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El obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, reconoció que con su mensaje en la Catedral de la Ciudad de México, el papa Francisco “nos dio una buena revolcada a todos. Nadie se escapó”.

En entrevista al término del encuentro que tuvo el líder de la Iglesia católica con más de 70 purpurados de las 32 entidades del país, se le preguntó a Arizmendi, anfitrión del Pontífice en su visita a San Cristóbal de las Casas el próximo lunes, su opinión sobre el mensaje del Obispo de Roma, quien les pidió no tener miedo a la transparencia y los exhortó a decirse las cosas cara a cara.

“Nos da una buena revolcada a todos”. Al insistirle si se trató de un regaño, respondió: “No, de ninguna manera, todo lo contrario, es una motivación muy fuerte y profunda”.

El jerarca católico llamó a los obispos a no ser “príncipes”, no tener miedo a la transparencia, puesto que la Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar; no dejarse arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias, así como no perder tiempo y energía en intrigas.

Les demandó ser humildes y no dejarse “corromper por el materialismo trivial ni por ilusiones seductoras de acuerdos por debajo de la mesa”.

Arizmendi señaló que el Papa da ejemplo desde Roma. “Pero no he visto mayores problemas de corrupción en la Iglesia mexicana. Primero, no hay mucho que administrar”, dijo.

Sobre el mismo tema, el obispo de Saltillo, Coahuila, Raúl Vera, consideró que el Pontífice no les dio “un jalón de orejas, porque eso es una cosa muy pasajera. Él estableció [en su mensaje] cosas que tienen que ser parte de nuestra estrategia pastoral, de nuestra convicción de responsables de que el evangelio sea anunciado íntegramente y de que la Iglesia tenga que enfrentar las situaciones que se le presenten. Independientemente de lo que el Papa haya dicho, lo que yo creo es que hemos estado [como obispos] demasiado callados”.

Carlos Aguilar Retes, arzobispo de Tlalnepantla y ex presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), coincidió con Vera en que el mensaje del Obispo de Roma no fue una reprimenda.

“No fue un regaño, de ninguna manera, todo lo contrario, es una motivación muy profunda, una reflexión muy hermosa (...). Nos deja con el corazón muy ancho para trabajar”.

Por la noche el vocero del Vaticano, Federico Lombardi dijo que se debe interpretar bien el discurso del Papa, puesto que no quiso decir que los obispos mexicanos son malos, al argumentar que palabras fuertes púeden tomar inclusiones espirituales importantes.

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