Julián Ríos Cantú tenía 13 años cuando comprendió que las mujeres en México tienen poca probabilidad de sobrevivir al cáncer de mama. Graciela Ríos, su madre, estuvo a punto de morir —dos veces— por esta enfermedad, que mató a 5 mil 998 mujeres en 2014.La advertencia no ha sido suficiente para lograr que más mexicanas intenten combatirlo. Según datos del Sistema de Información de Cáncer de la Mujer, en 2015 se hicieron 80 mil mastografías menos que en 2014 en el sector público. México es el integrante de la OCDE con menor número de mastógrafos por cada millón de habitantes, apenas nueve, según reporta el organismo internacional.

Graciela es sometida, desde hace años, a tratamientos agresivos para impedir nuevos brotes del cáncer. Por eso, no comprende cómo gran parte de sus amigas no han acudido a realizarse una mastografía. Su hijo Julián, quien ha padecido el temor de perder a su mamá, desde entonces trabaja en un método más efectivo que los existentes para detectar este cáncer: un brasier prototipo con el que planean reemplazar la autoexploración y el mastógrafo.

A través de biosensores adaptados a la prenda planean que las mujeres realicen estudios periódicos de sus senos cada semana: “Lo que hacemos es tomar todos estos datos y almacernarlos en una base”, dice Julián.

“Cuando existe un tumor en el seno hay más sangre, más calor, entonces hay cambios bruscos en la temperatura, cambios en la textura. Nosotros te decimos, en el cuadrante equis hay un cambio brusco de temperatura, y nuestro software se especializa en cuidar esa área. Si vemos que ese cambio persiste, te recomendamos ir al médico”, explica el joven.

La International Agency for Research on Cancer señala que este padecimiento de mama sólo disminuye su mortandad en los países donde las mastografías abarcan más de 70% de su población. Según el Programa Nacional de Salud, en 2012 se tenía como objetivo cubrir 21% de las mujeres entre 25 y 60 años. Actualmente, la Secretaría de Salud reporta que estados como Nayarit y Oaxaca sólo cuentan con una unidad disponible para realizar estas pruebas.

“Que las mujeres sepan que en un futuro existirá un método diferente para la detección”, promete Julián, y estima que su prototipo podría tardar dos años más en alcanzar una certificación para su uso.

¿Cómo ganarle al cáncer de mama?

En el combate contra el cáncer de mama, no sólo el número de mastógrafos cuenta. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para un diagnóstico oportuno, que pueda incrementar las posibilidades de sobrevivir, las mujeres deben autoexplorarse, realizarse una mamografía cada 12 meses —a partir de los 40 años o más jóvenes si existen antecedentes familiares— y acudir a revisiones médicas periódicas. Tal como lo hacía la madre de Julián.

Graciela padeció cáncer de mama por primera vez cuando tenía 45 años. Gracias a un diagnóstico oportuno no sufrió mayores consecuencias, pero la segunda vez fue distinta. A pesar de los antecedentes y que ella seguía con sus revisiones médicas periódicas, cuando la radiología advirtió que el tumor podría ser maligno era necesario extirpar un seno, y ella se quitó los dos. “Fue un diagnóstico tardío, a pesar de que los médicos sabían que mi madre tenía una malformación en el seno, decidieron no tratarla porque quizá no era nada, lo cual resultó que sí era cáncer”, explica Julián.

A finales de 2015, la investigadora en Ciencias Médicas del Instituto Nacional de Cancerología, Nancy Reynoso, analizó los recursos y carencias que tenía nuestro país para enfrentar esta enfermedad. Advirtió que apenas hay 6 mil 500 radiólogos, y que sólo 3 mil 500 están certificados y 351 son especializados en cáncer de mama. La Dirección General de Información de la Secretaría de Salud tiene en sus bases de datos números coincidentes. Cuentan con 3 mil 160 médicos radiólogos certificados y 10 mil 382 técnicos radiólogos.

Para el doctor Enrique Bargello, jefe del Departamento de Tumores Mamarios en el Instituto Nacional de Cancerología, la escasez de mastógrafos no es, por ahora, el principal problema: “Si yo pudiera mandar un mensaje claro es: sí es importante detectarlo [el cáncer de mama] tempranamente, pero hoy en día es igual o más importante tratarse en un lugar que cuente con todos los recursos”, detalló Bargello, quien afirmó que las técnicas para el tratamiento de estos tumores cada vez son más efectivas.

Un brasier en lugar de un mastógrafo

A sus 17 años, Julián y tres compañeros: José Ángel Lavariega, José Antonio Torres y Andrés Muriel, fundaron Higia Technologies.

Con esta empresa lograron desarrollar el primer prototipo de un basier, equipado con biosensores capaces de medir la temperatura, forma y peso de los pechos: “Lo que hace es tomar todos los síntomas del cáncer de mama que una mujer puede presentar, desde la rugosidad del seno, la temperatura y el color. Tomar esos datos, analizarlos en un sofware y dar un diagnóstico”, explicó.

“¿Por qué un brasier?, porque nos permite tener a los senos en la misma posición y no se tiene que usar más de una hora cada semana”, comentó Julián.

Entrevistado por este diario, el joven se encargó de convocar a los integrantes de Higia Technologies, con la ayuda de sus profesores, en la preparatoria del Tecnológico de Monterrey.

“La mujer no tiene que depender de un método como la autoexploración, que consiste en tomar los dos dedos de la mano, pasarlos sobre el seno, y hacer un diagnóstico completamente subjetivo, que en muchos casos puede resultar en fatalidades”, y precisó que el brasier reducirá el tiempo que se pasa entre cada revisión.

El prototipo aún tiene un largo camino antes de ser aprobado y utilizado como un método de diagnóstico: “No sólo se requiere una gran cantidad de patentes, también se requiere gran cantidad de validación por parte de organismos internacionales, lo cual puede tardar bastante”, detalló Julián. Actualmente han logrado trabajar en conjunto con médicos oncólogos para realizar pruebas de diagnóstico en hospitales particulares de Monterrey.

“Nuestro objetivo es comenzar con mujeres con BRCA1 y BRCA2 [son las siglas para referir la predisposición genética al cáncer de mama]. Es un proyecto complicado, no es una tarea sencilla la que tomamos. Requiere bastantes ingresos y por el momento estamos un poco limitados, pero hemos hecho lo que podemos con nuestros recursos”, precisó el joven desde las oficinas de su innovadora empresa, ubicadas en un espacio que su madre les ha cedido para el proyecto, en San Pedro Garza García, en el estado de Nuevo León.

Con su empresa, Julián, Andrés, José Antonio y José Ángel ganaron un certificado ante el Colegio Babson, reconocida entre las mejores escuelas de emprendedores a nivel mundial. Si obtienen diagnósticos certeros en los próximos meses, los jóvenes buscarán la certificación internacional. “No ha sido sencillo, nuestra edad es un arma de doble filo, la verdad, hay gente que le gusta mucho que jóvenes innoven, y hay otra que no le agrada tanto o simplemente quiere dar su opinión”, dijo Julián.

Un problema desde la educación

El doctor Enrique Bargello consideró que además de buscar otros métodos de diagnóstico, las mexicanas deberían aprovechar los que se tienen: “Creo que hay que hablar, que es un problema global, podemos decir que no hay suficientes [mastógrafos], pero también tenemos que decir que las mujeres tampoco están acudiendo, advierte.

El especialista reconoce que proyectos como el de los jóvenes regiomontanos tendrán un valor en el futuro, pero en la actualidad, considera que la educación de las mujeres mexicanas sobre el cuidado de su salud es el principal reto. “¿Si hay 40 millones de mujeres en edad de estarse haciendo una mastografía, por qué ellas no están yendo a tocar la puerta?”, cuestionó el doctor Bargello.

Además de estas complicaciones, existe una gran deuda en la lucha contra el cáncer de mama: no se conoce a ciencia cierta cuál es la magnitud del problema.

“No tenemos un número que coincida, si tú ahorita haces una investigación y quieres buscar cuántos casos nuevos hay, vas a encontrar cuatro o cinco diferentes cifras, no hay un censo”, explica Bargello.

Los jóvenes que desarrollan el brasier explican que su uso resolvería algunas de estas carencias, puesto que además las revisiones serían realizadas por un software que “no se prestaría a la subjetividad humana”, afirmó Julián, y también almacenaría la información de cada usuaria para obtener así registros nacionales del problema. Los jóvenes planean que tras conseguir su validación, unos seis brasieres podrían ser repartidos en cada hospital público, y así democratizar su uso. Estimó que el costo de cada uno podría alcanzar los 3 mil pesos.

Mastógrafos insuficientes

En 2011 se publicó el primer análisis sobre la eficacia de las mamografías en el sector salud. Con 253 mastógrafos se realizaron 549 mil 897 mastografías, y sólo 357 biopsias, que arrojaron 211 diagnósticos de tumores malignos. Con el ejercicio se reveló que sólo 1% de las usuarias tenían acceso a un tratamiento efectivo. Desde entonces se ha incrementado a 900 el número de mastógrafos. Pero aún así la cantidad de mastografías realizadas en 2014 fue de 858 mil 606, mientras en 2015 fueron 777 mil 888, lo que representa alrededor de 80 mil mastografías menos. “Le hemos dado mucha difusión al ‘detéctalo a tiempo’… Creo que no es por falta de difusión. Creo que es por cómo estamos llegando. Tenemos que ser más creativos”, estimó el especialista del Instituto Nacional de Cancerología.

En el Presupuesto de Egresos 2017 contemplado por el Ejecutivo federal, para el sector salud es de 121 mil millones de pesos, 10 mil millones menos que los aprobados en 2016, cuando los diputados habían reconocido “somos de las economías que destinan menos recursos públicos a esta función. Adelante de México están Chile, Corea, Israel o Turquía”.

Una lucha que no todas dan

Graciela decidió que quería ser madre a los 36 años. Tras dos años de intentarlo logró una inseminación artificial, de la que nacieron Julián y su hermana Daniela. Como madre soltera, dueña de su propia empresa, escritora y columnista en medios, cuando se enteró que tenía cáncer de mama entendió que su vida dependía de la calidad de su tratamiento. Con la cobertura de su seguro de gastos médicos mayores logró que una clínica estadounidense la atendiera, pero la mayoría de las mexicanas no tiene esa salida. “Somos un país que no da posibilidades a sus mujeres”, dice ella.

Julián, por su cuenta, promociona los alcances de su prototipo: “Que las mujeres sepan que en un futuro habrá un método diferente”, promete el joven lleno de esperanzas.

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