Entre 2007 y 2015 se realizaron 49 mil 872 trasplantes en México. De éstos, 25 mil 924 fueron de córnea y 22 mil 547 de riñón, lo que representa 97% de los procedimientos realizados en ese periodo, de acuerdo con los datos del Centro Nacional de Trasplantes (Cenatra). Actualmente, los jóvenes son los que prevalecen en esta lista. En 23% de los casos, es decir, 11 mil 323, la edad del solicitante está entre los 21 y 30 años. Por rango de edad, este es el sector que más creció en ese periodo, al pasar de 907 a mil 629 candidatos en búsqueda de un nuevo órgano.

Mientras que las intervenciones realizadas en mexicanos entre los 41 y 50 años fueron las que menos aumentaron. En 2007 se registraron 613 solicitantes de esa edad y en 2015 la cifra subió apenas a 847 casos.

Las razones por las que los jóvenes están en el tope de la lista son varias. Los trasplantes a corta edad son más fáciles porque no presentan tantas enfermedades como un adulto, explica el nefrólogo Pedro Trinidad: “Las personas con más edad pueden tener daño en el riñón y también padecer alguna afectación cardiaca o infartos previos. Eso es una limitante”.

Hay enfermedades que ahora predominan en la gente joven, por ejemplo, aquellas que afectan al sistema inmune y en lugar de defender al cuerpo, lo atacan. Este tipo de padecimientos daña por lo general órganos como el riñón. La muestra está en que de los más de 22 mil trasplantes de este órgano que se realizaron de 2007 a 2015, 30% de los receptores (7 mil 60) tenían entre 21 y 30 años.

En el caso de la diabetes, hipertensión e insuficiencia renal, aunque son más comunes en los adultos, factores como la genética y el estilo de vida han provocado que se desarrollen en la población más joven, asegura el especialista. Son padecimientos que terminan desgastando el cuerpo a niveles irreversibles.

“En casos como la diabetes se han identificado patrones de herencia, por lo que los hijos de padres diabéticos tienden a desarrollar la enfermedad a una edad más temprana”, explica el doctor Bernardo Pintos.

Estos padecimientos no sólo han hecho que los jóvenes de entre 21 y 30 años requieran nuevos órganos, también pueden poner en riesgo las donaciones en vida, puesto que el organismo no tiene las condiciones necesarias para la donación, asegura el nefrólogo Trinidad.

De los más de 49 mil trasplantes realizados entre 2007 y 2015, 50%, es decir, 24 mil 757 fueron donantes cadavéricos: “Necesitamos aumentar la tasa de donación de órganos de personas fallecidas, porque las donaciones en vida poco a poco se van a tener que limitar más”.

En países como España, Argentina, Brasil y Uruguay, 80% de los donadores son cadavéricos y el resto con vida. Un donador en vida puede ceder un riñón, un segmento o lóbulo del hígado y pulmón o sangre. Uno fallecido se amplía a tejidos: “Quienes mueren por paro cardiaco sólo pueden donar tejidos, y aproximadamente 100 personas pueden beneficiarse de este donante, pero si tienen muerte encefálica, la donación puede ser multiorgánica y beneficiar a siete personas”, explica el doctor Salvador Aburto, director general del Cenatra.

En septiembre de 2016, Érika González, de 22 años y estudiante del octavo semestre de medicina, se enfrentó a su primer reto médico: Lupita, su hermana de 13 años, necesitaba un riñón. Hace tres meses Érika realizó lo que ella describe como “la máxima expresión de amor”: le donó a su hermana su riñón izquierdo.

Lupita cursaba el penúltimo año de secundaria cuando los médicos le dijeron que era urgente un trasplante. Los síntomas tenían meses presentes, pero nadie de la familia los había identificado. Todos pensaron que a su edad el cansancio y la irritabilidad eran simples efectos de la adolescencia, hasta que comenzaron a notar que no hacía las actividades cotidianas a las que estaba acostumbrada: “A ella le gusta mucho bailar y de repente no bailaba, no quería comer. Siempre se levantaba temprano y ahora no lo hacía. Tontamente lo atribuimos a la edad”, relata Érika.

El calvario de la familia González comenzó cuando llegaron con un médico privado que les dijo que el riñón de Lupita sólo funcionaba 20%. Sus papás, que viven en Acambay, Estado de México, se trasladaron a Toluca en búsqueda de una segunda opinión. La niña ingresó a una clínica privada con la esperanza de mejoría, pero la situación empeoró. Las toxinas en su organismo no bajaban y el nefrólogo decidió que era necesario iniciar la hemodiálisis.

De ahí llegaron hasta el Instituto Mexicano de Trasplantes, ubicado en Cuernavaca. Después de más estudios y una biopsia, el diagnóstico de Lupita fue nefropatía por depósitos de IGA. Los anticuerpos que tenían que defender el riñón de esta niña de 13 años lo estaban atacando.

Este padecimiento no es tan común en México, se da más en lugares de Europa y está atribuido a factores ambientales y a características de la alimentación, como el consumo del gluten, explica el doctor Trinidad.

Enfrentando la enfermedad

La familia de Érika cambió totalmente su rutina. Desde que recibieron el diagnóstico su semana se dividía en tres puntos: “Los lunes tocaba hemodiálisis en Toluca. Martes en Cuernavaca para que le hicieran estudios. Miércoles de nuevo la hemodiálisis. Jueves en casa en Acambay. Viernes de nuevo a hemodiálisis. Fue muy pesado porque mis papás y mi hermana viajaban casi a diario”, cuenta Érika.

De acuerdo con los últimos datos disponibles, en 2015, al igual que Lupita, otros 23 niños necesitaron un trasplante de riñón en México. En 56% de los casos el donante se consiguió el mismo año y generalmente fue de un familiar. Los procesos pueden ser inmediatos o tardar hasta dos años, según los datos oficiales.

El mayor temor de la familia de Érika era ese, no encontrar un donador a tiempo y que la vida de Lupita estuviera en riesgo. Papás, hermanas, tíos, primos, todos se hicieron los exámenes buscando una compatibilidad: “Mi mamá, mi tía y mi papá fueron descartados por cuestiones de salud. Al final sólo quedábamos mi hermana y yo, pero para ella era más complicado por cuestiones laborales, así que yo me ofrecí. Sabía que después de la cirugía podía seguir estudiando y no tendría ninguna repercusión a futuro”, recuerda Érika.

Los doctores también plantearon la opción de recibir el trasplante de un donante cadavérico, pero el tiempo era un factor en su contra: “Consideramos un donador fallecido, pero no queríamos entrar en una lista de espera en donde podíamos pasar años. Siempre fue nuestra última opción”, asegura la joven de 22 años.

Más de 50% de los trasplantes en México provienen de una persona con vida, asegura el doctor Salvador Aburto, director general de Cenatra. La razón es que apenas en el año 2000 se implementó en el país un programa para promover trasplantes de donador fallecido.

“Aquellos enfermos que están en lista de espera de riñón, justamente es porque no tienen un donante vivo”, explica el doctor Aburto.

Hospital privado contra público

Los padres de Lupita tuvieron que tomar una serie de decisiones en tan sólo unas semanas, una de ellas era si la niña se quedaría en la clínica privada o la llevarían a un hospital público. Los gastos se elevaban día tras día y todos sabían que apenas era el inicio: “Consideramos ingresarla al Hospital del Niño en el Estado de México, pero me dijeron que no había camas en nefrología, que la tendrían en urgencias y que no podríamos estar con ella. Fue muy complicado porque mis papás tuvieron que buscar diferentes fuentes de ingresos”, relata Érika.

Los hospitales privados y el IMSS son los dos centros médicos que se repartieron 70% de los trasplantes que se hicieron entre 2007 y 2015 en todo el país. Uno de cada tres, es decir, 18 mil 846 fueron hechos en clínicas particulares, mientras que 17 mil 85 se hicieron en el Seguro Social. Otros sitios que también realizaron estos procedimientos fueron Pemex, Sedena, Semar, ISSSTE y clínicas de la Secretaría de Salud.

Los hospitales privados, al ser instituciones que reciben dinero directamente de los pacientes, tienen un mayor número de recursos para poder cubrir todas las necesidades que implica un paciente que será trasplantado”, explica la doctora Estefanía Limón.

El costo aproximado de un trasplante de riñón varía desde los 35 mil hasta los 200 mil pesos, dependiendo del hospital en que se realice, según información del organismo.

La familia González se decidió por el Instituto Mexicano del Trasplante. Tres meses después del fatídico diagnóstico, Lupita y Érika entraron a quirófano. Los datos del Cenatra indican que en 71% de los casos de trasplantes que se registraron de 2007 a 2015, la donación tardó menos de un año.

Han pasado tres meses desde que Érika vive sólo con un riñón. Su vida es normal. Su dieta es más balanceada que antes y su visión sobre la donación de órganos cambió radicalmente. Lupita baila de nuevo. Regresó a la secundaria y sueña con convertirse en zoóloga, porque le gusta ver cómo fotografían y estudian a los animales en Animal Planet.

Retos de la donación en México

La falta de información en la población, las creencias religiosas, las enfermedades, la falta de difusión por parte de los medios sobre trasplantes exitosos y hasta la falta de coordinación entre los comités de hospitales, son algunos de los obstáculos a los que se enfrenta la cultura de la donación en el país.

El director del Cenatra afirma que actualmente se están sumando esfuerzos entre los gobiernos federal y estatales, la Secretaría de Salud y demás instancias para la procuración y donación de órganos en todo el país: “Si se genera un donador, primero se atienden las necesidades locales, pero si no hay un programa o receptor compatible, ese órgano se hace llegar a otros estados gracias a la coordinación nacional”, asegura. Además, se ha comenzado a promover la cultura de donación desde educación básica, indica Aburto.

Para el doctor Pascual Pérez, médico de la UNAM, la situación no es tan fácil, puesto que uno de los pasos principales para acelerar los procesos es la creación de una base de datos que conecte posibles donadores con receptores: “Hace falta una coordinación entre los diferentes comités de trasplantes de todos los hospitales sin importar la institución”, afirma.

Los especialistas sugieren fomentar la cultura de la donación a través de los medios masivos de comunicación, porque las barreras culturales y religiosas son las más complicadas de superar en cuestión de donantes fallecidos: “Muchas veces la familia dice ‘̍no doctor, es que ya sufrió mucho. Ya no lo moleste más’̍, por lo que la idea de que a alguien muerto se le puede dar más sufrimiento es un factor cultural importante a vencer”, asegura el doctor Bernardo Pintos.

Actualmente existen 21 mil 94 personas en espera de un trasplante. Si los juntáramos a todos llenarían dos veces el Auditorio Nacional. El órgano más esperado es el riñón: 12 mil 880 mexicanos buscan uno nuevo.

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