El papa Francisco pidió a los 165 obispos, 18 arzobispos auxiliares y a los tres cardenales del país “no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa”, que calificó como una insidiosa amenaza para toda la sociedad; les pidió conducir su labor pastoral para ayudar a las comunidades que enfrentan este fenómeno y la violencia, les pidió redirigir la mirada hacia los indígenas y jóvenes; así como no dejarse corromper ni poner su confianza “en los faraones actuales”.

En el mensaje a los “altos mandos” de la Iglesia que lidera, dejó el discurso que preparó y dijo: “Esto no está en el texto pero me sale ahora. Si tienen que pelearse, háganlo; si tienen que decirse cosas, díganselas, pero como hombres, en la cara, como personas de Dios, que después van a rezar juntos, a discernir y si se pasaron de la raya, a pedir perdón, pero mantengan la unidad”.

Les pidió no ser “príncipes”, a no tener miedo a la transparencia, pues la Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar; a no dejarse arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias, así como a no perder el tiempo y la energía en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas.

Les demandó ser humildes y no dejarse “corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los ‘carros y caballos’ de los faraones actuales”.

En un encuentro con los obispos en la Catedral de la Ciudad de México, habló fuerte a los miembros de la Iglesia sobre los objetivos de su misión y criticó la forma en que se abordan diversos temas ante la comunidad.

Delincuencia. Ante el narcotráfico, declaró que “la proporción del fenómeno, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión como metástasis que devora, la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a los pastores de la Iglesia refugiarnos en conductas genéricas, sino que exigen un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir gradualmente a entretejer aquella delicada red humana, sin la cual todos seríamos desde el inicio derrotados por la insidiosa amenaza.

“Sólo involucrando a las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias y políticas, las estructuras de seguridad, únicamente así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas, sea la de quien muere como víctima y la de quien delante de Dios tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada”, declaró.

Acompañado por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Francisco Robles Ortega, y por el arzobispo Norberto Rivera Carrera, el líder religioso les pidió apoyar a los jóvenes y captar lo que buscan, puesto que “me preocupan tantos que, seducidos por la potencia vacía del mundo, exaltan las quimeras y se revisten de sus macabros símbolos para comercializar la muerte en cambio de monedas que, al final, la polilla y el óxido echan a perder, y por lo que los ladrones perforan muros y roban”.

El jefe del Vaticano les dijo a sus obispos en México: “Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas. Nuestro pasado es un pozo de riquezas donde escarbar puede inspirar el presente e iluminar el futuro. ¡Ay de ustedes si se duermen en sus laureles!

“Es necesario no desperdiciar la herencia recibida, custodiándola con un trabajo constante. Están asentados sobre espaldas de gigantes, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, fieles hasta el final, que han ofrecido la vida para que la Iglesia pudiese cumplir la propia misión, desde lo alto de ese podio están llamados a lanzar una mirada amplia sobre el campo del señor para planificar la siembra y esperar la cosecha”.

El Obispo de Roma les señaló a los purpurados que “no pierdan tiempo y energía en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos grupos de intereses o de consorterías (....) No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias”.

Indígenas. En otra parte de su mensaje dijo: “Una mirada de singular delicadeza les pido para los pueblos indígenas, para ellos y sus no pocas veces masacradas culturas. México tiene necesidad de sus raíces amerindias para no quedarse en un enigma irresuelto”.

Recordó a los prelados que “los indígenas mexicanos aún esperan que se les reconozca efectivamente la riqueza de su contribución y la fecundidad de su presencia, para heredar aquella identidad que les convierte en una nación única y no solamente una entre otras”.

Dijo que “se ha hablado muchas veces del presunto destino incumplido de esta nación, del ‘laberinto de la soledad’ en el cual estaría aprisionada, de la geografía como destino que la entrampa. Para algunos, todo esto sería obstáculo para el diseño de un rostro unitario, de una identidad adulta, de una posición singular en el concierto de las naciones y de una misión compartida.

“Los invito a cansarse sin miedo en la tarea de evangelizar (...) Nuestro tiempo requiere atención pastoral a las personas y a los grupos, que esperan poder salir al encuentro del Cristo vivo”.

En el altar de la Catedral, Jorge Mario Bergoglio dio algunos consejos y directrices a los ministros religiosos para que fueran buenos pastores en su diócesis, sobre todo en las partes más necesitadas del cuerpo de la Iglesia.

“México tiene necesidad de obispos servidores y custodios de la unidad edificada sobre la palabra del Señor” y reiteró que no se necesitan “príncipes”, sino una comunidad de “testigos del Señor”.

Trompetas y órgano lo recibieron. Luego de orar en el Altar del Perdón, el papa Francisco fue recibido en la Catedral con el sonido de trompetas, del órgano monumental y el coro de niños. Entró al templo a las 11:05 horas.

Caminó hacia el Altar del Perdón, donde se encontraba expuesto el Santísimo, lo besó; se hincó en el reclinatorio y oró por varios minutos.

Atravesó la ruta de la misericordia, luego de pasar por el coro, y pasó por la llamada crujía central para dirigirse al presbiterio y comenzar su encuentro con los obispos mexicanos.

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