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Hunucmá, Yuc.— “Es muy temprano para empezar con una cerveza, si no, ya la hubieran ofrecido”, dice el presidente Enrique Peña Nieto, ante la concurrencia, sedienta y que no halla cómo mitigar el inclemente calor del sureste mexicano.

El termómetro marca 36 grados a la sombra. Es la inauguración de la planta Cervecería de Yucatán en este municipio, en un enorme parque industrial en el que pilas y pilas de latas que contienen miles de litros del líquido esperan el momento de ser exportadas.

“Hay sociedades o culturas que casi hacen de la cerveza el desayuno”, agrega el Presidente, haciendo cada vez más intenso el deseo por una de esas latas empacadas, que forman pilas tan grandes como una casa de tres pisos.

Quien puede agita un abanico, otros buscan una toalla o un pañuelo para secarse el sudor, pero la mayoría imagina ese “click” característico de cuando se abre una “helada”.

Con la temperatura en ascenso, la inmensa nave de la cervecera parece una olla de vapor. Peña Nieto evoca las memorias del padre de Valentín Díez Morodo, un icono del empresariado mexicano, quien para posicionar el producto estrella de la casa, Corona, habló por teléfono a Yucatán para preguntar cómo estaba el clima.

“Y decían: hace muchísimo calor, 42 grados a la sombra. Y tu padre, Valentín, les dijo: ‘¿Qué hace en la sombra?, salga a la calle, porque es ahí donde consume la cerveza’”, narra.

Destaca que México es el cuarto exportador de cerveza a nivel mundial, incluso por arriba de Alemania, pero todavía no es una nación con alto consumo per cápita.

“Eso no sé si sea bueno o malo, yo creo que estamos bien. Lo importante es que produzcamos, desde México, cerveza para todos los consumidores del mundo, lo que creo es más importante y significativo”, dice.

Los discursos terminan y ya al final sólo unos cuantos privilegiados pasan atrás del escenario para degustar una rica, espumosa y helada cerveza hecha con agua de cenotes mayas. Click, “¡Aaah!”.

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