El debate del domingo estableció figuras sólidas sobre lo que se espera consolidar en los próximos meses. Andrés Manuel López Obrador consideró que no podía darle oportunidad de sobresalir a quienes sólo se cobijaban de su presencia. Ser puntero en las encuestas no podía dejarse a la solícita actitud de distraer su presencia con candidatos principiantes. Con excepción de Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, quien gobernó el estado de Nuevo León y había llegado a esa cúspide como candidato independiente, los demás candidatos vienen de situaciones de sobreprotección de sus propios partidos, partidos que no fundaron y desde el cual su participación ha sido emergente, casual y falto de una democracia interna en la organización política cuya filiación ha usado la expulsión y la adherencia forzada.

El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), sabe que esta participación presidencial es determinante para sentar precedente sobre su aglutinamiento indiscriminado de personajes que provienen de muchos espacios en donde brillaron por su ausencia la cultura de la disidencia y los juegos de poder horizontales y se focalizaron las relaciones que las mayorías usurpaban para distorsionar la cultura de la legalidad que generaran garantías de participación de las minorías. Para López Obrador: Napoleón Gómez Urrutia y Elba Esther Gordillo, nunca tuvieron la audiencia que les reconociera su ubicación como enemigos del sistema, sólo se les criminalizó y eso es reprochable para un régimen de derecho que se precia de modernas reformas constitucionales en beneficio del reo, siendo esta condición, en los casos anteriormente señalados, casos de criminalización de índole política.

El staff del debate desarrolló una dinámica al final del evento, en donde reconoció al candidato que no se dejó cuestionar por un rol secundario en su campaña: simular que sigue los protocolos aportados por los institutos de organización como el Instituto Nacional Electoral (INE), otrora destinatario de la expresión “¡Que se vayan al diablo con sus instituciones!” El staff le solicitó posar para la fotografía a AMLO, justo al final del evento, generando la suspicacia de laurearlo como el próximo presidente. No despedirse de los candidatos recién le acompañaban en ese espacio de discusión, manda un aviso a quienes le van considerando un estado de congruencia a López Obrador: ahí se quedan; ustedes invitados al banquete de la palabra pueden quedarse; incluso cada uno de ustedes vino obedientemente a hacer la pasarela del ensayo; usted Margarita peléese con su Anaya, irrumpan con revanchismos del pasado; Meade, no das la batalla; Bronco, allá en tu estado le ganaste a una Ivonne Álvarez que se vanagloriaba con 42% de la intención del voto, allá en tu estado, allá en tu estado, no eres rival para liarme contigo a nivel nacional.

El disfrute de un debate que no necesitaba de esfuerzos verbales para ser efectista, colocó a López Obrador en un acto republicano que suplantaba la buena fe de los espectadores. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación había declarado válida la candidatura de El Bronco y ahora el INE lo paraba frente a él aduciendo respetar el criterio de la judicatura electoral. La sonrisa de prosapia que hacia darle pulcritud a su versión peculiar sobre el republicanismo que se le acomoda, lo hacía involucrarlo en un desdén que hacía penosa la ruta crítica de sus adversarios. Aunque Meade se centró en la presunta declaración patrimonial que AMLO no informó, éste le replicó que de ser cierta esa aseveración, le regalaba esos inmuebles. El espectáculo se vio necesitado de apariencias. Para el espectador hábil, a los señalamientos de El Bronco, los demás candidatos se reían de “corralito” (unidos por una misma causa).

Otros rasgos de prevaricación verbal en contra de AMLO, es aquella trifulca entre los candidatos de partido que generaban, al parecer, una consigna en la discusión: que AMLO no fuera el tema, sacarlo del tema momentáneamente, aunque fuera el puntero en las encuestas. Si se atrevían a meter a Andrés Manuel en la plática, era para tratar de desestabilizarlo, situación que demostró una postura monolítica que se destinaba a practicar discriminación con aparentes tintes de oportunismo al aprovechar la presencia del puntero, ahora frente a ellos. Los moderadores del debate, para variar, ya se han anticipado en sus barras de opinión con declinaciones preferenciales, personajes a los que AMLO ya les conoce su función al servicio del sistema político que el régimen que gane tiene que poner a revisión.

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