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El comandante de la policía municipal de Acapulco, Juan Ávila Domínguez, bajó de la camioneta con su hija de la mano. Eran las 7:00 horas del lunes 12 de octubre pasado. Cruzaron la calle y caminaron hacia el acceso de la primaria Rubén Mora, en la colonia Bellavista. En la entrada se despidieron. Ella cruzó el portón, él miró cómo se alejaba. Sería la última vez que se verían.

Muchos padres y madres iban aprisa con sus hijos. El comandante regresó a su vehículo, lo había dejado estacionado a unos 20 metros de la escuela, entre la Calle 6 y la avenida Guerrero; iba a subirse cuando dos hombres se le acercaron en una moto. Uno de ellos le disparó en la cabeza en cinco ocasiones, y el comandante, el cuarto agente asesinado en lo que va de este año, quedó tirado a media calle, agonizante.

En Acapulco —además de padecer una violencia que lleva 748 asesinatos en lo que va de 2015, 37% de los homicidios dolosos que han ocurrido en el estado— se está dando una especie de “limpia” o “ajuste de cuentas” contra jefes policiacos supuestamente vinculados con los cárteles que operan en la ciudad. El de Ávila es el más reciente de los cuatro comandantes asesinados en seis meses, de abril a octubre.

Esta oleada de crímenes se presenta como algo inédito hasta donde se tienen registros. Únicamente en abril de 2006 ocurrió un caso aislado, cuando el comandante de la policía municipal Mario Núñez Magaña fue decapitado y su cabeza abandonada en una oficina de gobierno cercana a La Garita, en Acapulco, con una leyenda en la que se hablaba de aprender a “respetar”. Núñez había participado en un enfrentamiento, en el mismo sitio, en enero de ese año, contra hombres armados. Entonces murieron cuatro narcotraficantes, ningún policía.

Sobre estos nuevos casos, una fuente de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal dijo que los policías asesinados estaban vinculados con cárteles locales de la droga. “Es un asunto delicado, pero así es: los señores estaban vinculados de algún modo con la delincuencia”.

¿De qué modo? —se le preguntó.

—Se hacían favores mutuos —afirmó.

En una conferencia de prensa para informar sobre los avances en la investigación del asesinato del regidor del PRI Jesús de la O Gallardo, acribillado tres días antes —el 10 de octubre— en Tres Palos, Acapulco, el fiscal general del estado, Miguel Ángel Godínez Muñoz, comentó que delincuencia organizada era una de las líneas de investigación más fuertes en el homicidio del comandante Ávila Domínguez.

—¿Hay algún patrón en estos crímenes de jefes policiacos? Fueron señalados en mantas de tener vínculos con el narco...

—Las mantas son distractores y no indican nada. No nos dejemos engañar. También puede ser que los comandantes hayan atrapado y encarcelado a algunos criminales y que ahora estén libres y hayan tomado represalias.

Después matizó: “No descarto que algunos jefes policiacos hayan estado involucrados con el crimen organizado. Yo no meto las manos a la lumbre por nadie”.

El nombre del fiscal Godínez también ha aparecido en mantas donde se le señala de vínculos con grupos de narcotraficantes locales.

Gabino Solano, estudioso del fenómeno de la violencia del Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados de la Universidad Autónoma de Guerrero, encabeza una investigación auspiciada por el Conacyt sobre el tema.

“Nosotros percibimos un ajuste de cuentas contra los jefes policiacos”, dijo.

Explicó que la policía fue infiltrada por el narco en Acapulco y recordó el paro de la policía municipal con supuestas demandas de mejores condiciones laborales, equipo y seguros de vida, que estalló en 2014 y que duró casi todo el año. “En ese movimiento la delincuencia tuvo mucha injerencia. Después de verlo de cerca, nosotros comprendimos que el paro no sólo fue promovido, sino que fue mantenido por la delincuencia con tal de tener al municipio sin policías, lo cual se logró por casi un año”.

Las denuncias

El presidente de la organización civil Sentimientos del Sur, Javier Morlett, sacó su celular y mostró un video, que puede verse en YouTube, en el que se revelan nombres de jefes policiacos vinculados con el narcotráfico. Dijo que eso puede explicar lo que está pasando en Acapulco y por qué están matando a los comandantes.

El nombre de Javier Morlett se conoció en el país desde que encabezó la búsqueda de su hija, Adriana Morlett Espinosa, desaparecida en el Distrito Federal en 2010 y cuyos restos óseos fueron hallados un año después. Desde ese tiempo, Morlett se dedicó a apoyar a deudos de la narcoviolencia a denunciar sus estragos y fundó Sentimientos del Sur.

“Asociada con La Barredora, la policía se dedicó a diezmar al Cártel Independiente de Acapulco (CIDA)”, aseguró desde su oficina en el centro del puerto. “Luego, el CIDA fue descabezado cuando arrestaron a Víctor Aguirre Garzón, su principal operador. Sólo que ahora retomó fuerza asociado con otras pandillas menores que tienen el control en la amplia zona urbana de Acapulco, con tal de no dejar entrar al Cártel Jalisco, y por eso están liquidando a aquellos policías que consideran una amenaza por haber trabajado con el grupo contrario”.

Las acusaciones

Juan Ávila Domínguez es el más reciente comandante de la policía municipal de Acapulco asesinado en plena calle por sicarios que les disparan a quemarropa en lo que va del año. Hasta octubre han sido ejecutados tres más: el primero fue Daniel Pérez Crisóstomo, le siguió Jorge Zambrano Hernández y luego Severiano Retana Bello. A excepción de Jorge Zambrano, los demás fueron señalados en mantas y redes sociales de tener alguna relación con el narco.

En el segundo trimestre de 2015, un mensaje circuló por WhatsApp en Acapulco. Estaba firmado por supuestos sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación que, entre otros tantos agentes, acusaban al jefe de la policía municipal, Daniel Pérez Crisóstomo, de recibir pagos del Cártel Independiente de Acapulco.

El mensaje aseguraba que el comandante Daniel, de la [policía] municipal, estaba al mando de El 40 o El Chaparro.

El comandante Daniel fue asesinado la mañana del 4 de abril mientras viajaba con su esposa y su hijo en su automóvil sobre la avenida Cuauhtémoc, una de más transitadas de Acapulco. El ataque ocurrió cuando el semáforo se puso en rojo y dos hombres se le acercaron en una motocicleta para dispararle en la cara con una pistola calibre .38. La señora resultó ilesa; el niño fue herido.

El 22 de septiembre, el encargado de despacho de la policía vial, Jorge Zambrano Hernández, el único, hasta ahora, que no entra en ese patrón de estar vinculado con el narco, estaba en Sinfonía del Mar —un área cercana a La Quebrada donde se puede ir a contemplar la puesta del sol y hacer lunadas— con otros dos varones. Según testigos, eran las 10 de la noche cuando él y sus acompañantes bebían sobre la avenida Adolfo López Mateos y un grupo de hombres se les acercó en un vehículo y les dispararon.

Los peritos hallaron 15 casquillos percutidos sobre la banqueta. Algunos de esos tiros hirieron al policía vial en las piernas y en la espalda; otros mataron a uno de sus acompañantes y uno más también quedó herido en el lugar. Zambrano agonizó durante dos semanas en el hospital Vicente Guerrero del IMSS. Murió la mañana del 6 de octubre.

Al siguiente día de que sepultaron al encargado de despacho de la policía vial, el 7 de octubre, otro jefe policiaco fue asesinado. Esta vez se trató de Severiano Retana Bello, comandante de la policía municipal. Fue la noche del jueves 8. Retana viajaba en un Pontiac blanco sobre la avenida Lázaro Cárdenas, cerca de la colonia Las Cruces, una de las más inseguras y violentas de Acapulco, cuando un automóvil se le emparejó y desde allí le dispararon.

Eran las 22 horas, Retana quedó herido de gravedad y poco más tarde murió en el hospital al que fue llevado por paramédicos de Protección Civil. Cuatro meses antes, el 23 de junio, el nombre del comandante de la policía municipal apareció en una manta colgada en el puente peatonal de la colonia Garita.

El mensaje, que más tarde fue retirado por el Ejército, estaba dirigido a las autoridades federales, a la Marina, al Ejército y al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Se acusaba al fiscal del estado, Miguel Ángel Godínez Muñoz, de recibir 100 mil pesos mensuales, y a una decena de comandantes más de recibir diferentes cantidades de dinero, entre los que se encontraba Severiano Retana Bello.

En este mensaje también fue mencionado el nombre de Juan Ávila Domínguez, y no sería la primera vez. El 7 de septiembre fue colgado una manta en el puente Bicentenario, en la avenida Cuauhtémoc, en la que se le vinculaba con grupos criminales que operan en Acapulco.

Y tampoco fue la primera vez que habían querido matarlo. El 29 de mayo, en el centro del puerto de Acapulco, un par de motociclistas le dieron alcance cuando manejaba su automóvil y le dispararon. En esa ocasión el comandante sólo quedó herido.

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