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Axochiapan, Mor.— Por las calles de la cabecera municipal, colindante con el estado de Puebla, se escuchan los gritos de niños, en su mayoría de entre tres y 10 años, que corren de un lado para otro. Para ellos no ha iniciado el ciclo escolar porque sus planteles fueron cerrados por sus padres para exigir al gobierno estatal que cumpla con el acuerdo legislativo de erradicar las cuotas.

Las protestas comenzaron en junio cuando conocieron que por ley todas las escuelas públicas del estado deben recibir el equivalente a tres salarios mínimos por alumno, para suprimir las cooperaciones o cuotas escolares.

En Temixco, Axochiapan y Tlaltizapan se realizaron manifestaciones y “tomas” de escuelas para demandar al Instituto de Educación Básica del Estado de Morelos (IEBEM) la entrega de los recursos a las escuelas, pero también denunciaron la falta de maestros.

El viernes, las protestas arreciaron en Tlaltizapan, al sur del estado, donde padres de familia tomaron las instalaciones de las escuelas Emiliano Zapata y Unión Proletaria, ante la falta de docentes. Olga Mejía, madre de familia, refirió que 60 alumnos entre tercero y quinto grado se veían afectados en su desempeño escolar al no acudir a clases. El IEBEM informó que el lunes todo sería resuelto.

La ausencia de maestros y la permanencia de las cuotas obligatorias en algunas escuelas avivaron las protestas de los padres de familia y se constituyeron en el Movimiento Luchando por una Educación Gratuita, para exigir al IEBEM el envío de los recursos, pero también para acusar que los directores de cuatro secundarias y un preescolar condicionaban el pago de 200 pesos, en las primeras, y 100 pesos en preescolar, para tener derecho a la inscripción, en el municipio de Axochiapan.

Con el cierre de las secundarias y el preescolar suman casi 2 mil 600 alumnos sin clases, jugando en las calles o aprendiendo en sus casas con la ayuda de sus hermanos mayores.

Pero Sarahí Hernández, una niña de cinco años, extraña la escuela y la enseñanza de su maestra Norma, a quien identifica por sus aretes. A ella le debe, dice, su aprendizaje de lectura y escritura; “también me enseña a realizar dibujos”.

Sarahí ocupa una silla de madera en el patio de su casa y en un momento se recuesta entre los brazos de su madre, Araceli, para repetir los números del uno al seis. La niña luce cansada, bosteza y con una mano talla su cabello dividido en dos coletas. Con semblante de aburrimiento repite “uno, dos, tres, cuatro…”. Su madre asegura que en casa Sarahí muestra tristeza cuando ve que su hermana mayor acude a la escuela primaria Tlahuilli, ubicada en el centro de ese municipio, donde no fue condicionado el pago de las cuotas escolares.

Sarahí va al preescolar Salvador Novo desde hace dos años, pero desde el lunes fue cerrada por los padres de familia. “Mi escuela esta cerrada... me gusta ir a la escuela porque allá me divierto más”, expresa.

Su amiga Esther, de cinco años, también está sin clases y recibe la instrucción de su hermana mayor Nicole, de 9 años, que va en cuarto año de primaria. Las hermanas repasan las vocales, los números y dibujan frutas y árboles, mientras sus padres vigilan que la menor atienda las instrucciones.

El padre de familia, José González, dice que no puede pagar los 100 pesos de cuota porque como albañil gana mil 100 pesos a la semana para mantener a tres hijos y a su esposa que está embarazada.

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