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Solidarias, exitosas, guerreras, sin importar “cachucha”, partido político o ámbito profesional, así fue como se encontraron y compartieron anécdotas las 101 mujeres líderes convocadas por EL UNIVERSAL a su desayuno anual en el marco del Día Internacional de la Mujer.

Entre selfies, café y la complicidad de las profesionales, exitosas, cada una con su trayectoria, adversarias políticas, pero que también saben ser amigas que se encuentran después de un tiempo, se fueron recibiendo la mañana del jueves en las instalaciones de El Gran Diario de México, en el edificio de Bucareli, número 8: “¿Cómo estás, mi adorada?”, se abrazaban.

“Me las vuelvo a encontrar, guapas y exitosas como el año pasado”, se saludaban.

Desde poco después de las 08:00 horas comenzaron a llegar las primeras mujeres; acompañadas de sus colaboradoras, madres, amigas y hermanas, atravesaron la alfombra rosa que recorrió el trecho desde la calle de Bucareli hacia el interior del recinto hasta el piso de mármol en donde está grabada el águila insignia de El Gran Diario de México. Ahí donde posarían para la fotografía del recuerdo.

Poco a poco se fueron formando diferentes y variados grupos de mujeres en los que las conversaciones giraban en torno a todos los temas: futbol, trabajo, hijos,  maridos, dietas, escándalos, la nueva Constitución de la Ciudad de México; uno en especial acaparó los intereses de todas: la política, siempre la política, y particularmente las elecciones de 2018. “Las mujeres tenemos que llegar, no lo dejes: ‘Queremos candidata’”, se escuchaba. “¡Compítela y gánala!”, se animaban.

Con sólo verlas y escucharlas queda en claro que ese viejo refrán separatista de que “mujeres juntas ni difuntas” está añejo y obsoleto porque aquí se reciben todas con cariño, se abrazan, se cuentan, se apoyan y se aconsejan e impulsan.

Las ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Lucía Piña Hernández, presidenta de la Primera Sala, y Margarita Luna Ramos no se separaron ni un momento. Sociables: “¿Alguien ha visto a Norma?”, preguntaba Margarita. “Aquí está sentada Norma”, decía para mantenerse juntas.

Mientras buscaba una red de WiFi para conectarse y hacer Periscope, la delegada de Miguel Hidalgo en la Ciudad de México, Xóchitl Gálvez, hablaba de futbol y del equipo de sus amores: el Cruz Azul, del cual se quejaba porque todavía no le ha dado el campeonato.

En un círculo en el cual también estaba Mónica González Contró, abogada general de la UNAM, se destacaba en su conversación el papel de las mujeres y la solidaridad que se muestran en el ámbito tan competido y difícil de la política. “Somos guerreras más allá de un partido”, “somos más capaces de dejar las cosas de la política en la política”, “somos más solidarias”, se escuchaba. “Más allá de un partido, somos mujeres”, era la respuesta. “Mujeres sin cachucha”, decían otras.

Patricia Mercado, secretaria de Gobierno de la Ciudad de México y ex candidata presidencial, sonrió y abrazó a su paisana, Claudia Pavlovich, gobernadora de Sonora, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), al verla llegar cerca de la entrada a la salita con sillones grises y cojines rosas.

En medio de otra plática breve, pero incisiva, le dijo: “Eres tú por ti misma, no por comparación”. La priísta simplemente sonrió en un gesto de agradecimiento.

Comentarios parecidos, que resaltaban la solidaridad y el encuentro más allá de todo, se escuchaban en la sala. En un momento, antes de tomar el elevador para subir al desayuno, la senadora chihuahuense por el PRI, Lilia Merodio, se acercó y sostuvo el brazo a Alejandra Barrales, presidenta nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

En medio de la polémica y lo que ha sido considerada una “debacle” para el sol azteca, Lilia le demostró su apoyo a Alejandra.

El momento es crucial para la también senadora perredista, quien en las últimas semanas ha batallado en varios frentes, entre la desbandada que sufrió esta semana cuando 11 senadores, encabezados por el ex lider del grupo parlamentario Miguel Barbosa, la abandonaron y anunciaron su intención de integrar su propio bloque.

“Hay que vernos para ponernos de acuerdo y darles en la torre a estos canijos”, dijo Merodio con su marcado acento norteño; Barrales respondió con una sonrisa.

Isabel Miranda de Wallace atravesó la sala para encontrarse con la aspirante presidencial del Partido Acción Nacional (PAN), Margarita Zavala; le pidió una foto y sonrieron juntas.

La conversación en las mesas también giraba en torno a la poca participación que tienen las mujeres en la administración pública y los puestos de toma de decisiones en este país. La conductora y periodista deportiva Inés Sainz platicaba, indignada, con la ministra Luna Ramos, le decía: “Son sólo dos ministras en la Corte, ¡dos!”, en referencia a la escasa presencia de mujeres en el Poder Judicial. “Vamos poco a poco, en mi ámbito [la política] somos tan pocas que la solidaridad es natural”, decía la diputada Martha Hilda González a las embajadoras de Vietnam, Le Linh Lan; Jamaica, Sandra Anita Grant, y Austria, Eva Hager.

En medio de todas ellas la niña Andrea Lomelí escucha atenta, quizá está tentada a corregir a alguien, como lo hizo hace meses con el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño. Son varias las ocasiones en que le insisten para que tome la palabra, pero es María Bárbara Wetzel Aguilar, la niña gimnasta con síndrome de Down, la que se perfila hacia el estrado y toma la palabra.

Sin distingos por la pertenencia política o diferencias por los ámbitos en los que cada quien se desarrolla, la conversación fue de reconocimiento. Solidaridad es uno de los nuevos términos que se utilizan para describir el hermanamiento entre mujeres. “Tenemos que ser solidarias y activas, tenemos que apoyarnos porque, de lo contrario, está cañón”, decían.

(Imagen: LUCÍA GODÍNEZ. EL UNIVERSAL)

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