Un cuarto de siglo antes de que Joaquín El Chapo Guzmán escapara el sábado 11 de julio pasado de la prisión de máxima seguridad de El Altiplano por un túnel, el narcotraficante más perseguido del mundo ya presumía de sus actividades bajo tierra.

“El arquitecto Corona me hizo un túnel bien chingón”, dijo Joaquín Guzmán Loera en 1987, durante una reunión en una de sus residencias, según una acusación del Departamento de Justicia de Estados Unidos a la que tuvo acceso EL UNIVERSAL.

El testigo principal del documento, de apellido Martínez, relata cómo Jesús Corona Verbera, “el arquitecto”, era tan cercano a El Chapo Guzmán que era el único al que él había visto tratarlo de tú. Su relación se había fraguado cuando Corona empezó a diseñar sistemas hidráulicos para ocultar cargamentos de droga, y sufrió un revés en mayo de 1990, el día en que el arquitecto se convirtió en prófugo de la justicia estadounidense.

Un grupo de agentes monitoreó un cargamento de casi una tonelada de cocaína y descubrió que un supuesto negocio de lavado de tráileres en Douglas, Arizona, era en realidad una casa de seguridad para los envíos de El Chapo, en la que se ocultaba un túnel que conectaba con Agua Prieta, Sonora. Allí el subterráneo desembocaba en otra casa de seguridad a nombre de Francisco Camarena Macías, a quien el testigo señala como el abogado de Guzmán Loera.

Cuando dos obreros contratados para el lugar de Arizona le preguntaron a Corona por qué en un lavado de tráileres no había agua ni tuberías, el arquitecto les respondió “que no era asunto de ellos”. Corona, finalmente, fue arrestado en Jalisco en 2003 y extraditado a Estados Unidos ese mismo año. Una corte federal lo condenó a 18 años de prisión.

En este túnel, de principios de los 90, bien iluminado y de unos 60 metros de longitud, se encontró un carro parecido a los que se usan en las minas, una escalera, un sistema de poleas, un elevador, un sistema de aire y una pipa para drenar agua. Aun con más de 25 años de diferencia, algunas de las características del túnel de 1.5 kilómetros por el que, según las autoridades, el delincuente más famoso de México escapó de una cárcel inexpugnable, se repiten: la iluminación, la ventilación, las escaleras, una locación en construcción.

Lo que no se ha aclarado es lo que ha ocurrido en la superficie para que una obra de esa ingeniería pasara desapercibida: la invisibilidad de un grupo de personas trabajando en una casa que se habría empezado a edificar después del ingreso de El Chapo en la cárcel, en las cercanías de una base militar, y de la prisión más segura del país, El Altiplano (Almoloya de Juárez, Estado de México). Además, según la agencia Associated Press, la DEA poseía documentos sobre planes de fuga de El Chapo casi desde el momento de su arresto.

Trama sofisticada en la superficie

La otra ingeniería de Guzmán Loera, la de la superficie, aparece detallada en un segundo documento del Departamento de Justicia de Estados Unidos de noviembre de 1994, que imputa a 22 personas por conspiración y tráfico de drogas. Las investigaciones se centran en los inicios de la década de los 90, antes de la primera detención de El Chapo en junio de 1993, cuando está construyendo una sofisticada red de túneles y casas de seguridad para exportar droga, especialmente cocaína, al país vecino —en los últimos 25 años la Patrulla Fronteriza de EU ha detectado unos 170 túneles, la mayoría pertenecientes al Cártel de Sinaloa, sobre todo en Arizona y California—.

La acusación, donde se señala a El Chapo como el jefe de una organización que introduce sustancias ilegales, principalmente a través “de jets, vagones, vehículos de carga y túneles”, dice que una vez en prisión ha delegado la jefatura del cártel en su hermano Arturo Guzmán, El Pollo, también acusado, es uno de los siete casos criminales que le esperan al narcotraficante más buscado del mundo en distintas jurisdicciones de Estados Unidos.

Aun cuando todavía no era el objetivo número uno de la DEA, el documento señala que El Chapo y su organización tenían la capacidad para traficar droga en su propia compañía aérea (Aerobastos), transportar cientos de kilos de cocaína en tráileres, una red de negocios tapadera de productos mexicanos en California, Chicago y Nueva Jersey, y la capacidad de sobornar a un agente de la Policía Judicial mexicana con hasta un millón de dólares.

La creación del túnel que recoge el caso es una intrincada ingeniería de registros de propiedad, transferencias bancarias, copias de cheques cobrados, contratos de compra-venta inmobiliaria y negocios legales de todos los involucrados.

“La extradición en estos casos siempre implica un intercambio, una negociación: ¿Quién tiene la mejor calidad de pruebas, los testigos más eficaces, la capacidad de convocar un juicio justo y seguro?”, dice Ev Meade, director del Trans-Border en la Universidad de San Diego.

El documento narra que en enero de 1992 en Otay Mesa, California, dos de los empleados de El Chapo, los hermanos José y Jesús Reynoso —conocidos como El Chispa y El hermano de El Ingeniero, respectivamente— contrataron los servicios de un par de agentes inmobiliarios para comprar un terreno en la calle Siempre Viva. Ese mismo mes, Jesús Reynoso se reúne con el dueño de la vivienda en una oficina de Sorrento Mesa para discutir el precio de la operación. Le da un anticipo de 9 mil dólares en efectivo y a los pocos días un cheque de 324 mil dólares.

Cuando el depósito de la operación se realiza el tercer hermano Reynoso —Antonio, alias El Ingeniero— llamó al propietario desde Guadalajara para pedirle que cambiara la compra de Siempre Viva por una parcela más cercana a la frontera con México. Ante la negativa, los hermanos Reynoso le dicen al propietario de la casa que quieren cambiar el nombre del comprador por el de Alberto Parra-Zamora, un nombre falso de otro de los acusados, de apellido Ramírez, que en los siguientes días gira dos cheques con valor de 400 mil y 300 mil dólares. Así, en octubre de 1992, Ramírez se convierte en el nuevo propietario de la casa de Siempre Viva por un valor de un millón 133 mil dólares.

Al mismo tiempo que los hombres del Cártel del Sinaloa finiquitan los pagos de la compra, comienza la construcción de una casa de seguridad. Ramírez le presenta los planos a Guillermo Saillez-Cuervo, también imputado, y le hace un depósito de 10 mil dólares a través de la empresa Frutería Tropicana, propiedad de Antonio Reynoso. Entre agosto de 1992 y mayo de 1993, el constructor recibe una suma de 1 millón 19 mil dólares.

Al año siguiente, el 5 de septiembre, Miguel Ángel Martínez, El Tololoche, a quien la acusación define como coordinador del tráfico de drogas de El Chapo dentro de Estados Unidos, discute con su delegado en Chicago, Enrique Ávalos Barriga, El Doctor, sobre la viabilidad de edificar un túnel en la casa de Siempre Viva hasta un punto entre San Luis Colorado y Mexicali.

Finalmente llevan a cabo la construcción, un túnel con unos 20 metros de profundidad. Pero las autoridades activan el operativo contra la casa de seguridad cuando los hombres de Guzmán Loera llevaban casi 500 metros de longitud erigidos. Una obra de ingeniería bajo tierra producto de la arquitectura financiera y el poder económico que ya rodeaban a los túneles de El Chapo Guzmán un cuarto de siglo antes de su reciente fuga.

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