clase política que domina la administración pública federal, tendrá relevo de mandatario en 2017.

Resistencia y retornos

En la actualidad, 10 entidades tienen gobiernos de alternancia; en seis de ellas gobiernan partidos que recuperaron el mando. En Jalisco, San Luis Potosí, Guerrero y Sonora regresó el PRI; en Querétaro, el PAN; en Michoacán, el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Dos viven su primera alternancia: Puebla, gobernado por el PAN, y Tabasco, por el PRD. Tres más son gobernadas por fuerzas políticas que en esos estados no habían tenido el poder: Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en Chiapas; PRD en Morelos, y el independiente Jaime Rodríguez Calderón en Nuevo León.

A estos casos se suman los ocho referidos de la reciente elección, que aún no han tomado posesión. Por tanto, sobre este segmento de 18 entidades no puede estimarse su capacidad de retención del poder. Respecto de los casos restantes, puede decirse que el promedio general de retención de la gubernatura después de llegar un partido alterno, es de 1.8 periodos o 9.8 años, pero varía de uno a otro partido.

El PAN retendría el poder, en promedio, 2.1 periodos u 11 años; el PRD se sostiene también en 2.1, pero un promedio de 11.5 años, mientras que el PRI consigue mantenerlo durante 1.5 periodos y 8.1 años.

De los gobiernos de alternancia, 18 prolongaron su mandato al menos en un periodo, es decir, 34.6%. El PAN en Baja California y Baja California Sur; Guanajuato, Nuevo León, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes y Morelos. El PRD en CDMX, pero también en Zacatecas, Guerrero y Baja California Sur. El PRI en Nuevo León, Tlaxcala, Zacatecas y Nayarit.

Considerando las 52 alternancias, el PAN ha obtenido 21 gubernaturas; 15 el PRI, 10 el PRD, una el PVEM, una el independiente neoleonés, y 4 alianzas (3 pluripartidistas y una bipartidista). El PRI tiene una tasa de retorno de 46.8%, lo que implica que recupera el poder en poco más de la mitad de los estados que pierde, es decir, 15 de 32. Eso ha ocurrido en Chihuahua, Nuevo León, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes, Tlaxcala, Zacatecas, Nayarit, Michoacán, San Luis Potosí, Guerrero, Sonora, Oaxaca y Sinaloa.

La tasa de retorno del PAN es de 30%, pues de las 11 gubernaturas que ha perdido, ha recuperado tres: Querétaro, Aguascalientes y Chihuahua. El PRD sólo ha recobrado una de las seis que ha perdido: Michoacán, con Silvano Aureoles.

También sobresalen los estados que después de su primera alternancia no volvieron a cambiar el origen partidista de su gobernador, al menos hasta la fecha: en manos del PAN, Baja California desde 1989, y Guanajuato desde 1991; y la CDMX, en poder del PRD desde 1997.

La primera

Ruffo Appel llegó al gobierno de Baja California cuando estaba fresca la movilización del PAN y el Frente Democrático Nacional contra el gobierno federal por el presunto fraude electoral en las presidenciales de 1988, seis meses atrás. Había una atmósfera democratizadora, pero nunca había ganado un gobernador de oposición.

¿En qué fue diferente su gobierno? “Me prometí que tenía que hacer en Baja California el mejor de los sistemas electorales, y se logró: por primera vez un padrón y credenciales con fotografía. Un sistema precursor del Instituto Federal Electoral (IFE), ahora Instituto Nacional Electoral (INE), que mal que bien nos ha ido transparentando los procesos electorales”.

En opinión de Orlando Espinosa Santiago, investigador de la BUAP, la fórmula dominante para conseguir alternancia está en alianzas partidistas que nominen un candidato externo, factores especialmente exitosos en entidades donde el PRI siempre ha gobernado. Un ejemplo es el triunfo de Miguel Ángel Yunes en Veracruz, un ex priísta nominado por el PAN y el PRD, “pero que su carrera política no la hizo en ninguno de ellos”; y con Zeferino Torreblanca en Guerrero, “quien nunca se afilió al PRD, a pesar de que había sido alcalde de Acapulco”.

Es exitoso el perfil de candidatos de corte empresarial, “no estrictamente panistas, más bien empresarios que son líderes sociales, que generan expectativa porque se presentan como candidatos más ciudadanos, alejados de partidos”.

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