Un sin fin de montañas multicolores de obras literarias se situaban sobre el corredor de puestos ambulantes con novedades de temas políticos, culturales y sociales; novelas, revistas atrasadas, cuentos de picardía mexicana y libros viejos como los que, de vez en cuando, Carlos Ramos iba a buscar para adicionar a su biblioteca personal. Sin embargo, en esa ocasión  halló  otra primicia: La mecánica del cambio político en México. Elecciones, partidos y reformas, un volumen que la editorial Cal y Arena, para la que él laboraba en ese entonces, publicaría en su tercera edición en días próximos.

Anonadado, miró la nueva portada que ni siquiera conocía, pues a pesar de que el texto de José Woldenberg, Pedro Salazar y Ricardo Becerra se había editado por primera vez en el año 2000, él y sus colegas buscaron que se reimprimiera, pues sabían que en tiempos electorales era muy vendido, como en ese abril de 2012. Pero lo que ocurrió fue que alguien se les adelantó a sacarlo a la venta en el mercado negro, en el tianguis de libros de la Ciudadela, cerca del Metro Balderas en la Ciudad de México.

Carlos, un librero con más 25 años en la industria editorial que por seguridad pide el anonimato, tomó su celular y llamó al jefe de producción. “¿Qué onda con ese libro?”, le preguntó. “¿Qué libro?”,  respondió el jefe. “El de mecánica, ya está en el mercado negro. ¿Cómo es que a nosotros no nos ha llegado? (...) Tienes que tener cuidado con tu impresor, no puede ser posible que el mercado negro lo saque primero, además pareciera que hay una cierta implicación contigo, tú tendrías que saberlo…”.

En la cadena productiva del libro pirata convergen un sinnúmero de actores que van desde personal de editoriales, imprentas, libreros, vendedores ambulantes y más. Eso implica que existe una red de delincuencia organizada que le pisa los talones a la industria editorial.  Eso perjudica “en primer lugar al autor, al no permitir cobrar el pago por su creación; después a la industria editorial en la inversión, producción, creación y calidad de contenidos”, explica Carlos Anaya, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem).

El escritor y periodista Paco Ignacio Taibo II  —a quien hace unos años los libreros de Chiapas le hicieron saber que un cargamento de su obra Ernesto Guevara, también conocido como el Che, se dirigía a Centroamérica—  señala que el problema de la piratería es que “resuelve” una necesidad de lectura de la gente que busca el libro barato, pero daña a los autores, a los  diseñadores y  editoriales, y debilita la posibilidad de que pueda producirse una obra más barata para satisfacer esa necesidad del público. 
 
Sin mapeo de la producción
En México no existe un mapeo real sobre la piratería, pero en todos los estados se venden libros apócrifos, asegura Anaya Rosique. A pesar de que no existe  registro, según  la Procuraduría General de la República (PGR) 366 mil 664 libros se aseguraron en el país de enero de 2007 a diciembre de 2015. En el mismo periodo la Policía Federal (PF) reportó 161 mil 956 piezas y 164 toneladas de libros (400 mil aproximadamente), de acuerdo con documentos obtenidos vía transparencia en poder de EL UNIVERSAL.

Del casi un millón de ejemplares asegurados en nueve años, las entidades con mayor registro son: Ciudad de México, con 352 mil 831; Puebla,  12 mil 988; Aguascalientes,  691, y Jalisco, 151, según PGR. La PF coloca en el podio a la capital gobernada por Miguel  Ángel Mancera, con 35 mil 721 piezas y 164 toneladas de libros; luego al Estado de México, con 126 mil 221 piezas, y Campeche, con 14.

Sin embargo, para el presidente de la Caniem esas cifras son muy bajas, pues sólo muestran lo asegurado, no la producción. De acuerdo con sus estimaciones, al año se fabrican más de 10 millones de ejemplares de libros piratas en el país, más de 10% de los 98 millones de ejemplares nuevos que salen al mercado (la producción anual de libros es de 306 millones, de acuerdo con  datos de 2014 de ese mismo  organismo).


Hasta en ferias internacionales
Con sus dedos pulgares abrió las páginas del libro de Gabriel García Márquez que acababa de adquirir  y mostró las hojas en blanco para reclamarle al vendedor del stand. Se lo cambiaron, pero la sorpresa fue que el nuevo ejemplar  tenía el mismo defecto, al igual que los otros tres que revisó. Molesto, acudió a la directiva de la Feria Internacional del libro de Oaxaca (FILO) 2015 para quejarse.

Guillermo Quijas, director de la FILO, acompañado de un policía estatal, se dirigió con el comerciante para constatar el hecho, le pidió que mostrara las facturas de los libros. Al no haberlas, le pidió que  tomara sus cosas y se retirara,

recuerda Carlos, quien presenció lo sucedido. “Tendría que haber una averiguación y confiscar (la mercancía)”, señala. Lo único que hubo fue un stand que se vació de lo que al parecer eran libros piratas.

El librero  asegura que hechos similares ocurren en todas las ferias de libro en el país, donde se mezclan obras legales con apócrifas. Lo mismo ocurre con algunas librerías donde el modus  operandi es adquirir con las editoriales una mínima cantidad de ejemplares y por “debajo del agua” se adquieren con imprentas cientos o miles, dependiendo de los títulos con mayor demanda. Esto significa que no sólo en los tianguis o puestos callejeros se ofertan los piratas.

Para ejemplificar, recuerda que  una amiga del medio  fue a visitar   una librería: “Se llamaba El Rebusque. Cuando ella  llega a ofrecer su material va a hacer un corte de lo que nosotros llamamos consignación, lleva su revisión de 30 ejemplares y resulta que halla  una pila de 500 libros. Entonces, ¿cómo le hicieron?, porque no se los vendió ella. Eran piratas”.

El presidente de la Caniem confirma que existen modalidades como éstas, pues en el caso de las ferias del libro “cada gente que está en su stand es responsable de lo que vende”. 
Comenta que  “son cosas que al final han aparecido en los informes de libros incautados, en los que sí compran libro legal a las empresas editoriales, y compran libro ilegal a no sé quién, a la delincuencia organizada. Y tienen esta mezcla, de tal manera que a la Procuraduría o la instancia que es responsable de ir a verificar le muestran la factura de haber comprado el libro legal”.

En su experiencia como librero, Carlos cuenta que las obras  que más se piratean son las de José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, José Saramago, Gabriel García Márquez, los de superación personal y   “hasta uno de la UNAM: La visión de los vencidos. Dondequiera lo vas a ver, porque todo mundo lo compra. Y pirata”. 
 
Detenciones 
La PGR detuvo a 931 personas por “producir, reproducir, introducir al país, almacenar, transportar, distribuir, vender o arrendar copias de obras, fonogramas, videogramas o libros protegidos por la Ley Federal del Derecho de Autor, en forma dolosa con fin de especulación  comercial y sin  autorización” de enero de 2010 a dicembre de 2015. Por su parte, la PF detuvo a 12 personas en posesión de libros apócrifos de enero de 2007 a diciembre de 2010, según  cifras obtenidas vía transparencia. El artículo  424 Bis del Código Penal Federal castiga con tres a 10 años  de prisión y 2 mil a 20  mil días  de multa a quien incurra en ese delito. 
 
Combate a ilícito
Cuando Taibo II se enteró de que su libro se estaba pirateando, habló con  personal de la editorial y ésta reaccionó mandando al sureste una edición a precio más bajo, “paró en seco a los piratas”.

La mejor manera de combatir la piratería no es a través de las fuerzas de seguridad, sino de la cultura, de la construcción de espacios de venta y presentaciones de libros, así como generando  conciencia, explicando el valor de una obra, dice el  presidente de la Caniem.  
Taibo II agrega que existen algunas editoriales que usan en sus portadas tintas de colores no convencionales como el rojo metálico.  Entonces al pirata le cuesta más trabajo realizar esa manufactura.  “Si tú quieres parar la piratería, hay dos maneras: la bajas con una contrapolítica de bajar los precios para hacer a los piratas no rentable el negocio, o la bajas desde el punto de vista de atacar a los grandes piratas productores, y no es muy difícil:   tú detectas un puesto donde venden  libros piratas, le pone vigilancia durante un mes y sabes de dónde los sacó”, dice.   
Carlos preguntó el precio del libro de la mecánica. “Te vale 300”, respondió el comerciante, quien se adelantó más de una semana antes de que la editorial lo sacara a la venta. En su trabajo lo ofertaron en 350, pero está seguro de que en el mercado negro “lo vendieron en chinga”. Ese día vio tres ejemplares.

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