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Entre Playa del Carmen y Tulum está “el secreto mejor guardado” del Caribe mexicano: Paamul, un asentamiento que alberga a una comunidad de estadounidenses que disfrutan de 1.5 kilómetros de playas, paisajes de ensueño, la exuberancia de la selva maya y el buceo en arrecifes de coral.

Paamul, palabra de origen maya que significa “ruina destruida”, es un exclusivo alojamiento costero con un hotel, 10 cabañas, una tienda de buceo, un restaurante y también un trailer parking: un sitio en el que se instalan remolques acondicionados.

Aquí conviven casi 200 norteamericanos —retirados o en activo— que por lo general sólo regresan a su país de origen la mitad del año, explica Kalu de Silva, socio del restaurante que opera ahí.

“Es un lugar tranquilo, buena calidad de vida, no hay violencia. Es un lugar muy seguro”, asegura Kalu.

Lyda Puleston llegó hace 16 años a Paamul. Su remolque fue uno de los primeros en el área. Poco a poco le instaló una cocina, un baño y las recámaras. Ahora su casa rodante tiene un comedor y una estancia en el exterior.

Con las ganancias de alquilar departamentos en Minneapolis, la ciudad más poblada de
Minnesota, Lyda puede vivir cómodamente en este paraíso tropical. Ahí formó una familia con Roberto, un italiano que conoció en la Riviera Ma hace seis años, y sus tres hijos —Gloria, de 12; Castor, de 14, y Dómino, de cinco— quienes van a un colegio junto al mar y en el que se reúnen hijos de norteamericanos.

La escuela es bilingüe y parte de la educación se basa en el contacto con la naturaleza y el aprendizaje de oficios como la carpintería y la electricidad. Las lecciones incluyen caminatas de ocho kilómetros para reconocer la selva, la flora y fauna que la habitan, narra Lyda.

Es noche de viernes: Paamul tiene fiesta. La comunidad entera se reúne en el restaurante. Familias completas cenan y conversan; adolescentes y niños nadan en la piscina, mientras los adultos se alistan para escuchar a la banda, conformada por músicos que ahí viven.

Para Lyda y Roberto es importante que sus hijos aprendan inglés e italiano, pero también español, pues viven en México, país que describen como uno de los “más bellos del mundo”, con “mucho potencial” y en donde “hay un lugar para todos”.

Roberto enumera esas riquezas: playas, selva, bosques, desierto, comida, clima diverso y la amabilidad de la gente.

“No hay otro país igual”. Asegura que Lyda y él conocen muchos otros países, pero “ninguno como México”.

Su forma de vida va en contra del actual presidente de Estados Unidos. Remarcan que en las antiguas tradiciones mayas y su manejo de la naturaleza, la medicina tradicional y su convivencia con la Tierra está “el futuro del mundo”.

Para Lyda, Trump es la expresión de la ignorancia y de la baja calidad educativa de su país. “En Estados Unidos muchos no tienen educación buena, no piensan en otras personas, no entienden que el mundo es una red”.

Ella espera que el papel de Trump sea tan deplorable que no termine su mandato. Ubica al presidente norteamericano como sinónimo de “ignorancia total, de racismo y egoísmo (…) Trump no sabe lo que hace”.

Sin embargo, en Paamul la mitad o al menos una tercera parte votó por Trump, lo cual les sigue sorprendiendo y desconcertando de sus compatriotas.

“Votaron por Trump pero viven aquí, es una incongruencia”, concluyen.

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