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Ciudad Juárez, Chih.— El papa Francisco agradeció a “la gran familia mexicana” por haberlo acogido con cariño, fiesta y esperanza durante la visita de seis días a México, y que concluyó ayer.

En un breve mensaje al término de la misa que encabezó en el sitio llamado El Chamizal, junto a la línea fronteriza entre México y Estados Unidos, el Pontífice pidió cuidar a los niños. “Amémoslos. Esos chicos son profetas del mañana, son signo de un nuevo amanecer”.

Recordó cómo muchas mujeres levantaban a sus hijos a su paso por los caminos que recorrió en la Ciudad de México, Ecatepec, Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas, Morelia y Ciudad Juárez, de donde salió de regreso a Roma, después de ser despedido por el presidente Enrique Peña Nieto.

“Les aseguro que por ahí, en algún momento, sentía ganas de llorar al ver tanta esperanza”, y pidió que la Virgen de Guadalupe siga caminando por estas tierras, puesto que México no se entiende sin ella, porque siga ayudando a los mexicanos a ser misioneros y testigos de misericordia. “Muchas gracias por esta cálida hospitalidad mexicana”, insistió al citar el poema Hermandad del escritor Octavio Paz:

“Soy hombre: duro poco

Y es enorme la noche.

Pero miro hacia arriba:

Las estrellas escriben.

Sin entender comprendo:

También soy escritura

Y en este mismo instante

Alguien me deletrea”.

Francisco se atrevió a sugerir que la presencia misteriosa de Dios es lo que marca el camino en las personas, en especial de los más pobres y necesitados de México. “La noche nos puede parecer enorme, es muy oscura, pero en estos días he podido constatar que existen luces que anuncian esperanza. He podido ver en sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra guiándolos y sosteniéndolos en su esperanza”.

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