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Ni los zapatos rotos que llevaba a la escuela, ni el lodo por el que debe pasar para salir de casa y tomar el trasporte, fueron obstáculos para Ramiro Martínez Ortega, el joven de 15 años que de 128 reactivos sólo tuvo un error en el Concurso de Asignación a la Educación Media Superior de la Zona Metropolitana 2016.

Para sacar adelante a Ramiro, su madre, María Ortega Soto, sale todos los días a vender ropa o chácharas en el centro de Tulyehualco; no importa lo que tenga que hacer con tal de ver a su familia bien.

No todo es alegría en la casa. Hace 10 días, Ramiro recibió una fuerte noticia: la muerte de su abuelo. Ante la falta de la figura paterna, su abuelo, del mismo nombre, fue el apoyo del joven.

El jueves pasado, Ramiro recibió la buena notificación del examen.

“Estaba en mi cuarto, le llaman a mi mamá y le dicen que había sido el resultado más alto de Comipems. En ese momento no me la creía, pero después me entró una emoción muy grande, grité y salté. Cuándo vi que eran 331 mil 405 aspirantes, dije: ‘¡Oh, por Dios!, de esos aspirantes yo fui el más alto’”.

En su casa ubicada en la delegación Tláhuac, de pronto llega el recuerdo de su abuelo; su voz se corta. Se le pregunta como quien le gustaría ser:

“A la persona que admiro mucho es a mi abuelito que acaba de fallecer; era un hombre muy fuerte, trabajador, que nunca se daba por vencido. Él era ese árbol de tronco grueso que con su sombra nos protegía y nos ayudaba a toda la familia; estoy orgulloso de ser su nieto, de llevar su nombre, y lo voy a poner muy en alto”.

En sus horas libres, al joven que próximamente ingresará a la preparatoria número 5, de la UNAM, le gusta leer novelas, pero también informarse sobre ciencia, Astrología, Astronomía, Física y Química; pero tiene un gusto enorme por coleccionar dinosaurios.

Aunque apenas comienza su vida estudiantil, piensa a futuro. Se siente orgulloso de formar parte de la UNAM: Ciudad Universitaria es su siguiente objetivo para estudiar Arquitectura.

Quiere viajar a varios países, uno de ellos Francia, que le apasiona; no lo conoce, pero asegura que en su momento podrá alcanzar esa meta.

Sabe la situación difícil por la que atraviesan y lo que tiene que hacer su madre para sacarlo adelante, por eso entre sus planes siempre la incluye.

“Hemos pasado por situaciones difíciles y a veces me siento impotente por no poder hacer nada, pero sé que voy a tener bienestar en todos los aspectos y voy a ayudar a mi madre, regresarle todo lo que ha hecho por nosotros y que tenga una vida plena”.

Niño OMI. En otro extremo de la ciudad, en la delegación Álvaro Obregón, vive José Ángel Espinosa Bautista, el segundo mejor en el concurso, con 126 aciertos de 128 reactivos.

La escena se repite. La figura paterna no vive en casa. Aunque da su pensión alimenticia, quien ve todo lo que sucede en casa es la mamá, quien vende artículos por catálogo.

En 2015, José ganó la medalla de oro de la Olimpiada Mexicana de Informática, por eso le dicen Niño OMI; en 2013 fue finalista de la Olimpiada de Conocimiento Infantil, por eso lo llaman Niño OCI. Sus ratos libres los ocupa para crear en su consola de videojuegos.

No tiene televisión porque dice que con el apagón analógico su mamá no tuvo para comprar otra.

El jueves pasado también recibió la noticia de que se había quedado en su primera opción, pero además que había sido el segundo mejor lugar.

A sus 16 años va a cursos de computación, pero hubo uno en la secundaría que le marcó el rumbo. Se llama Aprende a Programar, ahí fue que descubrió que le gustaba darle instrucciones a la computadora para que resolviera un problema matemático.

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