“La manifestación más pura
e inmediata del tiempo es
el ahora”. Octavio Paz

No todo puede ser sólo buenas intenciones, llega el momento de proveer el dinero para hacerlas realidad. Ecosistemas y especies se degradan y extinguen a un ritmo sin precedentes, con consecuencias imprevisibles e irreversibles para la vida en nuestro planeta. Pero las inversiones en protección ambiental palidecen frente a la magnitud del desafío.

La biodiversidad y servicios ambientales sustentan nuestro bienestar y brindan oportunidades de empleo a las poblaciones más vulnerables. La naturaleza capta y filtra agua, captura carbono, retiene y estabiliza suelos, y nos da alimentos, materiales de construcción, recreación y beneficios espirituales. Según la ONU, 80% de la población en países en desarrollo depende de medicinas derivadas de plantas y animales, los peces y mariscos marinos son fuente principal de proteína para 3 mil millones de personas y la acuacultura produce anualmente 77 millones de toneladas de alimentos con valor de 60 mil millones de dólares y emplea a 23 millones de personas. Por si fuera poco, sin insectos polinizadores la agricultura colapsaría, amenazando la seguridad alimentaria global.

Cada año hay 8 mil millones de visitas a las áreas protegidas del planeta, que aportan 30% de los 2 millones de millones de dólares generados por el turismo; los ingresos del ecoturismo en países en desarrollo son de 29 mil millones de dólares anuales. Sin embargo, hoy se invierten sólo 6 mil millones de dólares anuales en cuidar las áreas protegidas; la mitad de lo necesario. Cifra que palidece junto a los 500 mil millones de dólares que los 21 principales países productores de alimentos malgastan en subsidios agrícolas y a los enormes recursos que los gobiernos despilfarran en defensa militar. Según el Stockolm International Peace Research Institute, Estados Unidos gastó 825 mil millones de dólares en armamento en 2018 y China 148 mil millones de dólares en 2017. Y uno se pregunta, ¿cuáles son las prioridades de la humanidad? ¿No es mejor invertir en frenar el cambio climático que nos amenaza a todos, en lugar de que los países tengan la última generación de aviones de combate, misiles, navíos y drones?

En México, los recursos aportados por el gobierno, empresas, organizaciones filantrópicas y ambientalistas son claramente insuficientes para frenar el deterioro ambiental. En 2014 la revista Forbes aportó datos reveladores sobre las contribuciones filantrópicas empresariales: sólo 18 de 38 fundaciones y empresas que suministraron información apoyan el medio ambiente – con un total de 616 millones de pesos. Las que más contribuyeron fueron Fundación Carlos Slim (207 millones), Cemex (97), Fundación Azteca (89), Fundación Coca-Cola (73), Fundación HSBC (32) y Fundación Televisa (24). Destaca la Fundación Slim que en la última década ha invertido, junto con WWF-México, más de 80 millones de dólares para conservar la biodiversidad

Las inversiones gubernamentales tampoco han estado a la altura del desafío, como lo subrayó el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza y otras organizaciones. Por ejemplo, el presupuesto de Semarnat en 2018 es 37 mil 580 millones de pesos (34% menor a 2013); el ganón fue la Comisión Nacional del Agua con 73% del total. A la Comisión Nacional de Áreas Protegidas —con responsabilidad sobre 91 millones de hectáreas que albergan la mayor biodiversidad y los ecosistemas más amenazados— sólo le tocó 3% (mil 132 millones) y a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente 2.6% (989 millones). Ambas instituciones requieren de al menos el doble para cumplir sus funciones. Estas cantidades no pintan junto a los 45 mil millones de pesos que, según Fundar-Centro de Análisis e Investigación, ha despilfarrado en publicidad oficial el gobierno federal este sexenio (9 mil 500 millones sólo en 2016). O junto a los 6 mil 788 millones derrochados por los partidos políticos en las elecciones de 2018. No entienden que no entienden.

¿Qué nos dice todo esto? Que en México el medio ambiente no es prioridad del gobierno ni del sector privado, a pesar de que empuñen la bandera ambientalista. Parece que las empresas no entienden que la base de sus cadenas productivas y la viabilidad de sus negocios están inextricablemente vinculadas con la salud de los ecosistemas. Y que apoyar su conservación debería ser una condición obligada para desarrollar un negocio, no  un acto de exculpación sino un acto de consciencia y congruencia con un país al que le deben todo.

Los ecosistemas son la piedra angular del crecimiento económico y la justicia social que tanto enarbola la próxima administración federal. No nos hagamos bolas. Si no protegemos hoy nuestro capital natural, estaremos arriesgando el mañana de generaciones de mexicanos. De ese tamaño es el reto y de ese tamaño debe ser el compromiso y la inversión de recursos económicos.

Científico y ambientalista. @ovidalp

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